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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

El túnel

Antes de escribir un poema nunca sé de qué voy a hablar en el poema. El poema, digamos, va apareciendo a medida que lo escribo. Es como entrar a un túnel en el que ves una luz al fondo. Caminas a tientas hacia esa luz pero hasta que no cruzas el túnel no sabes qué paisaje te vas a encontrar al otro lado. No sé lo que voy a decir en un poema antes de escribirlo pero, misteriosamente, las cosas que acabo diciendo acaban siendo más importantes para mí, me enseñan y me muestran más, que todo aquello que digo sin llegar a cruzar el “túnel” del poema.

El poema se mueve en un terreno de naturaleza confusa, un espacio en el que no caben las certezas y en el que todo puede ser cuestionado. El poema hunde su mirada en las sombras, en lo que no se ve a simple vista (aunque esté a plena luz del día, aunque lo tengamos delante de los ojos). Un poema debe decirnos cosas que no sabemos, debe encerrar una pequeña revelación, debe buscar la verdad sin llegar jamás a alcanzarla.

Algunos de los mayores aprendizajes de mi vida me han llegado de la mano de la poesía. La de otros, sobre todo, pero la escrita por mí también. Apenas guardo fotos, no tengo diario y mi memoria es peor de lo que me gustaría (el pasado es algo a lo que me cuesta regresar porque es todo neblinoso cuando lo pienso). Me quedan un puñado de poemas que rara vez releo. Pocas veces vuelvo a ellos. Ayer, no sé por qué, me acordé de este poema pesadilla. Quizás porque a veces, cuando todo se afirma de forma tan rotunda y ciega, lo mejor es refugiarse en lo confuso en busca de una claridad mayor.

SURCOS

Despertó y estaban allí:

por todas partes las cuencas vacías

de sus ojos, vacías sus ganas de vivir.

Atados por los cuellos a una soga,

la soga unida a un anclaje central,

daban vueltas, volvían

después de cada curva al mismo sitio,

la zanja era más honda en cada giro.

Se hundían hasta solo el ver surco

que al caminar ellos mismos cavaban.

Antes de escribir un poema nunca sé de qué voy a hablar en el poema. El poema, digamos, va apareciendo a medida que lo escribo. Es como entrar a un túnel en el que ves una luz al fondo. Caminas a tientas hacia esa luz pero hasta que no cruzas el túnel no sabes qué paisaje te vas a encontrar al otro lado. No sé lo que voy a decir en un poema antes de escribirlo pero, misteriosamente, las cosas que acabo diciendo acaban siendo más importantes para mí, me enseñan y me muestran más, que todo aquello que digo sin llegar a cruzar el “túnel” del poema.

El poema se mueve en un terreno de naturaleza confusa, un espacio en el que no caben las certezas y en el que todo puede ser cuestionado. El poema hunde su mirada en las sombras, en lo que no se ve a simple vista (aunque esté a plena luz del día, aunque lo tengamos delante de los ojos). Un poema debe decirnos cosas que no sabemos, debe encerrar una pequeña revelación, debe buscar la verdad sin llegar jamás a alcanzarla.