Santander-Bilbao: un tren que agoniza

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La Plataforma en Defensa del Tren Santander-Bilbao se ha presentado estos días en la comarca del Asón con sendos actos en Ramales de la Victoria y Ampuero, a los que han asistido más de un centenar de vecinos, entre los que se encontraban los alcaldes socialistas de ambas localidades, así como el senador regionalista José Miguel Fernández Viadero.

Constituida inicialmente en Carranza, la iniciativa se ha extendido a la zona del Asón dado que ambos territorios comparten no solo esta línea férrea, sino una problemática muy similar. La causa de la creación de esta Plataforma ha sido la eliminación de viajes entre Santander y Bilbao a raíz de la COVID-19, si bien para los integrantes de la misma no ha sido sino una “excusa”.

Si ya antes de la pandemia la “paupérrima oferta” de viajes dificultaba mucho el papel vertebrador que el transporte público debe tener, durante la misma Renfe ha limitado el servicio de la línea a un tren matutino en cada sentido, imposibilitando así que los vecinos de Cantabria oriental y Las Encartaciones utilicen ese medio para acudir al trabajo en las capitales. Ante las quejas presentadas por los usuarios, la empresa pública se ha limitado a declarar que la suspensión del servicio se debía a las “órdenes ministeriales”, sin dar ninguna información referente al posible restablecimiento del servicio.

Fernando Lobato, miembro de la Plataforma, señala la importancia de que “tras años de maltrato los usuarios hayamos sido capaces de organizarnos para reivindicar un servicio que responda a las necesidades reales, que no entienden de fronteras administrativas”. Considera que el caso de la línea Santander-Bilbao es un ejemplo más del “abandono total por parte de las administraciones de las infraestructuras ferroviarias como elemento de vertebración del territorio”. Cree, además, que esta cuestión es síntoma de un problema más amplio, la necesidad de repensar la movilidad en el entorno rural, para adaptarla al siglo XXI.

César García, alcalde de Ramales, incide en el mismo sentido. Desde el Ayuntamiento se han puesto en contacto con el Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana para reivindicar una solución no solo a la problemática generada por la COVID-19, sino a lo que consideran “décadas de decadencia” de una línea que, sin contar a las capitales, da servicio a una población de más de 40.000 habitantes. “Hay que tener en cuenta”, aduce García, “que esta línea pasa precisamente por el límite de las zonas que se despueblan” y cree que el ferrocarril puede ser un elemento que frene esa despoblación. “Mientras se habla y discute de un AVE que no existe, dejamos morir una línea existente y con un gran potencial”, apunta.

Un tren más de Cercanías que autonómico

Lo cierto es que la línea de Feve Santander-Bilbao ha tenido siempre un carácter mixto, más propio de un Cercanías, en particular en los tramos más próximos a ambas ciudades, que de un tren autonómico. El hecho de que muchos habitantes de Las Encartaciones y de Cantabria oriental trabajen en esas dos urbes había convertido tradicionalmente a esta línea en una opción para aquellos que no disponían de vehículo.

Sin embargo, la progresiva reducción de horarios había limitado notablemente esta opción, que ahora queda completamente cercenada. “Es la crónica de una muerte anunciada”, indicaba uno de los asistentes a la presentación de Ampuero, veterano usuario: “Si dejas que un servicio se degrade, la gente busca otras alternativas”.

Los miembros de la Plataforma creen que no potenciar este tren es una “oportunidad perdida”. Con la creciente reurbanización de la comarca de las Encartaciones, y el auge que tuvo la segunda vivienda en la época de la especulación salvaje en parte de la comarca del Asón, lo que no falta son usuarios potenciales, sino una voluntad política de fomentar el transporte público, afirman. Consideran que “no es de recibo” que, en plena crisis del coronavirus, y escudándose en la misma, la Administración “deje morir” una línea de tren, al tiempo que “recomienda” usar el transporte privado, algo que “va en contra de la actual filosofía de la movilidad”.

Una línea centenaria

Creada en 1894 por la fusión de varias vías férreas preexistentes, la historia reciente de la línea Santander-Bilbao es la de una lenta pero imparable decadencia. Ya hace más de 20 años la frecuencia de trenes era considerada insuficiente por los vecinos de la comarca del Asón y de Las Encartaciones, para los que el tren era una forma de acceder a las dos grandes urbes cercanas.

En el día a día, los usuarios sufrieron un paulatino empeoramiento del servicio. A la decreciente frecuencia de los viajes se le sumaba lo obsoleto de la maquinaria, que convertían en poco menos que una aventura los viajes a Bilbao o Santander. “Hace 20 años era muy frecuente comenzar el viaje en tren, pero acabarlo en autobús, después de que el tren te dejara tirado en cualquier lugar”, evoca un veterano usuario. Luis, entonces estudiante, recuerda como era muy habitual volver los domingos a Bilbao “de pie, en el espacio entre compartimentos, traqueteando durante las dos horas de viaje”.

En 2004, con el nombramiento de un oriundo de la comarca, Dimas Sañudo, como director de la Feve, las esperanzas renacieron entre los viajeros. Nacido en Riva de Ruesga y concejal por el PSE en Bilbao durante años, parecía la persona idónea para revitalizar una línea languideciente. De hecho, llegó a anunciar la electrificación de toda la vía. Pero nada de eso ocurrió y “la Feve”, como popularmente se la conoce en la comarca, siguió prestando un servicio ineficiente e ineficaz, lo que suponía una continua caída en el número de viajeros. A nivel estatal, Feve se caracterizó estos años por una mala gestión presupuestaria, que acabaría en los tribunales.

Un informe de 2012 sobre la línea Santander-Bilbao reflejaba que la ocupación media de cada convoy era de solo un 17%, y que el precio del billete -entonces, 3 euros- no reflejaba el coste real del servicio, y que la empresa cifraba en nada menos que 40 euros. Los usuarios acusaron a la empresa de desatención, señalando que la falta de actividad se debía a la prestación de un servicio ineficaz.

En 2013, Feve desaparecía, quedando su infraestructura subrogada a Adif, y a Renfe la explotación de los trenes. En esos años se produjo años una renovación de maquinaria y vagones que evitó las innumerables averías antes frecuentes, y los consiguientes retrasos que eran considerados por los usuarios como “marca de la casa”. Sin embargo, en lo que no hubo mejora alguna fue en la frecuencia horaria, hasta llegar a la situación actual, que un asistente al acto de Ramales caracterizaba de “comatosa”.

Próximas movilizaciones

Asentada ya la Plataforma en Vizcaya y Cantabria, esta prevista una asamblea abierta en Carranza para decidir las siguientes acciones y perfilar las propuestas que pretenden transmitir a las diversas administraciones. Los miembros de la misma creen que puede ser un buen punto de encuentro no sólo para reivindicar esta cuestión concreta, sino para reflexionar sobre las cambiantes necesidades de comunicación y transporte en una zona que, aunque pertenece a dos comunidades diferentes, tradicionalmente ha estado muy vinculada.

Mientras, además de una recogida de firmas, y de diversas tentativas de abordar la cuestión con Renfe (infructuosas hasta el momento), han iniciado una serie de contactos con cargos políticos municipales y autonómicos tanto en Cantabria como en el País Vasco, de los que esperan un compromiso firme en esta “lucha en defensa de un servicio público digno”.