Despedida a una residencia de mayores de Barcelona 'expulsada' por la especulación: “Mi madre lleva sus 94 años en el barrio”

Pau Rodríguez

Barcelona —
29 de septiembre de 2025 13:54 h

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Remei dijo adiós este lunes a 93 años de vida en el Eixample de Barcelona. En la puerta de la residencia Rosa Franch, la que ha sido su casa durante los últimos diez años, la mujer observaba desde su silla de ruedas cómo trabajadores y vecinos se despedían y abrazaban, algunos entre lágrimas. “Una empresa extranjera ha comprado el edificio y nos tenemos que ir. Es la vida moderna, ¿no? Yo ya no lo entiendo”, describía esta barcelonesa nonagenaria. 

El Eixample, epicentro de la gentrificación en la capital catalana, asiste estos días a la mudanza de tres pequeñas residencias, propiedad de la Fundación Les Saleses, debido a que no les renuevan el contrato de alquiler. La primera fue este lunes en la calle Consell de Cent, 403, con 16 residentes. En lo que va de 2025, habrán cerrado cinco geriátricos en el distrito, que se queda con unas 100 plazas menos en total. De ahí que los vecinos se hayan movilizado para denunciar que el precio del alquiler amenaza con vaciar el centro de la ciudad de servicios residenciales para mayores.

Los residentes de la Rosa Franch eran a estas alturas los últimos inquilinos de un edificio comprado por la socimi Optimum Real Estate en 2016, que reformó y vendió poco a poco los pisos a precio de alto standing. Según los responsables del centro, el piso que ocupaban fue vendido a una pareja holandesa, aunque su contrato no venció hasta este verano. Desde entonces, la dirección preparó la mudanza, que se lleva a cabo entre este lunes y el miércoles. 

Igual que Remei, antes de abandonar la estancia, los demás residentes recibieron un ramo de flores por parte de los vecinos. De uno en uno, acompañados algunos por sus familiares, fueron bajando a la calle para subirse a la furgoneta que conducía el director, Oriol Agulló. Antonio, de 75 años; Beni, de 94; Joana, de 94 también, cruzaban por última vez la puerta del que ha sido su hogar en los últimos años. Mientras tanto, a su lado se manifestaban unas 200 personas, convocadas por las asociaciones de vecinos, por Marea Residencias y por la Coordinadora Familiares de Residencias 5+1. 

“Es una vergüenza que no exista ninguna ley para proteger a las residencias de ancianos de la especulación”, se lamentaban Joana y Montse, hijas de Joana, otra nonagenaria que decía adiós al barrio después de haber nacido, crecido y envejecido en él. “Mi madre lleva sus 94 años en el barrio”, decía una de ellas. Ambas hermanas no escondían su enojo hacia la administración, aunque se mostraban aliviadas de que la pérdida de facultades de su madre le haya ahorrado darse cuenta del traslado. “En realidad no se lo hemos explicado, y creo que es mejor para ella”, comentaban las dos mujeres a pie de calle. 

A Joana, sus hijas iban a verla regularmente. La sacaban a pasear cada fin de semana por el que es su barrio. “A nosotras el traslado tampoco nos va bien, aunque gracias a Dios que no se han ido de Barcelona, que podría ser perfectamente”, expresaban. Agulló, director la fundación Les Saleses, peleó para que evitar el desalojo, pero al no ver alternativa finalmente encontró un nuevo edificio para sus usuarios. Las 56 plazas de los tres geriátricos que gestiona se ubicarán en un equipamiento de la Fundación Pere Relats, en el Poblenou.

Las alarmas se encendieron en el Eixample en 2021, durante el proceso de desahucio de la residencia Nostra Senyora Meritxell, en Gran Via, adquirida por el fondo de inversión Singh Propco III. Desde entonces ha habido un goteo, denuncian los vecinos, en paralelo al proceso de expulsión que denuncian que sufren los inquilinos por el coste disparado del alquiler. A día de hoy, y a pesar de la vigencia de la regulación de los precios, el precio medio del arrendamiento en la zona supera los 1.500 euros. 

“Es una pérdida en primer lugar de personas que tienen sus relaciones y sus familias aquí”, señalaba Teresa Castilla, de l’Associació de Veïns i Veïnes de l’Esquerra de l’Eixample. Pero los vecinos iban hoy más allá y advertían sobre la pérdida de plazas para mayores en el distrito, debido también a una nueva normativa autonómica que dificulta su continuidad en edificios antiguos y con problemas de accesibilidad. “Esto es un problema que irá a más, y después de nuestra generación vendrán los del baby boom, que si todavía viven en Barcelona requerirán unos servicios que hoy ya están en déficit”, denunciaba esta activista vecinal.

Actualmente, en el Eixample constan 72 residencias de mayores. La mayoría, como las de les Saleses, son de tamaño reducido, con menos de 40 plazas, y de titularidad privada pero colaboradoras de la Generalitat, con lo que asumen derivaciones y sus plazas están parcialmente financiadas por el Departamento de Derechos Sociales. 

La patronal catalana de pequeñas residencias, Upimir, cifra en una cincuentena las residencias que están amenazadas de cierre o traslado en Barcelona. “No es un caso aislado, y la principal razón es la gentrificación”, expresa Vicente Botella, vicepresidente de la entidad. “A los nuevos propietarios les da más dinero tener pisos de estudiantes, turistas, temporales, que no una residencia de mayores, que además no tiene muy buena prensa en un edificio”, lamenta. 

Botella también sabe de lo que habla. Hace cinco años le tocó a su centro, Jubany Residència, poner fin a su etapa en el Eixample. Los dos plantas que ocupaban en un edificio entre las calles Diagonal y Casanovas, con 300 metros cada una, eran un caramelo para la propiedad. “Nos subieron de 3.000 a 6.000 euros al mes por planta, así que nos tuvimos que ir a un sitio que encontramos en la plaza Lesseps”, relata el vicepresidente de Upimir. 

Una de las demandas de esta patronal, comentada también este lunes en la mudanza de la residencia Rosa Franch, es que la Administración debería proteger con alguna regulación a las residencias frente al auge del precio del alquiler. Al no ser consideradas viviendas, los precios de sus arrendamientos no están sujetos al tope que fija la Ley de Vivienda (a efectos legales, sus contratos son los de locales comerciales). 

Upimir ha pedido a Derechos Sociales que al menos suban las tarifas que se pagan por plaza en las residencias que estén en zonas de mercado tensionado. Desde la conselleria aseguran que lo están estudiando. También el Ayuntamiento de Barcelona asegura que se ha reunido con la patronal y que espera que la Generalitat mueva ficha. 

Mientras tanto, los vecinos temen que no se pueda frenar la sagnía. “A mi edad no me lo esperaba, ¿pero qué podemos hacer? ¿Qué vamos a pedirles a los políticos”, se preguntaba Remei, que se arrancó a cantar el lema “especuladores, fuera del barrio” que le llegaba desde la concentración . Como veterana del Eixample, el suyo no es el único caso que conoce de vecinos que se marchan. “El otro día me dijo una amiga que habían comprado un edificio y vendían los pisos… ¿sabes por cuánto? Por dos millones”, se escandalizaba. “¿Quién puede pagar esto?”. 

Con su ramo de flores y un cuadro con algunos recuerdos, Remei charlaba mientras Oriol acababa de cargar la furgoneta para el primer traslado con Joana, Antonio y Beni. Entre abrazos con algunas empleadas, cerraba la puerta del vehículo y se ponía al volante. Los vecinos y activistas lo aclamaron mientras ponía rumbo a su nuevo hogar en el Poblenou.