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La dibujante Julie Doucet, ganadora en Angoulême: “Casi no podía creérmelo porque apenas nominan a mujeres”

Gerardo Vilches

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El pasado 17 de marzo el jurado del Festival de Cómic de Angoulême, el de mayor prestigio en Europa, otorgaba el Grand Prix de sus Premios a la autora canadiense Julie Doucet (Montreal, 1965). Se trata de un galardón que reconoce la carrera de artistas de la viñeta y que, en esta ocasión, ha recaído sobre una de las grandes dibujantes del cómic independiente en Norteamérica, referente de varias generaciones por sus historias autobiográficas, centradas en aspectos rara vez mostrados en ete género.

Doucet siguió la estela de autoras underground como Aline Kominsky-Crumb o Joyce Farmer pero, al contrario de ellas, se lanzó a la aventura de la autoedición sin el apoyo de un colectivo. Dirty Plotte fue el nombre que escogió para su revista, en la que daba rienda suelta a su imaginación y representaba sin tapujos escenas sexuales y oníricas, se planteaba dilemas sentimentales o artísticos y rompía todo tipo de tabúes sobre la sexualidad femenina. Tan transgresor fue su discurso que no solo provocó la incomodidad de los lectores varones, sino que varias librerías feministas se negaron a vender un material que pensaban que resultaba violento hacia las mujeres. Sus historias llamaron pronto la atención de la editorial Drawn & Quarterly, que publicó su revista de manera profesional a partir de 1991, de modo que compartiría editores con los también canadienses Seth y Chester Brown, sin que eso domara el espíritu punk de sus creaciones. En España pueden leerse en una edición completa en dos volúmenes, Julie Doucet. Cómics (1986-1993) y Julie Doucet. Cómics (1994-2016), publicados por la editorial Fulgencio Pimentel.

Que una autora tan radical como Doucet sea premiada en un Festival de la importancia del de Angoulême ha resultado toda una sorpresa, incluso para ella misma: “Fue muy inesperado, en primer lugar porque apenas nominan a mujeres; por eso, casi no podía creérmelo cuando escuché que me habían nominado. Este premio es el más importante que conozco en la industria del cómic así que fue bastante impresionante, aunque no soy una persona a la que estas cosas le importen demasiado”. Doucet pone el foco en un hecho controvertido sobre el palmarés del Grand Prix: solo dos mujeres antes que ella lo han ganado desde que se creó en 1974, Florence Cestac (2000) y Rumiko Takahashi (2019), a las que hay que sumar el premio especial del décimo aniversario que obtuvo Claire Bretécher (1983).

Un escaso bagaje para un galardón que está a punto de cumplir cincuenta años de existencia y que vivió su mayor polémica en 2016, año en el que ninguna autora se encontraba entre los treinta nominados, lo que provocó una protesta pública por parte del Collectif des créatrices de bande dessinée contre le sexisme (Colectivo de creadoras de cómic contra el sexismo), a la que se sumaron muchos autores nominados solicitando su retirada de la lista. Pese a las tibias excusas de la organización en aquel momento, esa protesta parece estar provocando algunos cambios. En 2022 la terna final ha estado compuesta por tres autoras: Catherine Meurisse, Pénélope Bagieu y la propia Doucet. “Como mujer, para mí ha sido muy importante subrayar este hecho cuando recogí el premio. Espero que no haya sido un accidente y que las cosas estén cambiando realmente. No sé por qué al Festival le ha costado tanto reconocer el trabajo de las mujeres. Pero lo que está claro es que el medio está cambiando y ellos se están viendo obligados a cambiar con él, les guste o no”, dice.

A pesar de no considerarse feminista durante su juventud, Doucet hoy afirma serlo sin ambages y, de hecho, su trabajo es una fuerte influencia para varias generaciones de autoras feministas posteriores. Artistas tan importantes en el cómic contemporáneo como Marjane Satrapi o Power Paola reconocen la importancia de obras como Mi diario de Nueva York (1999) o El affair de Madame Paul (2000). “Al comienzo de mi carrera no podía imaginar que fuera a llegar de esa manera a otras mujeres. Estaba muy sola como mujer que dibujaba cómics y hacía fanzines”, señala. “Pero, con el paso de los años, fui conociendo a jóvenes artistas que seguían leyendo mis cómics, para mi sorpresa… Supongo que todas esas historias en las que cuestionaba el concepto de género hoy resultan muy actuales. Ya entonces tenía esas dudas, pero no el vocabulario que tenemos hoy para hablar de ello”, cuenta.

La influencia de Doucet no disminuyó cuando decidió abandonar el cómic, cansada de una escena excesivamente masculina y ansiosa por experimentar en otros campos, como la fotonovela, el videoarte o el libro serigrafiado. Sin embargo, el Grand Prix le llega, casualmente, cuando está a punto de regresar al cómic tras casi dos décadas sin obras de peso: en abril, Drawn & Quarterly publicará Time Zone J, un libro que intercala reflexiones del presente con una intensa historia de amor que Doucet vivió en 1989 con un soldado al que enviaba sus fanzines por correo. “Es una especie de revisión del lenguaje del cómic”, dice. “Tenía esta historia que contar, y había probado todo tipo de maneras de contarla, sin éxito, hasta que di con esta: dibujar multitudes de gente, animales y objetos, como un fresco de los cuadernos Fabriano Leporello [de acordéon]. A través de ellos estoy yo, mi propio personaje, ¡sí, otra vez yo!, que cuenta esta historia autobiográfica. He dibujado todo sin lápiz, directamente a tinta, así que el dibujo es muy improvisado y orgánico, aunque la historia no lo es”, relata.