La economía alemana confirma su caída y mira con desconfianza a 2024

Aldo Mas

Berlín —

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Alemania tiene por delante este año salir de la senda descendente en la que entró en 2023. La tradicional gran locomotora de Europa, reconocida como “motor del crecimiento” continental y cuarto PIB del planeta, se encogía un 0,3% el pasado ejercicio, según confirmaban los datos preliminares publicados este lunes por la Agencia Estadística alemana, Destatis. Fue la única gran economía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que acabó en 'crecimiento negativo' en 2023.

Pero las malas noticias no se quedan ahí. La sombra que ennegrece la situación económica germana es más larga de lo previsto, a tenor de las previsiones de centros como el Instituto de la Economía Alemana (IW, según sus siglas alemanas), con sede en Colonia (Oeste) y que pronostica una nueva contracción del 0,5% del PIB teutón para el año que acaba de comenzar.

En sus previsiones, el IW, al que se describe como cercano al mundo empresarial, casi coincide con el Instituto para la Macroeconomía y la Investigación de la Coyuntura Económica (IMK, por sus siglas alemanas), con sede en Berlín.

Este centro, que es parte de la Fundación Hans-Böckler, cercana al mundo sindical teutón, ha previsto que el PIB alemán caiga un 0,3% en 2024. Por su parte, el departamento de investigación de Deutsche Bank apuesta por una nueva caída del 0,2% en este ejercicio.

Cierto es que, como recogía en diciembre la edición local de Business Insider, en Alemania hay un buen número de centros e instituciones económicas que apuestan por un repunte en 2024. El propio gobierno de Olaf Scholz estima que el PIB crecerá un 1,3% este año. Es un pronóstico optimista si se compara con las previsiones de crecimiento para Alemania de la Comisión Europea (0,8%) o el Fondo Monetario Internacional (0,9%).

Con todo, en la lista de predicciones que presentaba el Business Insider, la buena quincena de institutos y organismos públicos y privados dedicados al estudio económico había una constante: la tendencia a la baja en las previsiones. Todos pensaban en 2023 que 2024 sería un mejor año.

Perdiendo su corona

En este contexto, el diario Bild, el más leído de Alemania, se preguntaba en el día de Año Nuevo: “¿Está amenazado nuestro bienestar?”. Una encuesta de este periódico reflejaba que el 94% de la población germana se preocupa por la situación económica del país. En la Asociación de las Cámaras de Comercio e Industria de Alemania (DIHK, por sus siglas en alemán), señalan que la economía no sólo “está en aguas turbulentas”, sino en una “grave crisis económica”.

En medios internacionales como el británico The Telegraph, Alemania aparecía incluso hace unos días “perdiendo su corona de campeón industrial de Europa”. Las dificultades del sector de la construcción germano, o las complicaciones que atraviesan grandes nombres teutones como BayerVolkswagen ThyssenKrupp son síntomas de la crisis industrial del país, una evolución que aquí llaman ya “desindustrialización”.

El inicio de la ilegal guerra de Rusia contra Ucrania, siendo Alemania un país que se hizo dependiente del gas natural ruso, ha supuesto una más que notable degradación económica para el país del canciller Scholz. Pese a que están a punto de cumplirse dos años del inicio de esa guerra a las puertas de la Unión Europea (UE), Alemania no parece haber hecho lo suficiente para salir de la crisis.

Los altos costes energéticos suelen ser los señalados para explicar el bajón sufrido por el tejido industrial del país. Ese bajón y esos costes también explican buena parte de la impopularidad del Ejecutivo y de su líder.

Scholz y su coalición, compuesta por socialdemócratas, ecologistas y liberales, acabaron el año con sólo un 1% de personas muy satisfechas con su labor, según del portal de internet alemán Statista. El 82% de la población está muy poco o poco satisfecha con el desempeño del Ejecutivo.

Ahora bien, esa insatisfacción podría ser mayor. Porque las cuentas presupuestarias del Ejecutivo para 2024 prevén importantes recortes del gasto, incluido el social. Tanto es así que el periódico progresista Frankfurter Rundschau ha calificado de “antisocial” el cambio político que suponen.

Entre las ideas que manejan Scholz y compañía en este 2024 figura, por ejemplo, recortar hasta dos meses las ayudas sociales para aquellos desempleados que rechacen las ofertas de empleo de las organizaciones destinadas a la lucha contra el paro, que eso sí, está en mínimos históricos.

La Oficina Federal de Estadística (Destatis, por sus siglas en alemán) cifraba hace unos días en 45,9 millones el número de personas que trabajaron, de media, en Alemania en 2023, un récord desde 1990, el año de la Reunificación.

También pueden apuntarse un tanto Scholz y su ministro de economía, el ecologista Robert Habeck, dado que, en 2023 el porcentaje de energía producida por fuentes energéticas renovables superó el 50% del mix energético teutón, con un máximo en la historia de Alemania, que ha podido capear el apagón nuclear de 2023 sin que se dispare la generación con carbón y gas y gracias, en especial, a la pujanza de la eólica. Pero hitos como ese, y el del empleo, no disipan, de momento, las sombras que siguen cerniéndose sobre su economía.