Lauterbrunnen: el valle suizo de las 72 cascadas

Tejados de Lauterbrunnen con Staubbach de fondo.

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El valle de los valles. La quintaesencia de los paisajes alpinos superlativos. Prados verdes encajonados entre paredes verticales desde las que caen cascadas con cientos de metros de fuga. Pueblos encantadores de casitas de piedra con balcones de madera y tejados puntiagudos de pizarra. Picos con nieves perpetuas que limitan el horizonte a una estrecha franja de cielo. Todo esto y mucho más es lo que ofrece el Valle de Lauterbrunnen, uno de los lugares más icónicos de Suiza y la mejor de las opciones para internarse en el ambiente de la cordillera de Los Alpes. A poco más de 60 kilómetros de Berna y 225 de Ginebra, este valle de las maravillas se encuentra justo entre los lagos de Thun y Brienz y el acceso se realiza desde la famosa ciudad de Interlaken. Así que siempre queda de paso. Lauterbrunen también es el punto de acceso a una de las máximas experiencias de alta montaña en Suiza: Jungfraujoch y el glaciar Aletsch.

Paredes de piedra y cascadas de aguas glaciares. La seña de identidad de Lauterbrunnen.

El valle de las cascadas.- El Lauterbrunnen es el valle de las cascadas. Las grandes masas de hielo que coronan las alturas del lugar desaguan en casi un centenar de saltos de agua que adornan las paredes verticales. Para ver la más espectacular tienes que callejear por las veredas del mismísimo pueblo de Lauterbrunnen: desde ‘Chalet Pironnet’ se tiene la mejor de las vistas de la cascada Staubbach en un marco de casitas alpinas y la Iglesia del pueblo. Una delicia. En el mismo Lauterbrunnen no dejes de pasarte por el Tallmuseum (In der Ey, 184), un curioso museo etnográfico muy bien dotado que ocupa un viejo molino hidráulico del siglo XVI. El otro gran punto de interés con acceso a través del coche privado es la Cascada Trümmelbach, una maravilla atronadora subterránea que desagua unos 20.000 litros de agua por segundo. Aquí hay que pagar entrada pero merece la pena. A través de un funicular podrás internarte en la roca para ver este sumidero natural formado por la sucesión de diez saltos de agua que han, literalmente, excavado un túnel en plena pared.

Interior de Trümmelbach.

Subir hasta Mürren y Gimmelwald.- Estos dos pueblos están situados en un andén por encima del fondo del valle y cuentan con la particularidad de estar cerrados al tráfico. Los coches no llegan hasta aquí y la única manera sin una dura ascensión a pie es el teleférico desde Stechelberg o una combinación de teleférico y tren desde Lauterbrunnen. Y la verdad es que merece mucho la pena. Estos dos pueblos cuentan con conjuntos de arquitectura local muy bien conservados (Chatels Oberland berneses) y un par de miradores que quitan el hipo. Desde aquí puedes ver una de las mejores panorámicas de la pared sur del valle, un verdadero muro de piedra y hielo que culmina en los dos primeros gigantes alpinos por encima de los 4.000 metros de altitud: los picos Jungfrau y Mönch. Desde Mürren parten los cables que suben hasta Schilthorn.

Prados en los alrededores de Mürren.

Schilthorn, el mirador de James Bond (acceso desde Mürren).- Otro de los paseos imperdibles en el entorno de Lauterbrunnen es subir en el teleférico hasta el mirador de Schilthorn, a casi tres mil metros de altitud sobre el nivel de un mar que aquí está bien lejos. Esta es la cima de los Prealpes Suizos y un excelente mirador que no sólo deja ver el propio Valle, sino las grandes alturas alpinas que se encuentran ya justo al frente. El teleférico para subir hasta aquí de manera directa desde el valle se encuentra en Mürren aunque puedes hacer un tour saltando de telecabina en telecabina desde Interlaken. Los precios no son baratos y la tarifa desde Mürren es de 85 francos suizos (2025) lo que supone unos 90 eurazos. En la cima puedes ver un restaurante con vistas panorámicas de 360 grados famoso desde su aparición en una de las películas de James Bond. Y, lo más importante, un par de pasarelas panorámicas con unas vistas brutales.

Glaciar Aletsch.

Subir hasta Jungfraujoch, la estación de tren más alta de Europa.- No apto para bolsillos con vértigo. El tren Eiger hasta Jungfraujoch es otra de las experiencias icónicas del país. El tren cuesta 55 euros por trayecto pero vale la pena hacer el esfuerzo porque lo que te encuentras allá arriba es sencillamente sublime. Subir hasta este collado de montaña te acerca a las primeras alturas alpinas superiores a los 4.000 metros (este lugar está entre los picos Jungfrau -4.150- y el Mönch -4.110-) y también permite acceder al glaciar Aletsch, la lengua de hielo más grande y espectacular de toda la cordillera (más de 23 kilómetros). Aquí se inicia un mundo de hielos perpetuos y alturas nevadas que supone una de las masas congeladas más grandes del continente. Y ver esto es increíble. Y después están las ‘turistadas’: el Palacio del Hielo (una serie de túneles excavados en el glaciar en los años 30 que hoy se han convertido en una galería de escultura en hielo); la plataforma del Observatorio Sphinx (a más de 3.500 metros de altitud) o el Snow Fun Park (con tirolesas, una zona para tirarse en trineo y un par de cientos de metros esquiables). El Sendero hasta el Refugio de Mönchsjoch.- Apenas 45 minutos que van a acompañarte durante toda la vida. Este camino de casi 4 kilómetros transcurre sobre el glaciar y está perfectamente señalizado y acondicionado, por lo que es una experiencia única de hacer alta montaña sin los riesgos de este tipo de caminatas. Una muy buena opción para terminar de flipar es pasar una noche en el refugio.

Refugio de Mönchsjoch.

Fotos bajo Licencia CC: Ricardo Cabello Torres; othree; Andreas Fischler; Thomas Hackl; Andrew Bowden; Grisha Levit; Erich von Allmen; Jim Whitehead

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