Un día en Shibuya: las dos caras del cruce más famosos del mundo
El orden en medio del caos. Si algo caracteriza a la ciudad de Tokio es la desmesura y la contradicción que se pone de manifiesto en una multitud de formas. La calle Koen Dori sirve de nexo entre la estación de tren de Shibuya y el Parque Yogui. Este jardín gigantesco es uno de los hitos más importantes de Japón para los viajeros. Aquí puedes visitar el impresionante Santuario Meiji (1-1 Yoyogikamizonochō), uno de los mejores ejemplos de la arquitectura y la ‘vida’ del Japón más tradicional. El edificio es relativamente moderno (1912) pero se construyó en el estilo tradicional nagare-zukuri con la madera de cedro y el cobre como los elementos más destacados. Una maravilla rodeada de jardines cuidados al milímetro que sirve para rendir culto al emperador Meiji y la Emperatriz Shōken, que fueron divinizados e incluidos en el nutrido panteón sintoísta nipón.
En apenas unos centenares de metros, la calle Koen Dori te transporta a otro templo muy diferente. La primera parte del trayecto se hace bajo las copas de las Keyaki -literalmente extendido como una mano-, árboles japoneses ligados a la tradición (se usan para la construcción de muebles muy apreciados) y después se impone el acero, el hormigón y el cristal que dibujan el ‘skyline’ de ese Japón ultramoderno donde se rinde culto al dios supremo que convive con las deidades sintoístas: el capitalismo más salvaje. Nos adentramos en uno de los epicentros de este Japón desmesurado: Shibuya. Este lugar, marcado por la confluencia de líneas ferroviarias y de metro que forman una de las estaciones más concurridas del mundo, es famoso por su famoso cruce. Pero hay mucho más.
Visitar Shibuya.- Es uno de los imprescindibles en cualquier visita a la capital japonesa. Una buena idea es darse un paseo por el Santuario Meiji y dejarse caer por Shibuya al caer la tarde para poder ver como el lugar se transforma en un caleidoscopio de luces de neón y extravagancia. Un lugar donde también hay espacio para la ‘ternura’. Aquí puedes ver la estatua dedicada al famoso perro Hachiko (2 Chome-1 Dogenzaka). Chūken Hachikō (el fiel Hachiko) es uno de los símbolos más queridos de Shibuya. El perro que esperó durante diez años a ‘su humano’ muerto (el profesor universitario Hidesaburō Ueno) a las puertas de la estación (entre 1925 y 1935). Es el rastro de una Shibuya que ya no existe engullida por el crecimiento desmesurado de Tokio.
La imagen paradigmática de Shibuya es su cruce de peatones. Dicen que por esa ‘senda peatonal’ partida en cinco pasan unos dos millones y medio de personas al día. Cada vez que el semáforo se pone en verse entre 2.500 y 3.000 personas cruzan la calle en un trasiego gigantesco de piernas. Una pasada. El mejor lugar para ver este ir y venir de ‘hormigas’ humanas que nunca colisionan entre sí (es otra muestra del orden que reina en el caos). Para ver la dimensión de la marea humana hay que tomar cierta distancia. Hay algunos miradores elevados en cafés y restaurantes de la zona (el más bonito es la cristalera del Starbucks - 5-chōme−1−21-), pero también hay dos posibilidades de verlo todo sin tener que pagar nada: la galería de cristal del Shibuya Mark City Walkaway (1-chōme-1-1 Dōgenzaka) y el ascensor panorámico hasta la planta once del edificio Shibuya Hikarie (2-chōme-21-1).
Subir al Shibuya Sky (2-chōme-24-12).- Este edificio se eleva casi a 230 metros de altura sobre el suelo y ofrece una panorámica de 360 grados sobre el barrio y mucho más allá alcanzando iconos como la Torre de Tokio, el Templo Meiji, buena parte del skyline de Sinjuku y, si tienes suerte, el mismísimo Monte Fuji. El horario es amplio y dura hasta las 22.00 horas. Una buena opción es ver atardecer desde las alturas y ver como Tokio cambia. El precio de las entradas rondan los 15 euros.
Un remanso de paz y tradición en el Parque Konnohachimangu (3-chōme-5-12).- Aquí podemos ver un pequeño rastro de lo que tuvo que ser esta zona a las ‘afueras’ de Tokio antes de que los rascacielos y las autopistas se lo tragaran todo. Este pequeño parque alberga uno de los templos sintoístas más antiguos de la capital japonesa. El Santuario de Konno Hachiman se fundó en el siglo X y está íntimamente vinculado a la historia los señores del Clan Shibuya que tenían por estos andurriales su castillo. El templo es maravilloso y sirve de epicentro de un pequeño centro espiritual donde se pueden ver otros edificios religiosos: El Santuario Toyosaka Inari con múltiples puertas Torii (siglo XVIII) y el Templo Tōfukuji (siglo XII). En el entorno también está el Cementerio de Tofukuji (3-chōme-10-6). Esta zona se salvó milagrosamente de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y muchas de las estructuras de madera de los templos y santuarios datan de antes del siglo XVIII: una rareza en la ciudad. Este remanso de paz está a apenas diez minutos caminando del Cruce de Shibuya.
El Museo Universitario Kokugakuin (4-chōme-10-28 Higashi).- Este museo depende de la Universidad de Kokugakuin, un centro privado y religioso que está especializado en la cultura tradicional japonesa. El museo es pequeño pero es una delicia especializada en arqueología relacionada con el culto sintoísta. Es una de las mejores colecciones históricas de Tokio con piezas magníficas que se remontan hasta el periodo Jōmon (las primeras sociedades que se asentaron y practicaron la agricultura entre el 14.000 y el 300 A.C.).
Los Santuarios del Parque Hikawanomori (2-chōme-6-16 Higashi).- En torno a la Universidad de Kokugakuin se localizan varios templos y santuarios históricos de importancia que también forman parte del área de Shibuya. El más importante de todos es el Santuario de Hachiman, que con más de 900 años de historia es de los más antiguos de la capital. El edificio también tiene elementos del siglo XVII y hasta algunas viejas piedras que formaban parte del castillo del clan Shibuya que se situaba junto a este complejo de templos. En la zona destacan el Santuario sintoísta de Itsukushima, los templos budistas de Hosenji y, sobre todo, el de Kyūkōji (4-chōme-10-33 Higashi). Lo bueno de los templos y, no lo pases por alto, el Cementerio de Hikawanomori es que queda un poco apartado del meollo de Shibuya. Aquí apenas llegan los turistas y uno puede estar tranquilo disfrutando del ambiente de los templos y la belleza de sus tesoros artísticos.
Shibuya de noche; la otra cara de ‘la bestia’.- La vida nocturna de Shibuya es un destino en sí misma. Muchos de los que llegan hasta aquí lo hacen al caer la noche y obvian los otros atractivos históricos del barrio centrándose en la locura que se crea alrededor del mítico paso de peatones. Sobre todo, los viernes, los sábados y las vísperas de días de fiesta, cuando miles de jóvenes disfrazados de casi cualquier cosa se dejan ver por la zona con sus amigos. Este lugar cuando se va el sol es una explosión de color. Neón a tope, leds de alta resolución, anuncios gigantescos… Una pasada aún si no te gusta el culto a la banalidad y al dinero que campan aquí a sus anchas.
El gran epicentro de esta cultura urbana de lo extravagante es el Centro Comercial Shibuya 109 (2-chōme-29-1 Dōgenzaka), el lugar que vio nacer a la cultura gyaru (literalmente mujeres alegres), chicas hiper producidas con pelo de color claro, maquillaje a plena potencia e indumentaria hipersexualizada. Este centro comercial es un templo del consumismo desaforado con tiendas especializadas en indumentaria y maquillaje. En la última planta hay un mirador gratuito al cruce y el entorno de la estación. Para los amantes de la tecnología y el Manga queda el Centro Comercial Parco (8F, 15-1 Udagawachō) donde puedes encontrar las tiendas oficiales de iconos japoneses como Nintendo o Pokemon.
Otro lugar mítico de Shibuya es el distrito de Dogenzaka (acceso desde la avenida Dougen Zaka), una pequeña red de callejuelas estrechas famosas por la acumulación de los llamados ‘Love Hotels’, lugares customizados (algunos muy bizarros) para encuentros sexuales o, lo que hacen muchos viajeros, echarse unas risas. Más allá de los hoteles para fogosos, el lugar también es célebre por sus bares y sus karaokes. Un templo sintoísta en el epicentro del amor.- El santuario Chiyoda-Inari (2-chōme-20-8 Dōgenzaka) es un pequeño remanso de paz en la vorágine de neones y borrachos. No es muy grande, pero es lindo de ver.
Otros mitos en la noche de Shibuya.- No es ni de lejos el mejor shushi de Tokio, pero comer en Uobei (Dōgenzaka, 2-chōme−29−1 -Central Bldg. 6, 1-) es toda una experiencia. Todo informatizado; todo tecnológico y la comida, sin ser excelente, está muy buena y es, para la media japonesa, muy barata. Los bares del callejón Shibuya Nonbei Yokocho (1-chōme-25-25 Shibuya) son otro de los iconos del barrio. A dos pasos de la estación, esta callejuela es un pequeño polo hostelero con casi 40 locales que van desde bares a karaokes pasando por pequeños restaurantes. Otro mito de Shibuya es el Dj Bar Oath (1-chōme−6−5 Tosei Bldg) una de las discotecas más famosas de Tokio. Para frikis de ‘One Piece’ -como es nuestro caso- queda Mugiwara Store (1-chōme-23-10 Jinnan), una megatienda dedicada en exclusiva al manga.
Fotos bajo Licencia CC: Sergiy Galyonkin; IQRemix; Olivier Deschamps; Dick Thomas Johnson; Andy Yeo; Bernhard Scheid; Naoki Nakashima; Travel Aficionado
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