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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Piercings: qué riesgos implican estos adornos y perforaciones corporales

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El del piercing no es en absoluto un fenómeno nuevo. Existen evidencias de que ya hace cuatro milenios diversas civilizaciones utilizaban estas modificaciones corporales -y otras, como los tatuajes y la escarificación- no solo para adornar el cuerpo sino como señales de identidad y de pertenencia a un grupo.

En los últimos lustros, no obstante, esta clase de intervención sobre el propio cuerpo se ha popularizado de forma notoria, sobre todo entre la población más joven. Un estudio afirma que en Estados Unidos el 23% de las personas de entre 18 y 29 años tienen al menos un piercing en alguna parte del cuerpo.

“Se calcula que entre un 8 y un 50% de la población tiene una o más perforaciones en cualquiera de sus modalidades”, señala por su parte una revisión realizada por investigadores del Hospital General Universitario de Alicante.

Se consideran piercings los objetos metálicos insertados mediante perforaciones en partes del cuerpo que no son el lóbulo de la oreja, el sitio clásico de los pendientes.

Lo que no parece expandirse con la misma velocidad que el hábito de colocarse piercings es la información sobre los riesgos que estos conllevan. Los textos científicos estiman que alrededor del 20% de los casos estos adornos ocasionan alguna complicación para la salud.

Un informe publicado en Italia en 2020 reveló que casi la mitad (el 46,8%) de las personas que se habían colocado un piercing en la boca no habían sido informados sobre tales riesgos. Más aún: seis de cada diez no había recibido información sobre las complicaciones que esos adornos pueden generar en los dientes.

Y siete de cada diez tampoco había sido advertido de los problemas gingivales que podrían surgir. Tal vez como resultado de ello, el 22% presentaba al menos una fractura dental causada por piercing y el 42%, “signos de gingivitis generalizada”.

Romper las barreras protectoras del cuerpo

No es extraño que la instalación de un piercing pueda causar problemas para la salud, dado que las perforaciones corporales implican romper las barreras protectoras del cuerpo representadas por la piel y otros tejidos para impedir el acceso de agentes externos.

Por eso, conviene conocer y tener presentes todos los riesgos que la colocación de estos adornos implica. Esos riesgos pueden clasificarse en tres grandes grupos, en función de si pueden afectar durante la perforación o después, a corto o a largo plazo. Los más importantes son los siguientes:

1. Durante el proceso de perforación

Sangrados o hemorragias. Esto puede ocurrir sobre todo en el caso de perforación de la lengua, la cual “está ricamente irrigada principalmente por la arteria y la vena lingual y sus vasos”, como explican en un artículo científico Nayra Escudero Castaño y Antonio Bascones Martínez, expertos en periodoncia de la Universidad Complutense de Madrid.

En general el sangrado se controla enseguida, pero los autores destacan que se han registrado casos de hemorragias masivas que requieren de atención médica inmediata.

Daño en algún nervio. Existe la posibilidad de que la perforación afecte algún nervio, y también en este caso la lengua es uno de los órganos que mayor riesgo implica. No es muy frecuente que suceda, pero podría causar daños sensoriales o motores e incluso una parestesia, la sensación de que se ha “dormido” esa parte del cuerpo.

Contagio de alguna enfermedad. Todos los materiales e instrumentos utilizados durante la intervención deben ser esterilizados, pues de lo contrario podrían transmitir enfermedades como el VIH, hepatitis B y C, tétanos, mononucleosis, herpes, sífilis o tuberculosis, entre otras.

2. Poco después de la perforación

Inflamación y dolor. El proceso inflamatorio suele comenzar entre seis y ocho horas después de la perforación y alcanza su grado máximo tres o cuatro días más tarde. De acuerdo con el trabajo de Escudero y Bascones, esto ocurre en la mitad de los casos de piercings en la boca.

Infecciones. Además de la inflamación, horas o días después de la perforación a veces la zona se enrojece, segrega pus o una sustancia similar, la persona sufre fiebre y, en ciertos casos, temblores y escalofríos. Cuando esto sucede, lo más probable es que se haya producido una infección, lo cual sucede en el 9% de los casos.

Las bacterias que con mayor frecuencia causan las infecciones son el estafilococo y el estreptococo. En casos graves puede llegar a haber una bacteriemia, la presencia de bacterias en el flujo sanguíneo.

“De todos los lugares que comúnmente se perforan, el ombligo tiende a infectarse más debido a su forma y aspecto”, explica la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés). Y añade que, en general, este problema se soluciona con una buena higiene de la piel y antibióticos.

Alergia. Las reacciones alérgicas también aparecen con frecuencia, en particular por la presencia de níquel en la composición de las piezas metálicas que se colocan como piercings. Escudero y Bascones apuntan que “la reacción alérgica más común es la dermatitis de contacto”.

Según un estudio de 2017, que analizó a casi 18.000 personas, la sensibilidad extrema al níquel aumenta en función del número de perforaciones. Entre quienes tenían un solo piercing, el 14% desarrolló una sensibilidad extrema al níquel. En cambio, entre quienes tenía cinco o más perforaciones, esa cifra alcanzó el 34%.

3. A largo plazo

Fisuras y fracturas de dientes. Hasta el 80% de las personas con piercings en la lengua podrían sufrir alguna pérdida en su estructura dentaria, según un estudio. Estos daños, que van desde fisuras y fracturas hasta pérdida de esmalte o abrasiones, se producen sobre todo (pero no necesariamente) por el hábito de empujar y jugar con la pieza metálica contra los dientes.

Gingivitis y pérdida ósea. Como se ha mencionado anteriormente, un estudio realizado en Italia registró gingivitis generalizada hasta en un 42% de los casos. Además, una de cada cinco personas había perdido entre 3 y 4 milímetros de encías, y más de la mitad (el 52,8%) presentaba condiciones de higiene bucal insuficiente, en su mayoría por no limpiar el piercing.

Otras heridas. La mera presencia de una pieza metálica añadida al cuerpo implica una serie de riesgos durante la vida cotidiana: desde el desgarramiento de la piel debido a un enredo con la ropa o las sábanas, hasta la irritación o heridas que pueden producirse al practicar deporte o como consecuencia de una caída u otro accidente.

Como señala la AAP, los piercings en los genitales también pueden ocasionar una rotura del preservativo o el desplazamiento del diafragma durante las relaciones sexuales, lo cual aumenta el riesgo de embarazo no deseado y del contagio de enfermedades venéreas.

Otros riesgos y claves para prevenirlos

Los mencionados hasta aquí son solo los riesgos más frecuentes de colocarse uno o varios piercings, pero puede haber más. Algunos también relacionados con la cavidad bucodental, como maloclusión (alteración en la posición de los dientes que origine complicaciones para morder), problemas para pronunciar ciertos sonidos y halitosis.

Otros se relacionan con otras partes del cuerpo, como la necrosis en el cartílago de la oreja o, en el caso de las piezas metálicas colocadas en los pezones, la inflamación de ciertos conductos, lo cual podría acarrear problemas con la lactancia materna en el futuro.

Para prevenir estos problemas, la Clínica Mayo, de Estados Unidos, recomienda a quienes llevan piercings que no jueguen con las perforaciones, que mantengan las piezas metálicas colocadas y eviten nadar hasta que las perforaciones hayan cicatrizado por completo. Y, sobre todo, mantener una higiene exhaustiva en las partes del cuerpo con estas intervenciones.

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