Los que vivieron en primera línea de fuego los infaustos años de Luis Soria al frente de Industria recuerdan perfectamente quiénes eran los que tenían mando en plaza: el propio consejero, que tampoco hacía mucho sin consultar cada tarde con su hermano, José Manuel Soria, y el viceconsejero del ramo, Antonio Núñez. Tal era el grado de control que se ejercía sobre los altos cargos de la consejería, que algunas tradiciones, como la de ceder a los directores generales la presidencia de las comisiones de contratación, eran quebradas. De hecho, nosotros mismos comentamos en más de una ocasión cómo no se resolvían expedientes de menor cuantía sencillamente porque la superioridad en Industria no delegaba y no constituía comisiones con tal de no ponerlas en manos del segundo nivel. De este modo es muy difícil explicarse que un director general pudiera enviar información privilegiada a determinadas empresas sin que ese alto mando supiera de esas gestiones. Lo llamativo es que hasta ahora, y con la que está cayendo, lo único que se ha podido escuchar del PP es que prefiere guardar silencio.