De un sólo plumazo, el presidente del Gobierno de Canarias ha resucitado el ansiado proyecto del escultor vasco Eduardo Chillida, el único que dejó inacabado antes de morir: vaciar la montaña sagrada de Tindaya y hacer en su interior un cubo de 50 x 50 en forma de Monumento a la Tolerancia. Pero Paulino Rivero también ha resucitado el cabreo de los movimientos ambientalistas, particularmente el de Ben Magec-Ecologistas en Acción, que precisamente tiene recurridas las Normas de Conservación de ese monumento natural. Ya les adelantamos que la asociación está estudiando acudir a la Justicia para reclamar medidas cautelares, seguramente porque también este requiebro del presidente ha cogido a los ambientalistas con el pie cambiado. Como primer y urgente análisis de lo hecho este martes por el presidente canario en la Fundación Chillida, cabe una primera interpretación en clave bastante oportunista: el escándalo sobre Tindaya se había apaciguado; el Gobierno acaba de ganarle al mismo empresario con derechos mineros sobre la montaña, Rafael Bittini, el pleito por la demoniaca indemnización de Tebeto, y Coalición Canaria en Fuerteventura necesitaba de un golpe de efecto para dar un impulso institucional al marasmo económico y turístico que vive la isla.