''La gran vergüenza de la humanidad es seguir permitiendo que mueran niños de hambre''
“La gran vergüenza de la humanidad es seguir permitiendo que mueran niños de hambre”. Así se expresaba Fernando Savater, filósofo, escritor y ex profesor de Ética, durante una entrevista a ACN Press en el transcurso de su última visita a Santa Cruz de Tenerife. “Esta es la gran vergüenza de la humanidad”, reitera Savater, quien sostiene que “todos sabemos que hay millones de niños en África, en Asia, en América que nunca verán acercarse un adulto a ellos con buenas intenciones para ofrecerles educación, o un juguete, sino al contrario, un adulto los busca para utilizarlos como esclavos sexuales, como pequeños soldados, como trabajadores de las minas de coltan, y todo eso se sabe, y estos miles de niños nunca van a tener ningún adulto que se responsabilice de ellos, ni que trate de cuidarlos. Ese es el verdadero problema”.
Para el escritor y filósofo, “los niños mueren por cosas que nosotros, en un país del primer mundo, si siquiera podemos imaginar: porque les falta media botella de agua, o una cucharada de leche en polvo. No son cosas tremendas contra las que no se pueda luchar, son cosas que en la farmacia de cualquier barrio se resolvería en dos minutos, y sin embargo son niños que se mueren porque no tienen esa posibilidad”, denuncia Savater.
“¿Cómo vamos a hablar de que la humanidad progresa si arrastra este lastre espantoso?”, se pregunta Savater. Como educador, considera que este problema “tapa todo lo demás, y es además, el pecado del mundo que en algún momento pagaremos”.
La vida de un niño en África puede resultar tan efímera que a veces no tienen tiempo ni de ponerle el nombre, sin embargo, afirma, “los gobiernos de los países del primer mundo siguen inyectando cantidades ingentes de dinero a los bancos mientras cada seis segundos muere un niño en el mundo”.
El hambre es la causa primordial de esta mortandad silenciosa que ha sido denunciada por la Organización de la Naciones Unidas (FAO) de forma reiterada, y en especial en la Cumbre sobre Seguridad Alimentaria que se está celebrando esta semana en Roma y a la que asisten 60 jefes de Estado o de Gobierno de los 193 países miembros, explica.
En su opinión, el presidente de Brasil, Lula da Silva, “dio en el clavo cuando aseguró que la mitad de los recursos que los líderes mundiales han invertido para salvar a los bancos bastaría para eliminar el hambre en el mundo, una afirmación bien cierta a la que los países ricos no hacen ningún caso”.
Aunque si contaran los gestos, el director general de la FAO, Jacques Diouf, ha propuesto una huelga de hambre de 24 horas en solidaridad con los mil millones de personas que pasan hambre en el mundo en esta cumbre que dará paso a la Cumbre Mundial sobre Agricultura y Alimentación. “Pero una cosa está clara”, señala Savater, “los Objetivos de Desarrollo del Milenio firmados en 2000 por los líderes mundiales en la cumbre de la ONU, no se cumplirán”.
Tibias conclusiones sin fecha frente a los 1.020 millones de personas que sufren hambre y desnutrición en el mundo, una cifra que en vez de bajar sigue subiendo, ya que en 2008 el número de hambrientos era de 850 millones, según la FAO, de los que una gran mayoría son niños.
Razones de supervivencia
Savater está convencido de que los niños que sobrevivan en estas circunstancias y habiendo aprendido cómo hay que sobrevivir a tanta infamia pasarán factura por el comportamiento inhumano que han sufrido, y “eso les puede hacer muy peligrosos, cosa que nos mereceremos”.
Puede ser el caso de los piratas somalíes, deja entrever el escritor, quien al margen de alegrarse de que los marineros del Alakrana estén sanos y salvos, se pregunta cuánta gente se preocupa de lo mal que está África, y cuánta gente contribuye a que deje de estar tan mal.
“Los somalíes no tienen un Estado y gracias a que no hay un Estado pululan los piratas y están nuestros barcos faenando allí, explica Savater, pero resulta que ”800 barcos de los países más ricos del mundo aprovechando que no hay Estado van a esquilmar las aguas territoriales de uno de los países más pobres del mundo, y si les atacan dicen que hay que llevar cañones y armas para que les dejen sacar sus réditos de esas aguas“.
“Acaso las relaciones que debemos de mantener con los países menos desarrollados, o más pobres es aprovecharnos todo lo que se pueda? Esto es lo que se ha hecho en Africa durante siglos”, se responde a sí mismo el escritor.
Para el filósofo, “la esperanza y la desesperanza son dos formas de pereza: los que dicen que todo se arreglará solo, que como en la milonga argentina son aquellos que tienen muchas ganas de descansar y dicen que todo esto es pasajero, que Obama lo arreglará todo, y que mañana todo estará bien; y luego están los que no ven más allá de la desesperación, y por tanto no hay nada que hacer porque la culpa la tienen las multinacionales y el sistema. Sin embargo, una vez que se acaba la discusión entre ambos, apunta Savater, se van a cenar juntos tan tranquilos...”.