Solo falta uno: nueve años tras los cuadros robados al amante de Francis Bacon

Año 2015. Cinco cuadros de Francis Bacon, valorados en 30 millones de euros, desparecen de un domicilio de Madrid. Su dueño es el empresario José Capelo Blanco, protagonista de una de las obras más importantes del pintor británico –Tríptico 1991–; y también su último amante. El robo fascina y desconcierta. Nadie sabía que estos lienzos existían. A partir de ahí, comienza la investigación. En 2017 se recuperaron los tres primeros. El cuarto, esta misma semana. Ya solo queda uno.

Las primeras siete detenciones, de un total de dieciséis, se llevaron a cabo pocos meses después del hurto; a las que siguieron otras tres en enero de 2017. Entre ellos había un marchante de Madrid e integrantes de un grupo organizado dedicado al robo de viviendas y establecimientos. El caso volvió a ponerse en el punto de mira el pasado 1 de marzo, después de que la Policía Nacional detuviera a dos personas por participar supuestamente en la receptación (en esta ocasión, comprar a sabiendas mercancía robada) de las entonces dos pinturas restantes.

Cerca de dos meses después, la Dirección General de la Policía informó este jueves de la recuperación de una de ellas en la capital. La investigación continúa abierta para rescatar la quinta y última pintura. Los agentes de la Brigada de Patrimonio Histórico están centrando su labor en ciudadanos españoles que mantienen relaciones con grupos organizados procedentes del este de Europa.

El golpe

El robo de los cinco óleos fue perpetrado en 2015 y destapó una historia de amor. Hubo que esperar nueve meses para que el golpe y el romance salieran a la luz. Antes de que El País lo desvelara, la Policía había mantenido el caso con sigilo y hermetismo.

El hurto fue perpetrado por un grupo de profesionales, que no tuvo problemas para desactivar la alarma de la casa. La vivienda, situada cerca del Senado, en pleno centro de Madrid, no tenía cámaras de seguridad. No dejaron ni una huella. Las obras sustraídas pertenecían a J.B.C., en ese momento de 59 años, “un amigo del pintor que las recibió en herencia y es aficionado al arte”, dijeron fuentes policiales.

Los expertos reconocieron las iniciales y las ampliaron con el nombre del empresario José Capelo Blanco, a quien se atribuía haber sido uno de los últimos amantes del artista. Una figura misteriosa y discreta de la que apenas se conocen datos porque ha preferido permanecer durante estos nueve años alejado de las cámaras.

El empresario y el pintor se habían conocido en 1988, y Capelo tenía 40 años menso que Bacon. Un año antes de que Bacon falleciera a causa de un infarto en Madrid, en 1992, retrató al empresario en el citado Tríptico 1991, actualmente expuesto en el MoMa, en Nueva York. También le regaló las cinco obras hurtadas. Ambos eran asiduos a una céntrica coctelería madrileña, el Cock. Según una investigación de El Mundo, la mesa número 9 de ese mítico bar, en la que solían sentarse a tomar una botella de Krug y los dry martinis que cayeran, fue clave en la perpetración del robo. Allí fue donde los ladrones podrían haber descubierto la existencia de los cuadros. Conocedores de su valor, pusieron en marcha un plan para hacerse con ellos.

El cerebro de la operación habría sido otro asiduo del local, llamado Cristóbal, supuesto marchante de arte. Su cómplice, de nombre Cristian y conductor en una empresa de alquiler de coches, habría entrado en el piso de Capelo junto a otros dos profesionales tras desactivar la alarma. La casa estaba vacía, ya que el propietario estaba de viaje en Londres. No solo se llevaron los lienzos. “Cogieron más objetos, relojes, joyas, unos libros que tenía firmado por Mario Vargas Llosa. Los cuadros estaban en la habitación. Al ser estudios no son muy grandes, eran fáciles de transportar”, explica a este periódico el periodista Jerónimo Andreu, autor de la serie de podcast Bacon que relató el caso.

Una gestión del robo “incompetente”

Su plan se vio truncado. La Policía recibió un correo electrónico por parte de una entidad privada dedicada a la búsqueda de arte robadas y desaparecidas. Les informaban de que una persona, con domicilio en Sitges, quería confirmar si las cinco obras de las que un cliente aportaba documentación gráfica eran robadas.

“La banda movió los cuadros desde el inicio de forma incompetente”, comenta el periodista. “Fueron dejando pistas. Una de ellas fue mandarle fotografías a un marchante de arte en Sitges que, al verlas, se puso nervioso e hizo la consulta”, describe, “llegó hasta la Interpol”.

Las imágenes mostraban el anverso y el reverso de las imágenes. El estudio de las mismas permitió que los investigadores averiguaran el modelo de la cámara y la fecha en la que se habían hecho. Un error de bulto que posibilitó que dieran con la empresa de alquiler y el arrendatario del equipo fotográfico, el mencionado Cristóbal, posteriormente detenido.

“La prioridad es conseguir los cuadros, no tanto meter a los culpables en la cárcel, y que las obras no sufran daños”, explica el periodista sobre la estrategia seguida por la Policía: “Dejar que siguieran moviendo las pinturas sabiendo que en algún momento saldrían a flote”. “Luego aparecieron en sitios rarísimos”, indica, “dos estaban en el cuarto de luces de una finca situada en Delicias. Otro en Valdebebas, en frente del hospital Isabel Zendal. En unos miradores que dan a la carretera M12, que suelen estar llenos de latas de cervezas”.

Unos cuadros que no se pueden vender

Expertos en el mundo del arte alertaron desde un primer momento de que sería casi imposible que esos cuadros fueran vendidos sin que saltaran las alarmas.

En la misma línea, Jerónimo Andreu señala que robos como el de los lienzos de Bacon son “poco habituales porque es imposible venderlos en el mercado”. “O tienes un James Bond que te lo vaya a comprar... Nadie se va a arriesgar. No se lo puedes enseñar a nadie”, suma. Sobre los posibles interesados en adquirirlos, el periodista apunta que “no son para gente que después los vaya a colgar en sus casas. Se usan en compraventa de drogas. Son objetos que no van a perder valor. Ya intentaron vender uno de ellos a una banda de Ámsterdam”, recuerda Jerónimo Andreu, “los últimos a los que detuvieron estaban de enlace con bandas del este”.

El considerado como el 'Indiana Jones del arte' Arthur Brand afirmó este verano que había detenido otro intento de adjudicación de los cuadros. “No los van a vender nunca, es imposible. Nadie quiere comprar unos cuadros que fueron robados porque si tienes dinero para comprar un Bacon, no comprarías un Bacon robado”, afirmó a Efe. La teoría del detective, que en septiembre recuperó un Van Gogh robado en 2020 de un museo de Países Bajos, era que las pinturas de Bacon siguen en Madrid. Con la cuarta localizada acertó. La quinta continúa en paradero desconocido, sobre la que Jerónimo Andreu valora: “Puede que salga la semana que viene, o que lo hayan vendido”.