La serie sobre el campo de concentración franquista de Tefía: ''Intentaban cambiar quién eras o a quién amabas''
“Si lo suyo es solo confusión, no se preocupe. Aquí le vamos a despejar todas las dudas”. Desde el 25 de junio, la represión que las personas del colectivo LGTBI sufrieron en el campo de concentración franquista de Fuerteventura puede verse en una serie. Esta cita aparece en el trailer de Las noches de Tefía, dirigida por el dramaturgo Miguel del Arco. La producción no solo retrata el sufrimiento de quienes fueron apresados por su orientación o identidad sexual, sino cómo una vez en libertad tuvieron que convivir con sus carceleros. “La cultura es el reducto para contar esas historias que se silencian, se callan, o se quedan en el camino”, afirma Antonio Rojano, coguionista de la obra.
Fuerteventura fue entre 1954 y 1966 uno de los lugares elegidos por el régimen de Franco para instalar un campo de concentración. Aunque recibía el nombre de Colonia Agrícola Penitenciaria, los supervivientes que pasaron por Tefía revelaron que se trató de un auténtico campo de trabajo forzado, equiparable a los creados por el nazismo. En este paraje desértico de la isla fueron recluidas las personas consideradas un peligro social en la Ley de Vagos y Maleantes. Con la reforma de 1954, en esta categoría fueron incluidas también las personas del colectivo LGTBI.
Sin quererlo, esta producción rodada en 2022 y que puede verse cada domingo en Atresplayer se ha estrenado en pleno auge de los discursos de odio, que niegan la discriminación lgtbifóbica. Vox, que ha irrumpido en numerosas administraciones de las Islas, ha exigido sin éxito la retirada de símbolos del colectivo, al que el partido ha llegado a comparar con la pedofilia en otros puntos del país. “Las referencias son imprescindibles. Yo creo en la memoria histórica como perspectiva de país. Ayuda a saber de dónde venimos para definir mucho mejor hacia dónde queremos ir”, explica el director, Miguel del Arco, en una entrevista concedida a esta redacción.
“El franquismo fue una cosa terrorífica que padecimos los españoles. Hubo muchos que lo disfrutaron y por eso lo añoran. No podemos mantener ningún tipo de equidistancia. No hay acuerdo posible. Uno fue una dictadura y otro un pueblo vencido y aplastado”, asevera. Durante la dictadura, se instalaron en todo el territorio nacional al menos 300 campos como el de Tefía, pero la mayoría de ellos son desconocidos. “Yo mismo estudié en un instituto de Córdoba y de mayor me enteré de que en los años de la guerra había sido un campo de concentración”, cuenta Antonio Rojano.
En esta línea, Miguel del Arco comparte una anécdota. Algunos de los capítulos los vio con su sobrina, que vive en Alemania. “Se volvía hacia mí completamente arrasada emocionalmente por lo que estaba viendo. Veía a los actores, que tienen un poco más de edad que ella, y me preguntaba si eso había pasado aquí. En cambio, ella conoce perfectamente lo que hizo Hitler, porque lo ha estudiado”, apunta. Para él, es “imprescindible” que todos los jóvenes que pasen por Tefía, convertido ahora en un albergue, aparte de convivir y disfrutar, sepan qué sucedió en ese espacio. “Ese lugar en el que ahora duermen y conviven fue un lugar de terrible sufrimiento”.
Preguntado sobre si la serie llega en un momento oportuno, Del Arco hace referencia a uno de los diálogos de la serie y responde que “aunque cuesta mucho avanzar, basta un mal momento o un mal político para desandar todo lo caminado”. “Estamos en un país que afortunadamente ha hecho grandes avances en leyes LGTBI y contra la violencia machista, pero también debemos tener claro que es muy fácil llevar atrás estos progresos”.
Acercar la historia
Las escenas en blanco y negro del campo de concentración contrastan en la serie con el color elegido para retratar el presente y los encuentros de los presos en el Tindaya, un espacio creado para la libertad. La obra de Miguel del Arco combina el sufrimiento y la injusticia de la historia con la esperanza y el carisma de los personajes.
Miguel del Arco llegó a Tefía gracias a las novelas Viaje al centro de la infamia y Vagos y Maleantes, de los autores canarios Miguel Ángel Sosa Machín e Ismael Lozano respectivamente. La historia de esta colonia agrícola que “ni siquiera necesitaba tener verjas para mantener a sus habitantes” le gustó al director para retratar la España de la década de los 60.
La primera intención era rodar en Tefía, pero el espacio estaba muy “contaminado” con muchas construcciones nuevas. Por lo que parte de la serie se grabó en la antigua leprosería de Abades, en Tenerife. La fase de documentación fue clave para poder reflejar lo que ocurrió en Fuerteventura aquellos años. En este punto, los testimonios que dejaron los supervivientes Juan Curbelo y Octavio García antes de morir fueron fundamentales.
Encontrar un elenco de actores “superlativo” también era importante. “Tuve una figuración en la que había 100 figurantes trabajando en el campo de concentración y estaban entregados a la causa. Querían contarlo bien. Yo les decía: ”hay que picar piedra, pero no quiero que hagáis como que picáis, sino que la piquéis de verdad“. A veces había que pararlos porque si no hubieran picado toda la cantera”, bromea. Patrick Criado, Carolina Yuste, Marcos Ruiz, Miguel Fernández, Javier Ruesga, Raúl Prieto y Roberto Álamo forman parte del elenco de la producción.
La serie logra encontrar las palabras adecuadas para plasmar la realidad de Tefía. “Lo más importante es el trabajo de documentación que hicimos para conocer algunos testimonios y luego contarlos y trasladarlos a través de lo dramático, con un apoyo absoluto en lo real”, cuenta el guionista Antonio Rojano. “Por ejemplo, el personaje de La Viga era un personaje real. He conocido algunos guardias más de estos campos y el modo en que se comportaban. Las rutinas, el despertar, el canto del Cara al sol…Es fácil encontrar esas palabras o ese modo de contar la dureza cuando hay un fondo histórico real”.
Rojano ha trabajado durante años en la Memoria Histórica desde la cultura, pero de Tefía le impactó el “acompañamiento médico” que recibían las personas homosexuales del centro para intentar “cambiar a quién amaban o quién eras”. “No solo intentaban cambiar la ideología política de los reclusos, sino también algo más íntimo y profundo. Pensaban que el amor es algo que se puede cambiar o arreglar”.
Para Miguel del Arco, “todo impacta”. “Es una historia de atrocidades, de una casta que doblegó al pueblo y que se dedicó durante años a subyugarlo en una guerra incivil. Me asombra que alguien pueda defender un régimen franquista o que salga en el Congreso de los Diputados y que tenga algún problema para nombrarlo por su nombre”, asevera.
En la serie, Airam, el personaje principal, se reencuentra después de décadas con uno de los guardias del centro, lo que le hace recordar toda la represión sufrida y que su pasado se convierta en parte del presente. “Eso ha pasado en todas partes. Por ejemplo, Billy el Niño estuvo paseando por las calles de Madrid con las medallas puestas. Ha sido la práctica habitual porque nadie ha hecho pagar lo que pasó. La película 1985 muestra cómo los argentinos consiguieron sentar en el banquillo a todas las juntas militares. Con el franquismo esto no se ha hecho. Cientos y miles de personas han convivido con los asesinos de sus padres”, subraya Miguel del Arco.
“Han perdido la vergüenza y quieren acabar con cualquier tipo de disidencia. Lo mismo que quería el régimen franquista. Yo defenderé incluso la libertad de expresión para que puedan colgar esa lona atroz que han colgado en Madrid. Me parece una bazofia y ya la contra-argumentaremos. En mi España cabe incluso Abascal, pero yo no quepo en la suya”, concluye citando a Pedro Zerolo.
Para ambos, la cultura es un recurso para narrar las historias que han quedado fuera “del gran relato histórico”. Sobre el futuro del arte, Rojano sostiene que la cultura está “por encima de todo”. “Los artistas seguiremos creando y luchando aunque sea desde los márgenes”.
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