Siemens permanece ajena a las turbulencias de la industria alemana

Aldo Mas

Berlín —

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¿Quién dijo crisis en Siemens? En un momento en el que la economía de Alemania sufre por las consecuencias del cierre del grifo del gas ruso derivado de la ilegal guerra de Vladimir Putin contra Ucrania, no a todas las empresas germanas les va igual. En el país del canciller Olaf Scholz hay miedo a la desindustrialización resultante de la subida en los precios, especialmente el de la energía, que ha traído las sanciones contra Moscú y la guerra rusa.

Hay firmas, como la gran compañía de la industria química BASF, que han puesto en marcha planes de ahorro para lidiar con el alza de los costes de producción. El fabricante de neumáticos Continental, uno de los referentes de la potente industria germana del automóvil que tiene algo más de 190.000 empleados en todo el mundo, era noticia este mes por haber visto caer en un 97% sus beneficios en el cuarto trimestre de este, para muchos, difícil 2022.

El conglomerado tecnológico germano Siemens, sin embargo, parece ajeno a las dificultades que sí viven esas empresas y otros bastiones del capitalismo teutón. Cierto es que a esta firma, con sede en Berlín y Múnich, le ha podido doler su salida del negocio ruso. Ha perdido en Rusia hasta 1.100 millones de euros, según estimaciones de este verano del diario Handelsblatt. También hay problemas en su filial Siemens Gamesa, fabricante de aerogeneradores que el pasado mes de septiembre anunciaba 2.900 despidos (352 de ellos en España), que en Alemania se asumen como un problema por resolver. Las movilizaciones de los trabajadores se mantienen en protesta por los despidos y con la exigencia de mantener estabilidad en el empleo.

Pero cuando en Siemens presentaban resultados del ejercicio de 2021-2022, en las cuentas de la empresa había cifras récord en su área “industrial”, la que se podría suponer amenazada de “desindustrialización”. “Siemens ha vuelto a obtener unos resultados récord en el ejercicio 2022, con unos beneficios operativos de más de 10.000 millones de euros en el negocio industrial”, informaba Roland Busch, presidente del consorcio tecnológico germano en el último comunicado sobre los “excelentes resultados del ejercicio 2022” de la compañía.

“Es la primera vez” que el beneficio operativo de la firma llega a esos 10.000 millones, subrayaban en el Handelsblatt. Ese diario parecía rendido a la eficacia de la compañía, dado el contexto económico que impone la guerra en Ucrania, la inflación y las otras “turbulencias” que amenazan actualmente el crecimiento de cualquier iniciativa industrial.

Pedidos por valor de 89.000 millones

En 2022 los pedidos recibidos en Siemens aumentaron un 17%, totalizando 89.000 millones de euros, un montante sensiblemente superior al de 2021 (71.400 millones).

Para 2023, Busch se permite ser optimista pese a las no pocas amenazas que asoman en el horizonte económico internacional. Según las cuentas del Gobierno germano, Alemania entrará en recesión inevitablemente el año próximo. De momento, Scholz y compañía tienen sobre la mesa una estimación oficial de una contracción del PIB teutón del 0,4% para 2023. También la inflación, otro factor capaz de frenar el crecimiento, se evalúa desfavorable en Alemania para el año que viene. Se estima que será de un 10%.

En Siemens, sin embargo, Busch cree en que el “negocio industrial seguirá siendo rentable” en 2023. Eso sí, saben en la empresa germana que desafíos vinculados a los problemas de las cadenas de abastecimiento de componentes generadas por el parón en 2020 impuesto la COVID-19 siguen ahí del mismo modo que, por supuesto, las tensiones geopolíticas derivadas de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania.

Esos motivos de preocupación, sin embargo, no van a evitar este año que los dividendos de los accionistas de Siemens crezcan en 25 céntimos por acción respecto al año pasado, alcanzando los 4,25 euros por título de la compañía. Con ese dinero van a poder celebrar los accionistas de la firma los 175 años de la empresa alemana, fundada el 1 de octubre de 1847 en Berlín, cuando la ahora capital germana era el centro neurálgico y político del Reino de Prusia.

A la espera de las ayudas de Scholz... y la recesión

La historia de Siemens acompaña, en buena medida, la historia de la propia Alemania. En palabras recientes del canciller Scholz, con la fundación de Siemens, se puso “no solo la primera piedra de la era industrial, sino también de la innovación y de la segunda revolución industrial”.

Ahora, sin embargo, Scholz tiene que lanzar su “paraguas de protección” contra la crisis energética causada por el cierre del grifo del gas ruso, al que Alemania se había hecho dependiente. Con esa expresión - “paraguas de protección” - se alude aquí al discutido plan de 200.000 millones de euros en ayudas con los que el Gobierno alemán quiere mantener a flote a empresas y hogares germanos.

A buen seguro, esas ayudas serán útiles para firmas como Siemens. Porque, si bien Busch puede sacar pecho por el rendimiento de su compañía en el último ejercicio, la recesión de 2023 “acabará viéndose tarde o temprano en las cuentas de las empresas del DAX”, según ha dicho Mathieu Meyer, de la consultora EY, a las páginas económicas del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. El DAX es el nombre del índice que reúne el valor bursátil de las cuarenta mayores empresas alemanas. Siemens destaca entre dichas compañías.

Se supone que las medidas que incluye el plan de los 200.000 millones de Scholz contribuirán a frenar los efectos de la contracción asociada al factor energético. Entre esas medidas figura “un freno al precio del gas” para la industria gracias al cual actores como Siemens pagarán el 70% de la factura gasística con un coste de 7 céntimos por kilovatio hora entre enero de 2023 y mayo de 2024. Solo en el “freno al precio del gas”, del que también se beneficiarán los hogares, costará al Estado alemán 91.000 millones de euros.