Una astrónoma del IAC colabora con la NASA en busca de un primitivo asteroide
La astrónoma del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Julia de León participa en la misión Osiris-REx de la NASA, que enviará una nave el 8 de septiembre al encuentro de Bennu, un asteroide primitivo cuya superficie está cubierta con materiales similares a los que predominaban al inicio de la formación del Sistema Solar.
Julia de León señala en una entrevista a EFE que la misión Osiris-REx es la primera en la que la NASA envía una sonda para recoger muestras de un asteroide y retornar con ellas a la Tierra, algo que ya hizo hace una década la Agencia Espacial Japonesa con la misión Hayabusa y el asteroide Itokawa. La investigadora detalla que la sonda de Osiris-REx orbitará alrededor de la Tierra tras su lanzamiento en septiembre para coger impulso gravitacional y dirigirse a Bennu, a donde previsiblemente se acercará en 2018.
Julia de León ha especializado su investigación en los asteroides y en particular en el análisis composicional de posibles candidatos para ser “visitados” por una misión espacial no tripulada, pues cuando se decide ir a un objeto de este tipo hay que tener toda la información previa disponible para diseñar la misión.
El objetivo es estudiar la composición, qué minerales hay en la superficie de esos objetos a partir del análisis de la luz que se refleja en su superficie. Para ello se emplea habitualmente un espectrógrafo, instrumento que se acopla al foco del telescopio, y que dispersa la luz que llega del asteroide en longitud de onda en el rango que se desee observar (espectro).
“Analizando dichos espectros se puede esclarecer la composición de los minerales más abundantes presentes en la superficie del objeto y, según su composición, se distinguen dos grandes grupos de asteroides.
Un grupo de asteroides son rocosos, principalmente formados por una mezcla de silicatos (olivinos, piroxenos y feldespatos) y metales, son objetos brillantes, es decir, reflejan bastante la luz del Sol“, añade. Revelan además un cierto grado de procesamiento desde los inicios de la formación del Sistema Solar para que se hayan formado esos materiales.
El otro gran grupo de asteroides, al que pertenece Bennu, son los primitivos, más oscuros y difíciles de detectar desde la Tierra y compuestos de materiales más parecidos a los que había al principio de la formación del Sistema Solar al no haber sufrido tanto grado de calentamiento por encontrarse más alejados del Sol.
“Tienen materiales que han sufrido la acción del agua durante miles de años, con minerales modificados por esta acción acuosa y en este sentido son muy interesantes para ver qué composición había en las primeras etapas de formación del Sistema Solar y cómo ha afectado la presencia de agua a esos compuestos”, detalla Julia de León.
Al respecto, subraya la investigadora que todo lo relacionado con la presencia de agua en esos objetos es de muchísimo interés y de ahí la relevancia de las misiones planificadas para estudiar cometas y asteroides primitivos. De hecho, Julia de León destaca que Bennu está compuesto sobre todo por carbono y muy probablemente por silicatos alterados por la presencia de agua.
Señala además que es un asteroide cercano a la Tierra, mientras que la gran mayoría están en el denominado cinturón principal, una especie de anillo entre Marte y Júpiter en el que se encuentran confinados.
Luego hay una población de asteroides con órbitas muy elípticas que salen de ese cinturón principal y se acercan a la Tierra, y que son los elegidos por proximidad y menor coste para enviar una sonda, con la excepción de la sonda europea “Rosetta” que tardó 14 años en llegar a su objeto de estudio.
A partir del encuentro con Bennu la sonda hará varias fases de órbita y acercamiento al asteroide mientras toma imágenes con los instrumentos de a bordo hasta seleccionar el sitio donde el “brazo” de la nave recogerá el material.
“Tener material para analizar en laboratorio es un lujo, pero también se va a obtener muchísima información cuando la nave esté cerca del asteroide por el simple hecho de tomar imágenes con mucha resolución de la superficie de un objeto de medio kilómetro”, detalla la astrónoma.
Julia de León forma parte del grupo de científicos encargados de analizar las imágenes de alta resolución que capte la sonda para examinar en detalle piedras y cráteres, entre otros aspectos. En la nave habrá un espectrógrafo en visible e infrarrojo, un espectrómetro de rayos X, un altímetro láser e instrumentos para hacer un mapa de la superficie del asteroide y un estudio detallado de la zona donde se va a coger material.
Sólo con examinar el número de cráteres en la superficie se puede tener una idea del tiempo que lleva ese objeto expuesto a los impactos y se puede calcular su edad, explica la investigadora, quien señala que cada asteroide que ha visitado una misión “es distinto del anterior y se encuentran cosas sorprendentes”.
Ello se debe a que desde tierra “estamos muy limitados” porque sólo se “ve” la información que da la luz en determinadas longitudes de onda, pues la atmósfera absorbe muchísima parte de la radiación, se distorsiona la imagen y la luz procede de todo el asteroide en su conjunto.