Piscinas de bolas: un lugar ideal para niños… y para bacterias

Foto: PxHere

Marta Chavarrías

Las piscinas de bolas son el sueño de cualquier niño. Un lugar lleno de bolas de colores en las que pueden “bañarse” y jugar. No solo están en parques infantiles y zonas de recreo, sino también en hospitales o clínicas, donde se utilizan como terapia física pediátrica para la estimulación de niños con discapacidades sensoriales o motoras (jugar con pelotas mejora las habilidades motoras y la coordinación).

A menudo, en las piscinas de los parques puede verse suciedad a simple vista que se convierte, indiscutiblemente, en un ambiente favorable para la contaminación. También es fácil ver a los más pequeños escupir o, incluso, tener pequeños accidentes como orinar, incluso algunos comen o beben, con el consiguiente riesgo de que se derrame bebida, convirtiendo la zona en un lugar pegajoso y sucio. Pero no son las únicas que se convierten en un caldo de cultivo para las bacterias.

Piscinas de bolas, ¿un mar de gérmenes?

Las piscinas de bolas de centros sanitarios, contra lo que pueda pensarse, pueden convertirse en el hogar de patógenos como Staphylococcus aureus y varias bacterias entéricas. También pueden albergar organismos zoonóticos, causantes de infecciones más graves en las personas, incluida Pasteurella multocida, según una investigación publicada en American Journal of Infection Control (AJIC), la revista de la Asociación de Profesionales en el Control de Infecciones y Epidemiología.

Los expertos han centrado el estudio en piscinas de bolas situadas en clínicas de fisioterapia. Han tomado al azar de 9 a 15 bolas de distintas profundidades de seis piscinas distintas y han detectado, aseguran, “colonización microbiana considerable” en las pruebas, incluidas ocho bacterias y una levadura. Esto se traduce en un riesgo potencial para la transmisión de estos organismos a los niños y la posibilidad de infección a individuos que se exponen a estas bacterias.

Entre las bacterias asociadas a los humanos, Enterococcus faecalis puede causar infecciones del tracto urinario y meningitis. Otra bacteria, Staphylococcus hominis, puede provocar infecciones en el torrente sanguíneo. Los investigadores, que en total hablan en su estudio de la detección de 31 bacterias, reconocen una “variabilidad considerable” entre las clínicas.

Según el estudio, un 97% de las bolas muestreadas de una clínica tenía un número alto de bacterias, mientras que en otra el nivel de contaminación fue de un 37%. Una diferencia que los expertos atribuyen a los distintos procesos de limpieza. Una encuesta hecha hace ya varios años en el Reino Unido afirmaba también que solo “una de cada mil piscinas de bolas puede estar libre de fluidos corporales que producen microbios diariamente”.

Una de las preocupaciones que comparte StemProtect, una empresa británica especializada en la criopreservación de células madre, que atribuye a estas zonas ser unas de las “más contaminadas de los parques infantiles de interior”. Aseguran que el “99,9% de las áreas de juego infantiles constituyen una colmena de gérmenes”.

¿Debemos mantenerlos fuera del alcance de los niños?

¿Significa todo esto que los niños deben mantenerse alejados de las piscinas de bolas? Para los responsables del estudio, de la Universidad de Georgia, esto no es necesario. Advierten que su estudio se ha centrado en espacios que ocupan pacientes de terapia pediátrica que, en algunos casos, pueden tener problemas inmunológicos y pueden ser más vulnerables.

También recuerdan que muchas de las bacterias aisladas son parte de la flora normal, pero que, por la naturaleza de los niños que acuden allí, que tienen más riesgo de contagiarse. Para los investigadores, es necesario realizar un estudio adicional de la cantidad de colonización y, en función de los resultados, desarrollar protocolos de limpieza estandarizados para limitar la presencia de patógenos oportunistas en estos entornos.

¿Se limpian las piscinas de bolas?

El nivel de limpieza de estas piscinas es muy mejorable. Al menos así lo admiten los responsables del estudio, que afirman que las clínicas pueden pasar días o incluso semanas sin limpiar esta zona. Período suficiente para que los microorganismos tengan tiempo de acumularse y crecer a niveles capaces de transmitirse.

Debe tenerse en cuenta que los microbios dañinos pueden sobrevivir durante largos períodos de tiempo, por lo que una limpieza regular ayudaría a reducir los riesgos. Este riesgo aumenta si la persona tiene lesiones en la piel, lo que proporciona una puerta de entrada para las personas inmunodeprimidas en general. Quizás los protocolos de limpieza de estas áreas no están muy claros, como tampoco la implementación de medidas de higiene más estrictas.

Puede empezarse con un simple gesto: lavarse las manos. Se calcula que el 80% de las enfermedades transmisibles lo hacen a través de las manos. Por tanto, antes y después de jugar es importante que los niños se laven las manos, una buena manera de prevenir problemas. El proceso de limpieza de una zona de estas características puede diferir de unos casos a otros, pero en líneas generales consiste en aspirar todas las bolas para desinfectarlas e higienizarlas en una especie de lavadora.

Sin las bolas, el procedimiento de limpieza del interior de la piscina se simplifica: se aspiran todos los suelos y se limpian con productos desinfectantes. Con todo limpio, las bolas pueden volver a introducirse. Este proceso se suele realizar cada dos meses, aproximadamente, según información de algunas empresas del sector. El sistema de desinfección puede reducir en un 75%-90% la presencia de bacterias

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