Lo que no permite la ley es que cualquier inversor con mucho dinero, llegado de Las Vegas o de las Tirajanas, plante un hotel de cinco estrellas por muy lujoso que sea donde considere que puede ser más atractivo para sus futuros clientes. Y quien habla de hoteles de cinco estrellas habla a continuación de edificios emblemáticos en el islote del Francés, con viviendas de lujo, locales comerciales tipo Boca Ratón y un aparcamiento público de pago. A esos usos se refiere Soria cuando clama por una reforma de la Ley de Costas que permita “equipamientos temáticos”, ¿o vamos a descubrir ahora cuáles son los intereses que siempre ha defendido el presidente del PP canario? Porque tenemos que descartar por completo, dónde va a parar, que tras esa ya descarnada reclamación pública de que la Ley de Costas se reforme de manera integral, se pretenda legalizar todos aquellos asentamientos humanos que, en el caso de Canarias, han sufrido la rigidez de la norma y han acabado tras muchas vicisitudes judiciales bajo la inclemencia de la piqueta. Casos como Cho Vito, Ojos de Garza y, más recientemente y bajo una clara sospecha de estafa por parte del promotor, Hoya Pozuelo, claman por una relajación que a estas alturas se desconoce si estará incluida en esa generosa involución costera. A los que nos tememos lo peor nos bastará con sentarnos a esperar a ver cuál va a ser el modelo de apertura del litoral a esas generosas inversiones privadas, porque estamos casi seguros de que algunas de ellas ya tienen sus nombres y sus apellidos cuidadosamente escritos en alguna libreta tamaño DIN A 4.