Lanzarote, José Saramago y Pilar del Río: una historia de amor

La censura fue el último empujón que llevó a José Saramago a Lanzarote. En abril de 1992, el Gobierno del conservador Cavaco Silva decidió eliminar un libro de Saramago de los elegidos para representar a la nueva literatura portuguesa en Europa. El Evangelio según Jesucristo no gustaba a las piadosas mentes católicas del Gobierno portugués. Además, su autor era comunista y, por último, aseguraban, el libro estaba mal escrito. Seis años más tarde Saramago ganó el Nobel de Literatura, no hay mucho más que decir.

Hoy, 30 años después, con la libertad de expresión de nuevo amenazada, es una maravilla leer La intuición de la isla (Itineraria), un libro de amor a la vida escrito desde la alegría y el talento de Pilar del Río, la mujer que compartió los últimos 24 años de la vida del escritor portugués.

Saramago soñó la balsa de piedra, esa gran barca en la que se convertiría la península Ibérica. Desgajada de Europa transportaría personas y culturas de un lado al otro del mar. El sueño tomó forma y realidad el día en el que Lanzarote se cruzó en su vida y decidió instalarse allí para convertir su casa, A Casa, en un semillero de la mejor literatura contemporánea. Ensayo sobre la ceguera, nos cuenta Pilar, fue la primera obra escrita en la isla. “¿Y si todos fuéramos ciegos?”, se preguntó el escritor. Necesitó llegar a Lanzarote para encontrar la respuesta.

Saramago trabajó mucho en su estudio de A Casa, pero no solo. Había un jardín soñado que ir construyendo. Estaba el mar, Fuerteventura en el horizonte, la Isla de Lobos un poco más cerca. Pero, sobre todo, lo más importante eran los amigos. Lanzarote, ya el hogar de José y Pilar, pronto se convirtió en un lugar de encuentro y diálogo. Escritores, directores de cine, políticos. Amigas y amigos convirtieron A Casa en un foro abierto de tertulias, comidas —el bacalao siempre presente— y risas.

Pilar del Río lo cuenta con soltura y ternura. Son píldoras de una vida intensa, llena de anécdotas que nos transportan a la trastienda sencilla de personas notables. Los auténticos no necesitan oropeles. Cuenta Pilar que José, impresionado tras ver El sol del membrillo, la película en la que Víctor Erice retrata el placer y el dolor del trabajo del pintor Antonio López, decide plantar en el jardín de A Casa dos membrilleros. Uno se llamará Antonio López, el otro Víctor Erice. “No pudo ser —escribe Pilar— un membrillero resultó manzano, y otro, membrillero auténtico, no resistió la dulzura del clima de la isla, reclamó grados bajo cero, frío y lluvias, y como no lo consiguió se dejó ir a otra realidad, la de los árboles confundidos por humanos de buena voluntad y pocos conocimientos botánicos. El error fatal de confundir árboles no fue el único cometido en el jardín de A Casa, donde los sentimientos estaban por encima del sentido común”.

José Saramago murió en Lanzarote: “No hubo tragedia en A Casa el día 18 de junio de 2010, sí un íntimo y profundo luto que se transmitía apenas con miradas, apenas con el silencio”. Pilar cuenta cómo las cenizas del escritor, cubiertas por tierra de su jardín de Lanzarote, reposan bajo un olivo centenario de Azinhaga, su pueblo natal, sembrado frente a la Casa dos Bicos, sede de la Fundación Saramago en Lisboa. Junto al árbol, en el suelo, una leyenda: “No subió a las estrellas porque pertenecía a la tierra”. La frase final de Memorial del convento se convirtió en el mejor epitafio.

¡Qué fácil es enamorarse de Saramago a través de las palabras escritas por Pilar del Río! Obrigado, Pilar; obrigado, José.

Pilar del Río presenta hoy, 4 de octubre, La intuición de la Isla en la Librería Tipos Infames (calle de San Joaquín, 3. Madrid) a las 19:30 horas.