Del señor Lyng se podrían decir muchas cosas buenas y muchas malas. Estos días, por ejemplo, nos han contado con todo lujo de detalle lo que vivieron cinco personas que asistían a una reunión con el Gobierno de Canarias en el momento en que se negociaba la solución para el acceso rodado a Anfi Tauro. En esa reunión, Björn Lyng se levantó y cedió a la Consejería de Obras Públicas (hoy Infraestructuras) terrenos que eran de la propiedad de Amadores de Puerto Rico, es decir, no suyos. O cómo firmó un convenio con Carreteras -más bien una carta de compromiso- que después eludió pagar. Eran del orden de 1,2 millones de euros, y el hoy consejero de Política Territorial, ese buen tipo que es Domingo Berriel, dice no recordarlo pese a que entonces era director general de Carreteras. Lyng ha tirado p?alante, y eso es complicado para un empresario que ha generado tanta riqueza a través de complejísimos entramados de empresas que tienen la matriz siempre en paraísos fiscales. Y eso es legal, que conste.