Una excursión al valle de Orduña para ver la ‘única’ ciudad de Vizcaya

Campos de Orduña. Este valle es un pequeño enclave vizcaíno enclaustrado entre Álava y Burgos.

Viajar Ahora

3 de diciembre de 2021 15:04 h

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El Valle de Orduña es un pequeño universo encerrado por montañas y paredes verticales. Es como una especie de isla interior rodeada por alturas (algunas de ellas de importancia). Una pequeña porción de prados verdes que se comunican con el resto del mundo a través de sinuosas carreteras que, literalmente, escalan paredes casi verticales y por la pequeña hendidura que usan las aguas para, sólo unos kilómetros más allá, formar la famosa Ría de Bilbao (esta cadena de picachos se llama Sierra Sálvada). Un lugar único que parece remoto, por la orografía, pero que apenas dista 40 kilómetros de la metrópolis bilbaína y también está a tiro de piedra de Vitoria (38,9 kilómetros). Y en medio de ese ‘cráter’ excavado por las aguas esta Orduña, un pueblo bonito que rezuma historia por todos lados y que sirve de pequeña capital de este microcosmos rodeado de montañas. Monumentos medievales, restos de viejas tumbas prehistóricas, senderos que descubren algunos rincones alucinantes y toda la potencia de la cultura local (a caballo entre Euskadi y la cercana Castilla) son los ingredientes que justifican una excursión desde cualquiera de las dos ciudades vascas.

Orduña es un pequeño enclave de Vizcaya enclaustrado entre las provincias de Álava y Burgos. Y aquí esas fronteras son verdaderos abismos. Quizás el más espectacular es el que sirve al Río Nervión para desplomarse en su camino hacia el mar poco después de ver la luz (el nacimiento del río se encuentra a menos de un kilómetro). El Salto del Nervión es la cascada más alta de toda la Península Ibérica. El río cae a plomo más de 220 metros adornando un cañón precioso. Merece la pena verlo en sus dos perspectivas: desde arriba el acceso se hace a través de la carretera BU-556 (en la provincia de Burgos). El camino hasta el borde del abismo es fácil y permite visitar los bosques que cubren Monte Santiago, ruinas medievales (las del Monasterio de Santiago de Lagrériz) y lugares curiosos como la Lobera de Monte Santiago, una curiosa estructura elaborada con muros de piedra que servía para acorralar y atrapar a los lobos del lugar. Se usó hasta mediados del siglo XX. Y desde abajo, el acceso al Valle del Delika (así es como se llama el Nervión en euskera) se hace a pie a través de una senda ver que parte del barrio de Delika y supone un paseíllo de 7,4 kilómetros ida y vuelta. El sendero merece muchísimo la pena y ofrece muchísima información a través de una completa red de paneles de información.

Leyendas, gigantes, brujas… El Monte Txarlazo es otra de las alturas que coronan el valle. Aquí te vas a encontrar con un curioso monumento dedicado a la Virgen de Orduña, pero también con algunas leyendas. Dicen que aquí apareció una virgen de madera que justificó la construcción del templo. Pero bajo las piedras medievales hay algunas mucho más antiguas y hay quien dice que este picacho que casi roza los 1.000 metros era el lugar de culto de viejas religiones muchas más viejas que el Cristianismo. Como las piedras del Dolmen del Alto De Las Campas (Acceso por A-3618), que se encuentra a la entrada de los bosques que tapizan las paredes de la Sierra Sálvada y forma parte de un nutrido de monumentos megalíticos que se expanden por estas tierras. Visitarlo es una magnífica oportunidad para perderse por los bosques cuajados de hayas y castaños.

Una aduana entre La Meseta y el Cantábrico.- La importancia de Orduña le viene por su posición estratégica. La actual carretera que llega hasta el Puerto de Orduña (BU-556 y A-2625) fue durante siglos una de las vías de comunicación fundamentales para conectar la Meseta con la costa del Cantábrico. Y de ahí radica la importancia de Orduña, que fundada en el siglo XIII aparece como aduana y control del intenso tráfico comercial entre la costa y el interior de Castilla –sobre todo el de la lana-. Y al socaire de las riquezas llegaron las grandes familias, las congregaciones religiosas y los artesanos que dieron a la ciudad (porque tiene ese rango de privilegio) un carácter de monumentalidad importante. Su corazón es la Plaza de los Fueros. A sus flancos se desparraman grandes edificios con el Ayuntamiento, la Iglesia de la Sagrada Familia –barroca y del siglo XVII-, el palacio renacentista de la familia Mimenza (Plaza de los Fueros, 11) y la imponente Aduana del siglo XVIII –hoy Hotel Orduña Plaza- (Plaza de los Fueros, 15), como elementos más importantes. Este último, La Aduana, da muestra de la importancia que la ciudad tuvo hasta que los impuestos interiores fueron desapareciendo y los controles se concentraron en las costas.

La plaza porticada de Los Fueros ejerce de centro monumental y geográfico de la ciudad. Desde aquí parte una trama urbana muy bien planificada que no parece medieval y que se deja callejear con facilidad en apenas una hora. Las calles angostas pero bien rectas están cuajadas de grandes casonas de piedra y algunos monumentos notables como la Iglesia de Santa María (Burdin Kalea, 17), un templo gótico que se remonta a los orígenes mismos de la ciudad y que se parece más a una fortaleza que a una parroquia. Santa María se adosa aquí a los lienzos de la vieja muralla del burgo. Los viejos muros de Orduña, que se confunden ya en muchos de sus tramos con las casas, son los mejor conservados de toda Vizcaya. La mejor manera de recorrerlos y admirarlos es yendo desde los ábsides cuadrados y rotundos de Santa María hasta la calle Tras Santiago. Para culminar la excursión valgan otros dos puntos. Uno es simbólico y sentimental: en el Santuario de Nuestra Señora de Antigua (La Antigua Ibilbidea, 56), un bonito edificio situado a cierta distancia del casco urbano en el que se custodia la imagen de la patrona de la ciudad. Y el otro, más tirando para lo civil, es el Museo Orduña Hiria (Andra Mari Plaza; Tel: (+34) 635 751 436) que tiene interesantes colecciones naturales, históricas y antropológicas.

Un hueco para la Memoria Histórica en Orduña.- Esta zona de Euskadi jugó un papel muy importante durante la Guerra Civil española. En los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo para recuperar las líneas de trincheras que los republicanos vascos construyeron para defenderse del avance de los rebeldes. En las inmediaciones del Monte Txibiarte (cerca del caserío de Uzquiano) pueden verse algunos restos de aquellas trincheras y hasta un búnker bastante bien conservado. Ya en la propia Orduña, otro punto relacionado con la contienda y la posterior represión franquista es el antiguo Colegio de los Jesuitas (hoy Colegio Nuestra Señora de La Antigua –Plaza de los Fueros, 4-) dónde se instaló uno de los primeros campos de concentración del país.  

Fotos bajo Licencia CC: Eider Palmou; joxin; Moisés Lodeiro Santiago; Joxean Koret; Asier Sarasua Aranberri

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