Las catástrofes que vendrán

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Me pregunta una persona que por qué he perdido el tiempo estudiando los planes municipales contra riesgos de inundación si el día 29 de octubre no sirvieron para nada. Lamento no poder darle la razón. Es cierto que la auditoría bruta de la realidad ya mostró todos sus defectos, que son muchos y que los hacen inservibles. Pero, si todos los responsables políticos y técnicos se los hubieran leído, sabido y ensayado, habrían actuado antes y hubieran podido hacer muchísimo más y mejor.

Los he estudiado para ver los problemas que tienen, desde mi perspectiva sociológica, con la convicción de que se necesita una nueva generación de planes contra catástrofes y desastres, y que tienen que ser elaborados en todos los niveles de la administración pública y en todas las entidades, empresas y organizaciones.

Lo más socorrido y rápido, sin duda, es encargar los planes a supuestos expertos. ¡Cero complicaciones! Y seguro que proliferarán empresas proponiendo elaborarlos, sin que la vida del ayuntamiento se vea alterada por una tarea “tan enojosa e ingrata”, igual que sucede con los planes de igualdad, estratégicos y de toda clase. ¡Hay tanto trabajo en el Ayuntamiento! Pues ésta será la mejor manera de dar la bienvenida al caos en la siguiente catástrofe que podrá ser una inundación, un terremoto, un incendio, un apagón o el fallo de cualquiera de nuestros sistemas complejos (agua, internet, etc.)

Propongo, por el momento, seis principios básicos que suponen un cambio de perspectiva en el abordaje de las emergencias.

1. Enfoque inclusivo y de accesibilidad universal. La frase tan manida de que nadie puede quedarse atrás es aquí la clave de bóveda de todo el plan. EL CERMI (2025) ha elaborado un documento para tener presente cualquier tipo de vulnerabilidad personal y social. Un plan inclusivo comporta un buen sistema de información, permanentemente actualizada, de las vulnerabilidades de la población. Pero frente a cualquier tentación tecnicista y jerárquica, para que sea inclusivo debe lograr que todas las personas participen de forma activa en la redacción del plan, porque un plan es muy importante por los resultados, pero aún más por el proceso seguido. Participar es también concienciarse, formarse y prepararse para gestionar la catástrofe.

2. Enfoque y metodología participativos. La participación ciudadana no es una concesión graciosa de las autoridades y expertos a las quejas de grupos de ciudadanos ansiosos e impertinentes (o, como les gusta decir a determinados sectores de manera tan mezquina, “politizados”). La participación es un derecho, reconocido en la Constitución, en la ley del sistema de protección civil y en la ley de participación ciudadana. Por otra parte, la participación debe ser activada por los cargos electos. No consiste en esperar en el despacho a que les lleguen propuestas ni en convocar una reunión informativa y confiar en que acuda toda la población. Activar la participación comporta entrenamiento en las metodologías oportunas. Pero, sobre todo, participación ciudadana significa conseguir que hablen también (y especialmente) quienes tienen más dificultades en manejar los recursos de la escena pública (siendo el más importante de todos ellos la palabra informada y reflexiva).

3. Enfoque integral y multidisciplinar. Afirma Anthoy Olivier-Smith que, cuando se produce un desastre, todas las dimensiones de la vida social y material se hallan afectadas, pero un desastre es más que la suma de los diferentes tipos de pérdidas y daños que impone. Hay bastantes expertos especializados en determinados campos de una catástrofe que tienen dificultades para entender que todo desastre es social; y los hay que confunden y reducen la dimensión social con las actividades tan necesarias de los servicios sociales. Para mí, perspectiva integral significa que debe basarse en el triángulo de oro: la armonización entre el liderazgo político (que debe haberlo y ha de ganarse la confianza para su ejercicio), el conocimiento experto y la aportación técnica (que debe ser multidisciplinar) y la participación ciudadana (amplia y representativa). Cuando sustituimos los términos gobierno o gestión por gobernanza, nos estamos refiriendo a esta necesaria integración de tres fuentes de legitimidad y poder.

Un enfoque integrador es multidisciplinar y ya es hora de dejar de confundir la causa primera del evento con la catástrofe que produce, que es social y local. Por ello, es tan necesario que cada ayuntamiento, cada colegio, cada residencia, cada empresa, cada hogar, tengan un plan, ajustado a sus condiciones de vulnerabilidad.

4. Enfoque transformador. Se ha impuesto como un dogma el término reconstrucción. Pero ¿por qué habríamos de reconstruir lo que hemos hecho mal o lo que está hecho con materiales inadecuados a la luz de la experiencia y de la tecnología actual? También se dice “tendremos que adaptarnos a las nuevas condiciones del cambio climático”. La cultura humana no es adaptativa; es transformadora. Y lo es voluntaria e involuntariamente; en unas ocasiones para bien y en otras para mal. Los plásticos y sus derivados los microplásticos son una transformación maligna; la construcción en cauces y ramblas también lo es. Pues bien, antes, durante y después de una catástrofe, hemos he reflexionar sobre las bondades de las transformaciones que ponemos en marcha.

Tras un evento extremo nunca se vuelve a la supuesta normalidad precedente. Todo lo vivido está en nuestra mente de una forma irreversible y nos lleva a introducir cambios, aunque no siempre sean los mejores.

5. Enfoque global. Resulta bastante preocupante que un fenómeno que se ha producido en el territorio de tres cuencas hidrográficas se esté abordando mediante la imposición del marco administrativo municipal. ¿Quién está contemplando la perspectiva propia del territorio inundado? Y si hay alguien que lo hace ¿a qué espera para informar? ¿O no cree en la transparencia y en el derecho de la ciudadanía a conocer todo lo que está relacionado con su seguridad? Me resulta muy difícil comprender este encajonamiento -el lecho de Procusto- que se ha impuesto. Y que conduce a las malas prácticas competitivas. ¿Por qué no se estimula un debate público sobre los planes de las confederaciones hidrográficas? ¿Hay asuntos más trascendentes que éste? Asistimos a un secuestro grave de la información. Cuando la situación se mira desde Sedavi, Alfafar, Massanassa, etc. uno entiende que se nos está escamoteando lo más importante.

6. Enfoque evaluable Las sociedades humanas, cuando se enfrentan a situaciones de incertidumbre, aprenden por ensayo y por error. Pero, las sociedades contemporáneas que disponen de sistemas científico-técnicos para comprender la realidad, deben ser reflexivas y aprender sobre todo mediante procedimientos de análisis y evaluación de las experiencias vividas y cuando es posible mediante experimentos.

No podemos prestar ni un gramo de confianza a las comisiones constituidas y a quienes, siendo responsables de lo sucedido, ni siquiera han pedido disculpas y perdón. Lo que necesitamos es una auditoría para mejorar; que ha de ser rigurosa, independiente y con participación experta y cívica. Si nuestros representantes políticos realmente tienen intención de aprender, les aseguro que hay medios más eficaces que las comisiones que se montan con criterios cicateros y perversos. Les propongo una expedición, acompañados por diversos tipos de expertos, recorriendo los cauces desde los puntos donde cayó la lluvia hasta su desembocadura en el mar. Habrá que hacer más zigzags de los que hacen los barrancos, pero aprenderán mucho y será útil para le generalidad. Pónganse las botas de montaña y al tajo.