Tres meses tras el “infierno” de Navalacruz: “Nunca habíamos visto un fuego que corriese tanto”

“Siempre se ha dicho que la cabra tira al monte. Pues ahora no puede tirar al monte”. Rogelio, ganadero de Navalmoral, resume así el mayor incendio que ha vivido Castilla y León en su historia reciente. El incendio de Navalacruz en la Sierra de la Paramera arrasó más de 22.000 hectáreas, algunas de ellas correspondientes a la Red Natura 2000, una red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad. 3.000 hectáreas quemadas pertenecían a una zona arbolada y el incendio afectó a más de una decena de pueblos. En algunos municipios -como Sotalbo-, solo se salvó el pueblo: se quemó el 90% del término municipal.

“Aquello era un infierno. No se lo deseo a nadie”, subraya a su lado Dionisio, que perdió una nave en el incendio. “Que veas que aquello se está quemando y que no puedas... que no puedas...Ver abandonados los sacrificios de tu padre de toda la vida...”. Su voz se quiebra mientras mira la ladera en la que, insiste, se han quemado su nave y las zonas de pasto de sus ovejas y vacas, con las que su familia ha trabajado durante generaciones. El jefe del Parque de Bomberos de Ávila, Alberto Pato, asegura que ninguno de sus efectivos había trabajado en la extinción de un incendio tan grande y crítico: “Nunca habíamos visto un fuego que corriese tanto”. “Fueron días durísimos”, agrega el alcalde de Solosancho. Jesús Martín.

El 14 de agosto se registró una temperatura récord (38,8 grados por el día y 30 grados por la noche), con un índice humedad del 2% y rachas de velocidad de hasta 70 kilómetros/hora. “Estaban todas las condiciones perfectas para ser un incendio cabrón”, avanza Tomás, ganadero de El Barraco. A las 10.27 salta la primera llamada al 112 por un vehículo que se está incendiando en la AV P-415. Como se trataba de una vía y no del monte, 112 dio el aviso a los Bomberos de la capital abulense y a la Guardia Civil. A las 10.43, otra llamada alerta de que el fuego ha llegado a una zona de pasto. El jefe de jornada despacha a las 10.44 a un helicóptero y su cuadrilla. A los diez minutos (10.54), el helicóptero comunica la salida hacia el incendio, imposible de controlar durante días. “Fue como la tormenta perfecta. Todo el esfuerzo de todo el mundo parecía que no existía”, recuerda Pato, que rememora a los bomberos, impotentes, que no querían ni descansar.

El informe del Seprona señala que, de haberse alertado al Centro Provincial de Mando de Ávila, este podría haber “activado la aeronave”, por lo que existirían “posibilidades de que el incendio no hubiese llegado a producirse o su dimensión hubiera sido mínima”. A pesar del expediente, la Justicia ha archivado la causa porque considera que no puede imputarse un delito ni al conductor del vehículo ni a los intervinientes en las labores de extinción.

Esa reacción del 112 sigue en la memoria de muchos ganaderos, que creen que si hubieran enviado a un helicóptero desde el primer momento, no habría habido desgracia que lamentar. “No me lo quito de la cabeza”, afirma Ernesto, ganadero de Navalmoral. “Total, si están pagados ya”, remarca Tomás. Un problema de competencias, coinciden los ganaderos consultados por este periódico. Rubén, también ganadero, participó en la extinción del incendio desde el helicóptero Alfa 1 de Ávila, en Cebreros. Él suele hacer fotos de los incendios desde el aire, pero con este no tuvo valor: “No quería hacer fotos porque daba una pena verlo... Y tuvimos una suerte bárbara, que cambió el viento”. Si no, asegura, el incendio habría sido mucho mayor. “La previsión de los técnicos era que llegara a Cebreros”, afirma Rubén. Cebrero está a 50 kilómetros del punto de ignición.

El fuego se extendió durante tres días, aunque fueron necesarios otros tantos para terminar de extinguir y perimetrar la zona. Un centenar de vecinos fueron desalojados de varios pueblos y tuvieron que irse con amigos, familiares o polideportivos y albergues. Cruz Roja ofreció varios vehículos de apoyo logístico para trasladar a personas mayores, llevar bocadillos y manutención y trabajar la “ventilación emocional” de los afectados. “Les ayudaron a gestionar las emociones y a aterrizar la situación, intentar enfrentar la situación, descargar la angustia, el estrés, la preocupación... No dejar que se ahoguen”, explica la coordinadora provincial de Cruz Roja, Sara González.

Tres meses después del incendio, el verde empieza a relucir en la parte baja de la sierra. “Pero si subes por los caminos... se te cae el alma a los pies”, replica el alcalde de Solosancho, Jesús Martín. “Hemos perdido la cobertura vegetal. Un suelo muy arenoso que pierde la cobertura vegetal supone sistemáticamente la pérdida de suelo y la capacidad productiva. ¿Dónde agarra el pasto o el piorno?”, apunta el ingeniero de Montes Carlos del Peso, que trabaja en la Escuela Técnica Superior (ETS) de Ingenierías Agrarias de Palencia.

Solidaridad durante el incendio

Efectivos de extinción, asociaciones sin ánimo de lucro y ganaderos coinciden en cómo la ciudadanía local y nacional se volcó en ayudarles. Los voluntarios organizaban las donaciones de comida y agua, ganaderos de todo España mandaban alimentos para los animales y los vecinos de los pueblos aledaños intentaban apagar algunas llamas que saltaban al otro lado de la carretera con palas o azadas. “Dentro de la prudencia y la precaución”, la gente acompañó a los medios de extinción “con los medios que tenía”, recuerda Pato, que apunta también cómo alguno ofrecía el agua de su piscina para intentar controlar el fuego. Dionisio, ganadero de Navalmoral, recuerda a una mujer que quería donar un camión con forraje. “Le dije que quería pagarle el porte y se enfadó conmigo”, añade. Ernesto poco después asegura que en situaciones así “ni te lo piensas” y ayudas a todo el que lo necesite, sin importar si tienes más o menos relación con esa persona.

Mucha gente donó alimentación, dinero y agua para los afectados en el incendio. Según los datos de la Diputación de Ávila, esta administración ha recibido donaciones de 93.250 kilos de paja, heno, forraje, pienso y otro tipo de alimento para las cabañas ganaderas, que ha entrado en los 15 puntos habilitados en los pueblos. A preguntas de elDiario.es, la Diputación detalla también las donaciones de 76.499,25 euros en metálico que han servido al pago del transporte de alimentos y manutención para los animales.

La Diputación también ha repartido 172.500 litros de agua embotellada donada para los ayuntamientos afectados. La alcaldesa de Riofrío, María Pilar Galán, agradece el apoyo de particulares y administraciones. Reconoce que uno de los mayores problemas a los que se enfrentan ahora los pequeños ayuntamientos es la limpieza de los cauces con los escasos recursos con que cuentan. “Estamos en ello”, asegura.

El incendio no se cobró víctimas mortales, pero sí es el más grande que Castilla y León ha registrado: fue el doble del que hasta entonces había sido el mayor incendio de la historia: las 12.000 hectáreas de Castrocontrigo (León) en 2012. En cuanto a superficie arbolada afectada, el de Navalacruz es el octavo incendio más grande de la comunidad. “Parece normal que no haya ninguna víctima mortal, pero no lo es. Los incendios son complicados”, apunta Pato.

El incendio no se ha cobrado tampoco puestos políticos pese a las peticiones de dimisión formuladas por el alcalde de Ávila o varios miembros de la oposición. La comisión de investigación en las Cortes de Castilla y León está aprobada y pendiente de constituirse para analizar lo sucedido. Mientras, la Junta y el Gobierno van aprobando subvenciones y ayudas para garantizar el abastecimiento de agua, recuperar las zonas afectadas por el incendio y el abastecimiento alimentario de las cabezas de ganado.

Un futuro incierto

El pasto y el piorno será lo que menos tarde en aparecer. Una de las prioridades de muchos ganaderos es asegurar los cerramientos para cuando el ganado pueda subir a la sierra. “Las paredes de piedra eran muy viejas, el ramo sujetaba la pared.. y han hecho como la mantequilla casi todas”, apunta Tomás. En algunos sitios esperan poder acceder el próximo mayo, pero otros no lo tienen tan claro. “He estado muchos días sin dormir, pensando: y ahora qué”, se pregunta Ernesto, ganadero de Navalmoral, quien apuesta por “aguantar como se pueda”. Hay ganaderos con explotaciones pequeñas, pero también los hay con más de cien vacas, y surge la gran incógnita para muchos. “Si es que no hay sitio donde meter tanta vaca”, lamenta. Algunos barajan bajarlas a Extremadura, pero en verano suele escasear el agua.

El incendio no ha afectado a toda la sierra de la misma forma: hay vegetación totalmente arrasada en lo alto de las laderas, mientras que los árboles solo se han soflamado en la zona más cercana a los pueblos. Estos árboles han sobrevivido, pero hay que vigilarlos para evitar que enfermen en los próximos meses. En unos meses, irá creciendo el pasto en algunas zonas afectadas, que en 8 o 10 años evolucionará en matorral. Para recuperar la zona arbolada serán necesarios entre 40 y 80 años, calcula Pablo Martín Pinto, profesor de Incendios Forestales en la ETS de Ingenierías Agrarias de Palencia.

En cualquier caso, aclara Martín Pinto, no se podrá dejar a la naturaleza que avance por sí sola. Es necesaria, insiste, una gestión forestal que “ayude” y “acompañe”, aunque la solución no parece fácil ni unifactorial: además del suelo, el abastecimiento de agua y las hectáreas quemadas hay que tener en cuenta la despoblación que sufre la zona, con una ganadería extensiva en peligro de extinción. “Hay que recuperar el tejido socioeconómico que mantenía el territorio y decidir qué queremos con tanto territorio que ha estado tan abandonado”, insta Carlos del Peso, que se pregunta si la sociedad puede “asumir” incendios de esa magnitud. “Si no hay servicios ni infraestructuras ni escuelas la gente huye. El cambio climático es una evidencia, pero si no hay caminos, tiendas ni parques comarcales de incendios la capacidad de extinción es muy pequeña”, apunta Del Peso.

“¿La solución es que haya más vacas o que la gente viva en el monte? No lo sé. ¿Nos podemos permitir tener vacas en todos los montes de España para que estén usados?”, se plantea Pablo Martín Pinto, también de ingeniero de montes, que quiere suscitar un debate sobre el futuro de la zona. “A lo mejor el ecosistema tiene que evolucionar a bosque, pero sin dejar que avance sin gestión. Todo pasa por una gestión forestal y ordenación del territorio”, propone Martín Pinto. Su compañero apunta que la no gestión forestal es una “alternativa” que “entra dentro de las opciones que hay”. “Eso a lo mejor nos sale más caro que el mantenimiento mínimo que evite estos desastres, pero es una opción”, remacha.

“Hay que plantearse qué espacios naturales y zonas rurales queremos”, zanja Martín Pinto. Del Peso reclama a las administraciones públicas que pregunten a los vecinos de la zona qué paisaje quieren tener y qué solución socioeconómica alcanzar. Ambos plantean la posibilidad de recuperar el pino, una especie que se ha demostrado endémica de la Sierra de la Paramera gracias a las turberas de la zona. La Escuela de Ingenierías Agrarias de Palencia ha organizado un seminario sobre el reto que supone la planificación territorial ante grandes incendios forestales como el de Navalacruz con investigadores y directores técnicos de la Junta de Castilla y León.

“Esto no solo pasa por hacer prevención. Se trata de usar el monte para llegar a bajas combustibilidades. No podemos ir con una desbrozadora como si fuera una finca”, destaca Martín Pinto. Carlos del Peso apuesta por “cuidar” el tejido socioeconómico de esas zonas poco pobladas, porque el coste derivado de los grandes incendios puede ser “mayor”. “La descapitalización de las zonas tiene consecuencias y no solo para el medio rural”, concluye.