Clara Roquet: “Nadie es realmente libre sin los medios económicos para disfrutar de su tiempo”

Ignasi Franch

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Parece destinado a ser uno de los filmes españoles más destacados del año. Después de su paso por los festivales de Cannes, Sevilla y Barcelona (L'Alternativa), y del premio a la mejor película cosechado en el Antalya Golden Orange Film Festival turco, el primer largometraje como realizadora de Clara Roquet (coguionista de 10.000 KM o Los días que vendrán) llega a las salas comerciales españolas.

Libertad trata la iniciación a la vida adulta por parte de una protagonista joven. Es también una narración veraniega sobre una familia en aparente calma donde comienzan a emerger los conflictos. La misma Roquet señala algunos referentes ilustres de estas tradiciones fílmicas, comenzando por las películas del director francés Éric Rohmer, autor de clásicos del cine sobre vacaciones estivales como Pauline en la playa o Cuento de verano. La autora también menciona Las horas del verano, de Olivier Assayas, La ciénaga, de Lucrecia Martel, o El país de las maravillas, de Alice Rohrwacher. Y no olvida las contribuciones “que han hecho últimamente chicas de mi generación, como Verano 1993 o Las niñas, que tienen cosas que admiro mucho”.

Libertad explica la historia de Nora, una adolescente aparentemente nada conflictiva. Su personalidad, más bien introvertida y tímida, condiciona el tono de esta narración presidida por un tono agridulce. La protagonista debe pasar los días de vacaciones en un entorno reconocible, un aparente remanso de paz burguesa: la amplia casa con jardín de la abuela de la familia, paciente de alzheimer. Poco a poco, van apareciendo fisuras en lo que podría haber sido una apacible ficción de vidas en pausa vacacional. La misma enfermedad de la matriarca, unida a la ausencia paterna, son factores generadores de un cierto desequilibrio.

La llegada de la hija de la cuidadora Rosana, Libertad, sacude el panorama vital de la protagonista. Ella sí es consciente de las humillaciones intrínsecas o casi intrínsecas al trabajo doméstico interno. Recuerda a su amiga imposible que la sociedad de clases existe. Que Rosana no es “como de la familia”, como afirma una ingenua Nora. Libertad escenifica que una sociedad post-clases sociales es una mentira cómoda de creer para aquellos que detentan el poder de tomar decisiones vitales desde un cierto bienestar material. Y que es una ficción más difícil de tragar para quienes tienen una capacidad de elección mucho más limitada. Porque la libertad es un activo de acceso desigual en una sociedad desigual.

Cuento de verano con desigualdades de clase

La realizadora catalana proyecta una mirada pesimista sobre la reproducción de la ideología. A lo largo de la película, Nora aprende su “superioridad” de clase. Resulta una carga de profundidad que solo un personaje enfermo consiga abstraerse de estas dinámicas: “Creo que la identidad de clase es algo adquirido. Y el personaje de Ángela, que está perdiendo la memoria, está perdiendo también esa identidad. Por ese motivo, es la única que puede acercarse a Libertad de una forma honesta, de igual a igual”, explica la directora del filme.

Aunque su obra aborda diferentes temáticas, Roquet considera que Libertad es sobre todo “una película sobre una niña que se da cuenta de su propio privilegio. Trato cómo los privilegios heredados marcan mucho qué puedes hacer con tu vida. Nadie es realmente libre si no tiene los medios económicos para disfrutar de su propio tiempo”. A lo largo del camino narrativo, el público puede reflexionar sobre muchos temas asociados, como los problemas del trabajo doméstico interno, los cuidados llevados a cabo por mujeres migrantes o la desigualdad por motivos de renta y también de edad, con las consiguientes limitaciones de la libertad individual intrínsecas a esa desigualdad y los correspondientes castigos asimétricos a las transgresiones del orden.

La obra de Roquet puede contrastar con las memorables propuestas de Rohmer, que podemos considerar politizadas implícitamente por su ausencia de política. Eran universos fílmicos poblados por personajes bien situados que parecen vivir en una cierta burbuja donde los problemas materiales no suelen existir y solo cuenta el amor. Libertad también puede dialogar con Roma, de Alfonso Cuarón, criticada por una cierta idealización de la relación entre clases sociales desiguales. “Roma me parece una película increíble, pero mi película esta tratada desde el punto de vista de alguien privilegiado, mientras que la película de Cuarón estaba contada desde otro lugar. Yo no he intentado reproducir el punto de vista que puede tener Libertad”.

La directora catalana insiste en escenificar tiranteces, conflictos y sinsabores derivados de la desigualdad de poder. Lo hace sin extremar las situaciones: no abundan los gestos malvados, pero todo está recorrido por pequeñas violencias. La autora procura llevar a la pantalla estas situaciones con una cierta sutileza visual. En una escena, la mujer de la casa fuerza a su empleada doméstica a bailar con ella. No sabe, ni le preocupa, que acaba de vivir una discusión con su hija. Roquet filma la escena desde lejos, sin concretar el grado de malestar del personaje. “Para mí es muy importante que el espectador pueda completar él mismo algunas cosas. Está claro que Rosana no quiere bailar y no hacía falta reforzarlo con un plano de su cara disgustada”, explica.

Con estas decisiones, la realizadora pretende preservar una cierta autonomía del público. Con todo, asume que los narradores “siempre estamos conduciendo al espectador, de alguna manera. El conflicto que planteo en Libertad está muy claro, no lo escondo en absoluto”. Roquet afirma que no quiere decirle a la audiencia “qué tiene que pensar respecto a eso mediante elementos más manipuladores o subrayados. Presento la historia. A partir de ahí, piensa tú lo que quieras”. A la pregunta de qué prioriza en caso de tensiones entre la naturaleza de los personajes que crea y el abordaje temático que le interesa, la autora explica que “es cierto que a veces temáticamente te llaman unas cosas, pero ves al personaje de otra forma. Para mí, en caso de duda, siempre pasa por delante el personaje. Pero si los personajes nacen mucho de la temática de la película, como en este caso, es más posible que todo vaya de la mano”. El resultado equilibra muchos tensiones posible: un ritmo causado y un cierto dinamismo en la narración de peripecias, la tesis y el cuidado a los personajes...

Libertad debe afrontar comparaciones con grandes obras sobre veranos y sobre procesos de maduración en entornos familiares. Roquet también ha encarado la dificultad de dotar de una cierta autenticidad a los retratos de las dos chicas adolescentes, bien acompañada por las jóvenes intérpretes. El proyecto suponía otro desafío más: tratar con delicadeza los efectos de la enfermedad de alzheimer en los pacientes y sus seres queridos. Roquet explica que “intenté tratarlo con mucho cariño porque lo he vivido de cerca. Mi abuela lo sufrió y el personaje está muy inspirado en eso”. “La enfermedad se puede vivir, o yo al menos lo hice, como una cierta desaparición de la memoria familiar, como algo que se pierde para siempre. Tiene algo de simbólico”, concluye.