El pelotazo de las turbinas eólicas de Arinaga acabó muy mal. De entrada, con un retraso de siete años -que ahora se subsana- por culpa de los indecentes que quieren mamar en todas las esquinas. El concurso eólico se anuló por la Justicia, y no por errores de Luis Soria, que cometió muchos y algunos muy feos, sino por una mala tramitación de su antecesor, Julio Bonis. Esquivel perdió su negocio y encima no le cobró a Soria los veintipico meses que lo tuvo de okupa en su chalet de Santa Brígida. Los únicos que se sentaron en el banquillo de los acusados fueron los periodistas que denunciaron la componenda, entre ellos el director de CANARIAS AHORA. En el juicio se demostró que Soria vivió gratis en el chalet y que se falsificaron un contrato y varios recibos para aparentar que había pagado un alquiler. El juez absolvió a los periodistas y condenó al ya por entonces vicepresidente del Gobierno a pagar las costas del proceso. Pero una proverbial sentencia de la Audiencia Provincial le perdonó ese desembolso al líder del PP canario, que no se atrevió ni a recurrir la absolución de los periodistas que lo acusaron de ser un gorrón. Ni las costas judiciales paga el señorito con ayudas inestimables como esa.