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Buenas razones para vivir en entornos más verdes

Claudina Navarro

Que la contaminación perjudica la salud es una idea asumida, pero seguramente no hasta sus últimas consecuencias, porque no se entiende cómo nos hemos acostumbrado a convivir tan íntimamente con ella. Los efectos de la polución son más graves de lo que se cree.

Por otra parte, que el contacto con la naturaleza resulta beneficioso es un tópico en el que no se profundiza. No es que respirar aire puro durante el fin de semana o las vacaciones sea fantástico, es que mantener un aire limpio en todo lugar debiera ser un objetivo prioritario de salud pública. Los espacios verdes resultan incluso terapéuticos y su goce debiera estar pagado por la seguridad social en caso de enfermedad.

La contaminación atmosférica debida a los gases de los motores de combustión y los humos industriales mata más que el tabaco y muchos no tenemos manera de evitarla sin cambiar nuestro domicilio. Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud estima que 7 millones de personas mueren cada año debido a la polución que provoca trastornos respiratorios, enfermedades cardiovasculares (incluidos infartos) y diversos tipos de cáncer, especialmente de pulmón y de cerebro. El mapa español de la mortalidad por cáncer, elaborado por Gonzalo López Abente, del Centro Nacional de Epidemiología, no deja lugar a muchas dudas: las zonas industrializadas sufren más cáncer.

Los niños son especialmente vulnerables. Antes de nacer, su salud futura puede estar ya marcada por los compuestos tóxicos que se han acumulado en el cuerpo de la madre. Según investigadores de la Universidad de Columbia, la exposición a la contaminación durante el embarazo aumenta el riesgo de que al niño se le diagnostique trastorno de déficit de atención. Los responsables parecen ser los compuestos aromáticos policíclicos –también son cancerígenos– emitidos por los vehículos con motor de explosión.

La directora de este estudio, Frederica Perera, dice que “por definición, las exposiciones ambientales se pueden prevenir”. Las autoridades pueden limitar el tráfico de camiones y autobuses en las zonas habitadas y promover los motores eléctricos, sugiere.

O favorecer los espacios verdes y el contacto con la naturaleza. Según Richard Mitchell, de la Universidad de Glasgow, y Frank Popham, de la Universidad de Saint Andrews, el Estado debiera garantizar el acceso de los niños y de toda la población a espacios naturales para proteger su salud. Su investigación, publicada en The Lancet, sostienen que las personas que viven cerca de zonas verdes sufren menos enfermedades cardiovasculares y tienen una mortalidad menor por casi todos los motivos. Los espacios naturales no sólo inducen a hacer más ejercicio físico y limpian el aire de contaminantes, sino que producen un mayor bienestar psicológico y aceleran la recuperación de cualquier enfermedad. Marc Berman, psicólogo de la Universidad de Michigan, afirma que estar rodeado de verde, de naturaleza, incluso verla a través de la ventana, tiene un efecto inmediato positivo sobre el cerebro.

La crisis puede llevar a pensar que los jardines no son prioritarios, ni promover el contacto con la naturaleza a través de campañas públicas, o que conviene fabricar y vender más coches contaminantes en lugar de favorecer el transporte en bicicleta, sin embargo, la ciencia dice que se ahorraría mucho sufrimiento, muchos recursos y mucho dinero en el tratamiento de las enfermedades. El verde no solo te cura, sino que sale a cuenta.

Que la contaminación perjudica la salud es una idea asumida, pero seguramente no hasta sus últimas consecuencias, porque no se entiende cómo nos hemos acostumbrado a convivir tan íntimamente con ella. Los efectos de la polución son más graves de lo que se cree.

Por otra parte, que el contacto con la naturaleza resulta beneficioso es un tópico en el que no se profundiza. No es que respirar aire puro durante el fin de semana o las vacaciones sea fantástico, es que mantener un aire limpio en todo lugar debiera ser un objetivo prioritario de salud pública. Los espacios verdes resultan incluso terapéuticos y su goce debiera estar pagado por la seguridad social en caso de enfermedad.