La auditoría a la Dirección General del Tesoro, o mejor dicho, los intentos de auditar a la Dirección General del Tesoro estaban anunciados de antemano. Es decir, la Inspección General de Servicios, adscrita a la Consejería de Presidencia, tenía en su programa de actuaciones para 1997 entrar de modo rutinario a ver qué se hacía en ese departamento. Estaba escrito, como si dijéramos. Otra cosa es lo que los inspectores lograron hacer cuando se personaron en el departamento en cuestión. De entrada, les dijeron en el Tesoro que mejor era que no auditaran, que estaban precisamente en esos momentos con una auditoría de Arthur Andersen y que no valía la pena. Luego se supo lo que hacía esa consultora privada y, lo que es mejor, cuánto cobró y cómo.