No fue suficiente la reacción de una amplia mayoría social, alertada ante los primeros indicios de muerte, para salvar de su desaparición al periódico Público, que si nadie lo remedia desaparecerá de los kioscos este fin de semana al verificar los administradores concursales que su viabilidad es imposible en estos momentos. Es preciso recalcar “en estos momentos” porque Público ha tenido la poca fortuna de salir el mercado en vísperas de la más brutal crisis económica desde el 29 del siglo pasado, además de empeñarse en nacer simultáneamente en la web y en el papel justo cuando se acentuaba la crisis de este soporte por la imparable apoteosis de Internet. Es tradición que en situaciones de crisis económicas, las empresas recortan de inmediato sus inversiones publicitarias, lo que automáticamente deriva en caída de sus ventas y, en los medios informativos, en una debacle que, en el caso del papel, se agudiza por la natural pérdida de venta de ejemplares. Una tormenta perfecta que, en el caso de Público, o de cualquier periódico con una marcada línea editorial de izquierdas, se agrava por la huida de grandes anunciantes, que eligen cabeceras ideológicamente más afines.