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“¿Celebrar a Picasso? No es fácil”

Peio H. Riaño

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“¿Qué hacemos con Pablo Picasso?”. Es una pregunta para la que Estrella de Diego no tiene respuesta. La catedrática de historia del arte de la Universidad Complutense de Madrid, académica, patrona del Museo del Prado y del Museo Reina Sofía y reconocida feminista, arrastra un mar de dudas sin resolver que cree comunes en todos y todas las amantes del arte. Reconoce que le fascina como artista y le aterra como persona. “Es un artista extraordinario y, luego, llega el otro nivel, el maltratador. ¿Cómo celebramos el año que viene el 50 aniversario de su muerte? Buena suerte… No es fácil”, dice y levanta la palma de las manos. Es un problema y un debate que deberían asumir los comisarios y comisarias de las decenas de exposiciones que se están preparando. En la programación de las fanfarrias de 2023 que se ha dado a conocer, de momento, no hay ni rastro de cuestionamiento. “No es fácil encontrar cómo celebrar a Picasso”, insiste Estrella de Diego, comisaria “accidental” de la exposición Picasso. Rostros y figuras, que inaugura el 16 de febrero la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Los extraordinarios préstamos de la Fundación Beyeler (Basilea, Suiza) y las estampas que conserva la Academia componen un paseo por los recuerdos clasicistas que el artista no abandonó nunca, explica la comisaria. Fue en la Academia donde el artista andaluz adquirió ese conocimiento en el curso académico que estuvo antes de dejarlo por enfermedad. “Resulta difícil renunciar a imaginar la influencia última que aquel tiempo de aprendizaje llegó a suponer para la educación del malagueño, quien pidió el ingreso formal en la Escuela de San Fernando el 14 de octubre de 1897”, recuerda en el catálogo de la exposición Tomás Marco, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El proyecto de exposición parte de Francisco Calvo Serraller, al que suceden Estrella de Diego y Raphaël Bouvier tras su fallecimiento.

En la entrada una línea en el texto de introducción de la pared coloca en su contexto la visita. “Y hasta simultáneas hasta 1930”. La referencia es a las relaciones que mantiene Picasso en los años treinta del siglo XX, momento en el que se fija la muestra. Esas relaciones simultáneas eran con Olga Koklova, Marie-Thérèse Walter y Dora Maar. Todas ellas representadas como rostros llorosos, todas ellas modelos y objetos de su deseo. La mujer es la obsesión inagotable de Picasso y en este recorrido por ellas queda en evidencia. Las colecciona, las devora, las maltrata.

El desconcierto del arte

“Picasso nos desconcierta. Para mí es el gran dilema: cómo lo miramos. Tengo que desvincular la persona del artista y eso es muy difícil en su caso y en esta exposición porque el mejor Picasso es el retratista y, en realidad, ahí, en los retratos de mujeres, es donde está todo el problema. No puedes olvidar lo que pinta. Y si quieres mirar su obra, tienes que olvidar su persona. Pero creo que ahí no estoy sola, les pasa a muchos”, explica Estrella de Diego frente a la cara más famosa del recorrido: Mujer (1907), un vibrante óleo que antecede a Las señoritas de Avignon, el cuadro que puso en marcha el cubismo.

Picasso, ha escrito Estrella de Diego en alguna ocasión, fue el último artista en recurrir a la idea de la modelo (y musa) en plena modernidad. Son mujeres que se ofrecen y se exponen, que guardan silencio y están dispuestas. Son el motor de su voracidad. “No me siento intimidada por Picasso, pero esto no podía pasar hace un siglo”, comenta la historiadora del arte. Una mujer revisando el mito del genio, cuestionando su humanidad y la autonomía de su creatividad. Vuelve a preguntarse: “¿Cómo podemos mirar hoy a Picasso?”. Anticipa un conflicto que debe ser planteado por la historia del arte. “Tenemos que darle una vuelta entre todos. Es un asunto pendiente”, indica.

Cree que este es un buen momento para que la historia del arte entienda que el feminismo y la perspectiva de género no está reñida con la ciencia. Estrella de Diego, como Mary Beard, no encuentra incompatibilidad ni anacronismo en la posición feminista que mira la historia del arte. Y dice que mucho ha cambiado porque lo comprueba a diario en sus alumnas y alumnos. “En tres años todo ha cambiado mucho. Mis alumnas no eran tan feministas, pero hay un cambio radical y reciente en la universidad. Es un cambio de paradigma y yo no noto resistencias en el mundo académico. Quizás porque antes era mayor... yo no he renunciado a ser quien soy y he entrado en la Academia”.

La exposición de la Academia de Bellas Artes de San Fernando no pretende ser el revulsivo de la nueva mirada que haga justicia con el mito. La pretensión es mostrar lo que aprendió Picasso en la Academia. “Todas sus obras tienen el rastro de la escultura clásica”, dice Estrella de Diego en el almacén de los vaciados de las esculturas, que el propio Picasso contempló y fue repitiendo continuamente hasta el final de sus días. Aunque no se presenten como piezas icónicas, el mejor momento del recorrido es una diagonal formada por la portentosa escultura Cabeza de mujer (Dora) (1941), el carboncillo sobre tela preparada titulado Escultura de una cabeza (Marie-Thérèse) (1932) y la brillante plancha de hierro cortada, doblada y pintada con un dibujo inciso, Cabeza de mujer (1961). Estrella de Diego se entrega a esta última pieza, su favorita. Comenta su admiración e inmediatamente vuelve a chocar con las dudas y las preguntas: “¿Por qué me gusta tanto Picasso?”.