Aumenta la desigualdad en Cantabria pese a que sube el PIB per cápita

Los beneficios empresariales y los salarios comen en la misma mesa del incremento de la riqueza, pero en Cantabria unos comen en el plato grande de la recuperación económica y otros en uno más pequeño. La recuperación económica no está siendo para todos igual, algo que es extrapolable a todo el territorio nacional. Desde que la crisis tocara fondo en 2013, la recuperación se ha visto reflejada en incrementos sustanciales de la riqueza autonómica y del PIB per cápita (4,9% y 5%, respectivamente, en 2017), pero de manera despareja si se atiende al beneficio empresarial, las rentas del trabajo y los umbrales de pobreza.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el beneficio empresarial creció un 6,79% en 2017, con respecto al año anterior, y un 3,73% en 2016 con respecto a 2015. La figura que se suele tomar de referencia es la del excedente bruto de explotación, dato que hay que tomar con cautela dado que incluye conceptos como las amortizaciones de capital (renovación de maquinaria e instalaciones). En todo caso, los valores son altos como el casi 7% de 2017, que se tradujo en 358,8 millones de euros más de 'excedente' por encima del de 2016.

Las rentas del trabajo también crecieron, entre otras causas por el incremento del número de trabajadores, pero la mitad. En 2017, con respecto al año anterior, en Cantabria había 4.700 empleados más (2,08% de incremento) y la remuneración que percibió el conjunto de los trabajadores subió un 3,15%, menos de la mitad de lo que subió el beneficio empresarial. Cuantitativamente, la subida de la masa salarial global de 2017 fue de 187,8 millones de euros. Entre 2016 y 2015 el incremento fue similar, un 3,12%.

Más allá de las medias estadísticas (el PIB per cápita subió un 5% en 2017, según el INE), las encuestas a las familias reflejan que cada vez son más las que tienen dificultades para llegar a final de mes y sobre todo se constata un fuerte incremento de la tasa de riesgo de pobreza, por lo que se deduce que a unos cántabros les va francamente bien y otros no levantan cabeza, aunque la riqueza colectiva aumente.

La tasa de riesgo de pobreza se calcula tomando como umbral de pobreza el 60% de la mediana de los ingresos anuales totales de cada familia divididos por el número de miembros de la familia. La tasa se situaba el pasado año en el 19,9 por ciento, lo que afecta a uno de cada cinco; cuatro puntos porcentuales por encima de la de 2016 y solo inferior a la de 2014 (20,6%).

Si se cruza la tasa de riesgo de pobreza con otras variables se obtiene el indicador europeo Arope, que eleva al 25% el porcentaje de la población cántabra en riesgo de pobreza o exclusión social en 2018, una variación de 4,5 puntos porcentuales comparado con el año anterior, según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE.

Arope mide tanto el riesgo de pobreza arriba citado como la carencia material severa (un 3,6%) y la baja intensidad en el empleo (11,2%) y lo cruza con nueve ítems sobre la capacidad de maniobra de los hogares, como su posibilidad de afrontar imprevistos o de caldear la casa en invierno, para estimar el volumen de ciudadanos que están en riesgo. Entre estos indicadores destaca que la mitad de los hogares cántabros tiene dificultades para el pago de la vivienda, casi dos terceras partes no puede permitirse comer carne o pescado cada dos días y la mitad de los hogares no pueden irse de vacaciones.

Además, seis de cada 10 cántabros reconocen que tienen algún grado de dificultad para llegar a fin de mes (30,5% tienen cierta dificultad, 26%, dificultad, y un 8,4%, mucha dificultad).