'Cuento de hadas ochentero'
- Sing Street (2016)
- Dirección y guión: John Carney
- Reparto: Ferdia Walsa-Peelo, Lucy Boyton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Maria Doyle Kennedy, Don Wycherley, Kelly Thornton y Kyle Bradley.
Sing Street, de John Carney, es una comedia romántica musical de la que sales con buen sabor de boca del cine. Es agradable, está bien hecha, bien ambientada y los personajes principales están logrados (sobre todo la banda de quinceañeros), pero le falta intensidad. No te llega al corazón, no traspasa la epidermis, como sí lo hizo su fantástica ópera prima, Once, o su otro trabajo, ya más comercial, Begin Again.
En su último filme, Carney, también guionista, narra la historia de cómo un quinceañero irlandés, al que la vida no lo trata especialmente bien, con problemas económicos en su casa, incomprensión familiar, bullying en el colegio…, decide liarse la manta a la cabeza y organizar una banda de rock “futurista”. El objetivo: ligar con una chica mayor que él de la que se ha enamorado hasta la médula. A partir de ahí, supera sus miedos, les hace frente y empieza a componer canciones para tocar con un grupo de amigos también marginados y amantes de la música.
Qué nos falta en este resumen, pues decir que está ambientada en los años ochenta, con lo cual las canciones que suenan de fondo son temazos de grupos tan variopintos como The Cure, Duran Duran, Aha, Spandau Ballet o Génisis.
Como curiosidad diré que no sale muy bien parado en los comentarios que realizan los protagonistas. De esta forma, una vez más, la música se convierte en una pieza fundamental de las películas del director irlandés.
Con esta premisa, la sensación que te da es que vas a ver una muy buena peli, pero el problema, cuando sales del cine, es que no te has creído lo que te han contado. No la relacionas con un retrato de la juventud de los años ochenta en Irlanda, sino con un cuento de hadas ochentero. Chico marginado conoce a chica marginada y rompe las reglas establecidas. Se lanza a la aventura con su banda de música, planta cara a sus agresores y rescata a su amada para empezar con ella una nueva vida, con un futuro más que incierto pero con la seguridad de estar luchando por lo que cree y quiere.
Tanto se parece a un cuento de hadas que hasta tiene hada madrina, en este caso con un aspecto algo más desaliñado y perdedor de lo que estamos acostumbrados. Es el hermano del protagonista, quien dejó de luchar por sus sueños pero hace todo lo que está en su mano para que su hermano pequeño sí lo consiga. Su personaje, lleno de desencanto, decepción y realidad, es sin duda lo que salva la película, sobre todo en la escena final.
Así que, por ese motivo, he cambiado el chip y me quedo con la grata sensación de cuento de hadas, en el que los sueños de un niño de 15 años se pueden hacer realidad y donde la amistad y el amor fraternales son indestructibles.