Por la calidad humana de los ciudadanos se mide la altura de una ciudad. Se puede comprobar este aserto visitando urbes como Barcelona o Viena, por no mencionar otras con animus jeringandi. Pero la calidad humana de la gente no sólo se mide por el cuidado que prestan a la limpieza y al mantenimiento del mobiliario urbano de la ciudad que habitan, sino por otros valores como la hospitalidad, la tolerancia, el respeto a los demás o la alegría. La alcaldesa de Las Palmas valora la ciudad que dirige como “plural, limpia, segura y abierta” y, en la carta que envía a todo el que se empadrona en ella, pide “su ayuda para el cuidado de nuestro espacio y mobiliario urbano”. Debe ser la vara de medir que realmente importa en los tiempos que corren, porque ése y no otro es el ruego con el que remata su bienvenida al nuevo ciudadano.