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COVID-19: emergencia sanitaria... y social

Raquel Hornero Monleón

Trabajadora Social —

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Desde que se decretó el estado de alerta en nuestro país, en el colectivo de profesionales de Trabajo Social, al cual pertenezco, nos encontramos con el alma en vilo. Cada mañana nos desayunamos con informaciones nuevas sobre el papel que se nos encomienda en este momento. Después de analizar lo que lleva ocurriendo en las últimas semanas con nuestra profesión veo necesario hacer algunas reflexiones en voz alta que comparto.

Desgraciadamente nuestro colectivo profesional no ha sabido transmitir la importancia de nuestra presencia en situaciones de emergencia como la que vivimos actualmente. No hace mucho tiempo, desde el Colegio de Trabajo Social de Castilla La Mancha se presentó una propuesta a la Administración regional para firmar un convenio en emergencias con el fin de poder activar un grupo de emergencia cuando fuera necesario, que no se pudo poner en marcha por que no se veía nuestra profesión dentro de los equipos de emergencias.

Se confunde permanentemente Servicios Sociales con gestión de ayudas económicas por parte de la sociedad, pero también las propias administraciones contribuyen a esta imagen cuando ligan ambos términos al hablar de la atención primaria, por ejemplo. Esto hace que la visión de profesiones como la nuestra, el Trabajo Social, se entienda como meros gestores de ayudas; algo a lo que nos hemos ido acostumbrando, hasta el punto de que cuando ocurre alguna emergencia como la actual, podemos pensar quizás que sin apoyo económico no podemos aportar.

Nada más lejos de la realidad.

Detrás del Trabajo Social se esconde mucho más que la gestión de ayudas económicas. Se trata de profesionales que trabajan en atención primaria y en atención especializada. Es una profesión :  

Que orienta e informa.

Que coordina situaciones básicas de supervivencia, acciones comunitarias.

Que gestiona recursos, no solo económicos sino de primera necesidad, de atención, sanitarios, etc.

Que hace valoraciones sociales para posteriores intervenciones.

Que facilita  gestiones, personales y familiares.

Que coordina recursos sociales, gestionados por entes públicos o privados.

Que acompaña procesos de crisis vital, como es el caso actual.

Que genera redes de apoyo ciudadanas. 

Y si no, pensemos en los compañeros que se encuentran trabajando ahora mismo en servicios esenciales… Pensemos en los compañeros que están en centros de menores o coordinando estos servicios,  donde la actividad no se puede parar; cubriendo dobles turnos para atender al colectivo de menores que se encuentran en desprotección o cumpliendo medidas judiciales o en situaciones de riesgo que se agravan más si cabe, con este tipo de contingencias.

Pensemos en los/as trabajadore/as sociales que realizan su labor con personas con diversidad funcional, en todas sus dimensiones, sobrellevando los días con una sonrisa para que la carga emocional que va con ellos no suponga un agravamiento de la situación de convivencia que pueda existir en los centros.

Pensemos en los/as trabajadore/as sociales que ejercen sus funciones en residencias de mayores. Compañeros que gestionan emociones de residentes, pero también de familiares angustiados por el cuidado de sus seres queridos, incluso de sus propios compañeros que se ven desbordados por la falta de medios.

Pensemos en los/as trabajadores/as sociales que están en la calle o en centros improvisados acompañando y acogiendo a personas sin hogar, o con graves problemas de adicción o salud mental, con la presión de mantener la armonía para no agravar más la convivencia, ya de por sí difícil.

Por supuesto, no voy a olvidar a los compañeros que se encuentran en el sistema sanitario. Un ámbito que se ha infravalorado en nuestra profesión; que ya cuenta con una carencia habitual de medios y recursos, en situaciones normales. 

Pensemos de forma muy especial en los/as trabajadores/as sociales que están trabajando en entidades sociales, con estos y con otros colectivos: mujer, inmigrantes, refugiados, personas que se encuentran en vulnerabilidad social.  Muchos de ellos han tenido que parar sus proyectos por la situación de confinamiento, pero otros se han reinventado en pocos días para seguir cubriendo necesidades básicas de las personas a las que atienden, aunque sea desde sus casas. Ellos suponen el sostén del sistema de Servicios Sociales en momentos como los que nos ocupa.

Ahora la emergencia sanitaria es también emergencia social.  Unamos nuestra acción por tanto en todos los ámbitos sociales y en todos los sectores: públicos y privados. Cuando la sociedad supere la emergencia sanitaria,  el trabajo social continuará trabajando por superar la emergencia social.

Desde que se decretó el estado de alerta en nuestro país, en el colectivo de profesionales de Trabajo Social, al cual pertenezco, nos encontramos con el alma en vilo. Cada mañana nos desayunamos con informaciones nuevas sobre el papel que se nos encomienda en este momento. Después de analizar lo que lleva ocurriendo en las últimas semanas con nuestra profesión veo necesario hacer algunas reflexiones en voz alta que comparto.

Desgraciadamente nuestro colectivo profesional no ha sabido transmitir la importancia de nuestra presencia en situaciones de emergencia como la que vivimos actualmente. No hace mucho tiempo, desde el Colegio de Trabajo Social de Castilla La Mancha se presentó una propuesta a la Administración regional para firmar un convenio en emergencias con el fin de poder activar un grupo de emergencia cuando fuera necesario, que no se pudo poner en marcha por que no se veía nuestra profesión dentro de los equipos de emergencias.