“Ni zona de paso, ni patio trasero”: unas 300 personas se concentran en Llanos de Penagos contra el proyecto eólico de Benavieja

La plaza de Llanos de Penagos vive este domingo 3 de agosto un día especial. Falta algo más de un mes para las fiestas locales —las de Nuestra Señora de Los Llanos—, pero frente a la iglesia de La Virgen de los Remedios hay algo más de 300 personas en un hervidero poco festivo pero muy comunitario. La cantidad es más del doble de las personas censadas en esta localidad (132 en 2024) y menos de la que le gustaría ver al recién nacido Colectivo Vecinal contra el Polígono Eólico de Benavieja, pero “esto es mucha gente”, destaca un hombre mayor, que observa sin distancia lo que ocurre hoy en este enclave rural del centro de Cantabria.

Y es mucha gente. La convocatoria ha sido a última hora y la propuesta no es sencilla: recorrer en una marcha popular los 14 empinados kilómetros por la zona que se vería afectada si una filial de Repsol Renovables logra los permisos para levantar 14 aerogeneradores de hasta 200 metros de altura cada uno y una línea de alta tensión de 220 kV que atravesaría cinco municipios: Liérganes, Penagos, Santa María de Cayón, Villaescusa y El Astillero.

Todo el trayecto hasta Llanos de Penagos está lleno de coloridos carteles con el lema de esta “resistencia”: “Vecinos, no son molinos, son gigantes” y en el frente de la casa de cultura de Llanos hay pancartas contra Benavieja y contra los nuevos proyectos que amenazan pronto: Astillero I y Astillero II. Hay caballos con la grupa convertida en zona de grafiti (“No eólicos”), hay personas vistiendo las nuevas camisetas con el lema de resistencia, hay varias mujeres ayudando a las vecinas y vecinos a firmar las alegaciones al proyecto.

Todo parece un poquito milagroso. “Es que, cuando te tocan tu tierra y tu supervivencia, la efervescencia se nota”, cuenta una de las nuevas vecinas de Penagos. Y es que esta plaza es la metáfora de nuestra época. Una “Cantabria vaciada” llena de gente, un grupo humanos donde se mezclan gente “de toda la vida” con muchos “neorrurales”, niños y niñas con personas adultas… y todos ellos para protestar contra un proyecto “verde”.

“Bajo esa excusa de la energía renovable y verde se esconden intereses muy fuertes y una clara intención de acabar con el patrimonio las formas de vida del mundo rural”, denuncia Carmen González, de los Colectivos Vecinales para la Defensa del Territorio de Cantabria, la red que lleva años luchando contra la irrupción de los proyectos eólicos en la comunidad autónoma. “De alguna forma, Cantabria ha sido una isla porque se ganó tiempo con las denuncias hechas antes de 2009, pero ahora son muchos los proyectos y está claro que el Sur y el Centro de Cantabria son consideradas como zonas de sacrificio”. Carmen es clara al advertir: “Quieren convertir una parte importante de la Cantabria rural en un polígono industrial”.

Quizá por eso, en Llanos de Penagos se concentran vecinos de los municipios afectados, pero también llegan algunos desde Hazas de Cesto, los que están organizados en contra de la megaplanta de biogas prevista en su municipio. “Todo lo que tiene que ver con los macroproyectos está conectado. Debemos apoyarnos porque Cantabria será infinita, pero la van a terminar convirtiendo en un vertedero”, explica David García, que como Clara Bárcena Berzosa, una de las portavoces del colectivo contra Benavieja, explica que nadie les consultó sobre el proyecto.

Esa es una de las constantes. La sensación de que es el Boletín Oficial del Estado o de Cantabria el portador de malas noticias que nunca han sido consultadas o planteadas en el territorio. Clara asegura que fue impacto descubrir el 14 de julio que salía a consulta el proyecto de Benavieja y que sólo hay un mes para hacer alegaciones. En pleno verano. “Este polígono eólico está lejos de ser justo con el territorio y las zonas rurales” y llegó “sin avisar, sin información, sin tener en cuenta a las vecinas y vecinos”.

De las 300 almas que llenan la plaza, unas 170 se animan a comenzar la intensa marcha. Caminan con tanta firmeza que deben frenar el ímpetu de la cabecera. En Llano la Puerta, donde se prevé una subestación, se suman más personas que han llegado en vehículo desde Liérganes, otro de los municipios afectados.

Antes de caminar, cuatro mujeres del pueblo han leído un manifiesto. Han compartido lectura como comparten la lucha y han repasado todas las afectaciones que un proyecto como el de Benavieja puede dejar: daños a la ganadería, al patrimonio, al paisaje, al fuerte turismo que visita estos valles, a la salud de las vecinas y vecinos, al valor de sus propiedades… la lista es inmensa.

“Aunque se venden como proyectos de energía limpia, en la práctica refuerzan la injusticia territorial: la energía producida se destina principalmente a centros urbanos o industrias, mientras que las poblaciones rurales afectadas por su impacto ambiental, paisajístico y social no reciben mejoras proporcionales en su calidad de vida. Así, estos proyectos acentúan la desigualdad al convertir el espacio rural en una zona de sacrificio al servicio del desarrollo urbano, profundizando aún más la brecha social entre ambos mundos”. Hoy, aquí, en uno de los hermosos valles de Cantabria, la brecha parece descomunal. El Colectivo, en todo caso, promete luchar hasta el final en una batalla legal y social que acaba de comenzar: “No seremos zona de paso ni patio trasero, no aceptamos que se nos imponga un modelo que beneficia a los de siempre, ni paisaje colonizado por intereses ajenos, mientras se nos condena al abandono, y la destrucción. Esta tierra tiene voz, tiene memoria y tiene dignidad”.

Y de memoria no anda mal Emilio Martínez, un vecino de Penagos, ya jubilado, que echa memoria de las luchas perdidas hace 20 años que ya presagiaban el modelo que le esperaba al mundo rural cántabro. Su memoria va hasta 2003, cuando la Asociación Cántabra de Afectados por la Alta Tensión logró presentar 3.321 alegaciones efectuadas por vecinos y a la que se adhirieron la Asociación Defensa Recursos Naturales de Cantabria, Ecologistas en Acción, Izquierda Unida, Partido Popular y la Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses para frenar la ampliación de la subestación eléctrica en el barrio de Quintana (Penagos). Se logró mucho, pero se perdió y Emilio dice que “de aquellos polvos estos lodos”. “Primero la subestación, luego atravesaron el valle con una autovía (A8) y ahora los eólicos… nos están convirtiendo en un polígono industrial, ese es el proyecto para la Cantabria rural”.

La memoria parece intacta, pero las noticias van demasiado rápidas. Sólo este verano han salido a consulta cuatro polígonos eólicos y es difícil sostener todos los frentes. “Necesitamos concienciar a más gente, explicarles cómo están hipotecando el futuro del territorio”, insiste Carmen González.

De momento, aquí en esta zona de los Valles Pasiegos se camina con energía y se aplaude con fuerza la lectura de un manifiesto en el que se recuerda que sus “derechos y bienestar compiten con los intereses económicos de los de siempre” y, más allá de la disparidad de opiniones en cada uno de los pueblos y barrios, señalan al enemigo real: “Grandes empresas que buscan maximizar beneficios mediante la explotación intensiva del entorno, priorizando su propio enriquecimiento a costa del territorio, los recursos naturales y el bienestar social de la población local”. De fondo, todo el tiempo, “los políticos”. Un magma indefinido al que las personas concentradas, se pregunte a quien se pregunte, reclaman capacidad de escucha y mirada de futuro. “Nos han dejado solos en la defensa de un territorio que es de todos”, sentencia una vecina de Santa María de Cayón.