Fotoenvejecimiento: ¿qué efectos tiene el sol sobre el colágeno de la piel y cómo podemos protegernos?

Darío Pescador

27 de julio de 2025 22:05 h

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La relación de nuestro organismo con el entorno siempre tiene dos caras. El sol, por ejemplo, es necesario para la producción de vitamina D y la regulación de nuestros ritmos circadianos, pero sus rayos también pueden ser dañinos para la piel.

A lo largo de la mayor parte de la evolución de nuestra especie hemos tenido la piel oscura para protegernos del fuerte sol de las regiones ecuatoriales que son la cuna del Homo sapiens. Solo cuando se produjo una migración hacia el norte, y durante las miniglaciaciones más recientes, hubo una selección hacia una piel más clara para facilitar la producción de vitamina D en lugares donde escaseaba el sol.

Esta piel más blanca, sin embargo, deja desprotegidas a las personas ante la radiación solar. Aquí aparece el concepto de fotoenvejecimiento, un proceso en el que el sol es el responsable de hasta el 80% del envejecimiento facial visible, y que tiene mucha menor incidencia en las personas de piel oscura.

Los perjuicios de la radiación del sol se traducen en la destrucción del colágeno, una de las proteínas más importantes del cuerpo, que forma el 70% del peso seco de la dermis, y tiene la clave del envejecimiento de la piel.

El colágeno y la elastina en la piel que envejece

La piel joven es elástica, fresca, luminosa y firme gracias a una compleja red de fibras de proteínas que tejen una malla en tres dimensiones, una especie de 'andamio' que le proporciona estructura y resistencia. Estas proteínas son fundamentalmente el colágeno tipo I (responsable de la resistencia a la tensión y la firmeza de la piel) y la elastina (que como su nombre indica, proporciona elasticidad).

Este entramado de proteínas se está renovando constantemente. Los fibroblastos, células especializadas, sintetizan constantemente nuevas fibras de colágeno y elastina, mientras que enzimas como las metaloproteasas (MMPs) eliminan las dañadas, manteniendo un equilibrio dinámico.

Pero, con los años, este equilibrio se altera. En la piel que envejece se pierde firmeza y la piel se “descuelga” debido a la pérdida de colágeno. Al pellizcarla, la piel no recupera enseguida su forma, como cuando era joven, porque ha perdido elastina. La producción de colágeno disminuye 1-2% anual a partir de los 25 años, mientras que su degradación por causas internas o externas se mantiene o acelera. Una posible solución es inhibir las MMP para evitar la degradación, pero, al final, es una batalla entre el colágeno que se genera y el que se pierde, y el sol puede ser el enemigo número uno del colágeno.

Fotoenvejecimiento: cuando el sol acelera el reloj biológico de la piel

El fotoenvejecimiento no es solo una versión acelerada del envejecimiento natural. Es un proceso patológico caracterizado por una acumulación de material elástico degenerado en la dermis superior y media, un fenómeno conocido como elastosis solar. Mientras el envejecimiento natural produce un adelgazamiento de la piel uniforme, el daño solar produce piel de distintos grosores, manchas pigmentarias y arrugas profundas.

La dermatóloga Mar Luque Luna, que ejerce en el Hospital Clínic de Barcelona y en Grupo Pedro Jaén (Madrid), explica este proceso: “La radiación UV, sobre todo la UVA, penetra en las capas más profundas de la piel (la dermis) y genera radicales libres, unas moléculas inestables que dañan el ADN celular, las proteínas y los lípidos. Uno de sus principales efectos es la degradación del colágeno y la disminución de su producción, lo que favorece la aparición de arrugas, flacidez, pérdida de luminosidad y manchas”.

Uno de sus principales efectos es la degradación del colágeno y la disminución de su producción, lo que favorece la aparición de arrugas, flacidez, pérdida de luminosidad y manchas

Aunque la radiación más peligrosa para la piel es la ultravioleta, por ser la de mayor energía, se ha comprobado que otras longitudes de onda, visibles y no visibles, también pueden producir daños. La radiación ultravioleta actúa de tres modos: por un lado, produce daños en el ADN de los queratocitos, las células superficiales de la piel, produciendo mutaciones que alteran su función y la comunicación con los fibroblastos que producen el colágeno. En el peor de los casos, estas mutaciones se convierten en un cáncer.

Pero, además, la radiación hace que se produzcan especies reactivas de oxígeno (ROS), los famosos radicales libres, que oxidan la membrana de las células y las proteínas, entre ellas el colágeno y la elastina. Por si fuera poco, los rayos ultravioleta del sol también activan las metaloproteinasas de forma descontrolada, es decir, las enzimas que degradan aún más el colágeno que teníamos en la piel.

Estudios con péptidos de colágeno in vitro han revelado cómo los rayos UV destruyen estas proteínas, que pueden perder su estructura en un 35% tras 66 horas de exposición. Parece mucho, pero piensa cuántas horas estarás al sol este verano. En piel humana, esto se traduce en fibras de colágeno fragmentadas y desorganizadas que pierden su función de soporte en la piel.

Cómo proteger el colágeno de la piel

Proteger el colágeno de nuestra piel no solo significa evitar posibles casos de cáncer en el futuro, sino evitar un destino que muchas personas temen: parecer mayores que la edad que figura en el carnet de identidad. La estrategia fundamental es protegerse del sol, pero de forma inteligente.

“Para proteger la piel y preservar su colágeno es fundamental aplicar a diario un fotoprotector de amplio espectro (UVA y UVB), incluso en días nublados o en interiores con luz natural”, recomienda la doctora Luque. “Además, es recomendable usar sombreros, gafas de sol, ropa con filtros solares y evitar la exposición solar en las horas centrales del día” añade.

La primera línea de protección es, en efecto, física: ponerse a la sombra, llevar ropa que cubra la piel y sombreros que protejan la cara. Pero, cuando esto no es posible, es imprescindible usar un protector solar. Los protectores solares más conocidos son los químicos, que contienen compuestos como la avobenzona o el octinoxato que absorben los rayos ultravioleta y se descomponen sobre la piel (evitando que se descomponga la propia piel). Sin embargo, los expertos recomiendan los llamados “minerales”, basados en óxidos de titanio o de zinc, que proporcionan una barrera física contra los rayos, si bien dejan un rastro blanquecino poco atractivo. La aplicación correcta es muy importante. Se requieren 2 mg/cm² (equivalente a una cucharadita solo para rostro y cuello), reaplicando cada dos horas durante exposición continuada.

Para proteger la piel y preservar su colágeno es fundamental aplicar a diario un fotoprotector de amplio espectro (UVA y UVB), incluso en días nublados o en interiores con luz natural

La protección contra los rayos ultravioleta puede incluso no ser suficiente. La radiación infrarroja A (IR-A) penetra hasta 10 mm en la piel, elevando la temperatura interna hasta 42°C e induciendo daño oxidativo. La luz visible de alta energía (HEV), contra la que no protegen las cremas, ni siguiera con factor FPS 50, también contribuye al estrés oxidativo en la piel. Hay estudios que calculan que la simple luz azul puede producir el mismo efecto de oxidación que una hora al sol.

El daño de todas estas agresiones es acumulativo a lo largo de la vida. Las células de la piel se renuevan con mucha rapidez, pero una vez dañado el ADN en la dermis, las nuevas células copian los defectos resultantes de estos daños. Por este motivo puede haber un mayor riesgo de padecer melanoma en la edad adulta a partir de las quemaduras solares sufridas durante la infancia.

Cremas con colágeno o suplementos con colágeno

Si a la piel le falta colágeno, parecería razonable ponerle colágeno encima, pero no lo es. La industria cosmética inundó hace unos años el mercado con cremas “reafirmantes” con colágeno, pero la evidencia científica es contundente: las moléculas de colágeno son demasiado grandes para atravesar la barrera de la piel. La crema puede mejorar la apariencia, pero el colágeno apenas pasa a reparar las fibras dañadas en el interior si se compara con tomar colágeno como suplemento.

“Su efecto es más hidratante y protector que regenerador”, confirma la doctora Luque. “Más eficaces son aquellos productos que estimulan la síntesis de colágeno, como los que contienen retinoides, vitamina C o péptidos”, añade.

Los suplementos orales de colágeno también han sido objeto de controversia. El colágeno es una proteína, y por tanto durante la digestión se descompone en sus 'piezas' más pequeñas, los aminoácidos. Sin embargo, hay combinaciones de estas piezas, los llamados péptidos de colágeno, que pueden pasar directamente a la sangre, y ser utilizadas por el organismo para reparar tejidos.

Hay estudios que confirman que tomando colágeno hidrolizado durante 90 días se detectan efectos sobre el envejecimiento de la piel, como mejora de la elasticidad y reducción de las arrugas. Sin embargo, es probable que se puedan obtener efectos parecidos con una dieta que incluya fuentes suficientes de proteínas. “El efecto es moderado y debe entenderse como un complemento dentro de una rutina global de cuidado de la piel”, puntualiza la doctora Luque.

Los suplementos de colágeno se suelen combinar con ácido hialurónico, zinc y vitamina C para potenciar su absorción. En concreto la vitamina C favorece la formación de fibras de colágeno de tipo I, las más comunes en el cuerpo humano.

El envejecimiento es un proceso inexorable, pero no tiene sentido que lo aceleremos con nuestras decisiones. En el caso de la piel, el fotoenvejecimiento se puede prevenir cuidando de nuestro colágeno. Está en nuestras manos.

*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo, publicado por Oberon.