Seis lugares en Marruecos que te sorprenderán con total seguridad

El azul y el verde predominan en los Jardines Majorelle, uno de los imprescindibles de Marrakech.

Elisabeth G. Iborra

Marruecos está cambiando tanto como potencia turística que debes librarte de prejuicios y atreverte a explorar hasta sus pueblos más recónditos. Como consejos generales, con un día en cada ciudad, tienes bastante; para moverte, lo mejor es el grand taxi compartido en los núcleos urbanos y los buses confort plus o Premium de CTM que recorren todo el país. Y no menos importante: comprueba si tu banco tiene convenio con los marroquíes si no quieres quedarte tirado sin poder sacar dinero de ninguno.

Fez

La ciudad más antigua de todas las capitales imperiales (fue fundada hace 1.200 años) contiene una medina de 15 km2 llamada Fés el-Bali. Una vez entras por la famosa puerta de Bab Bou Jeloud, puedes lanzarte a callejear observando atentamente las fachadas y los portones que conservan la arquitectura original de las mezquitas, medersas (escuelas teológicas), riads (Dar lmallouki), hammams (el Mernissi es un lujo) y viviendas de los miles de Fassis que aún habitan en la parte antigua. Alrededor se han ido desarrollando a lo largo de los siglos las otras partes de la capital más “auténticamente marroquí”, a saber: Fès el-Jdid, donde se ubican el barrio judío y el Royal Palace con sus bellísimos jardines; y The ville nouvelle, el área más afrancesada, con sus grandes bulevares.

Dentro de la medina, los guías espontáneos intentarán llevarte a curtidurías, pero pregunta por la más grande, Chouara, que puedes observar desde una terraza por lo que quieras dejar de propina. Después de tanto patear vas a necesitar sentarte a reponer fuerzas, opta por una terraza al aire libre como la del restaurante Hakim para comerte un tajine de pescado. O tómate un refresco con la música del Café Smile tirada en un puff.

Meknes

Meknes o Mequinez tiene una medina bastante más modesta que la de Fez, pero también más tranquila para pasear. Y lo mejor es la entrada, muy similar a la plaza Yamaa el Fna de Marrakech, donde se eleva triunfante la puerta Bab Mansour encuadrada en la colosal muralla que protege en Palacio Real construido entre el s.XVI y XVII. También sorprenden sus calles rosadas con cornisas y grandes portones de madera que, en algunos casos, esconden riads espectaculares.

A unos 35km se erige en la montaña Mulai Ydris, un pueblito donde éste se hizo construir su santuario y desde donde se avista la antigua capital del imperio mauritano-romano de Volubilis. Las ruinas, complementadas por el centro de interpretación, permiten hacerse una idea de la riqueza e importancia de la región en todo el comercio del Mediterráneo.

Essaouira

Essaouira tiene la fama que se merece. El kitesurf ha traído modernidad al pueblo y los locales se mezclan con los turistas en terrazas con fantásticas vistas como la del Taros, el hotel Al Fath o el Bar Celona, a pie de playa. Hay multitud de preciosos riads, boutiques, galerías y restaurantes internacionales con precios que también lo son, por supuesto. Aunque sigues teniendo la opción auténtica y baratísima de adentrarte en una de las freidurías de pescado de la medina o del puerto.

Rabat

A pesar de ser la capital política de Marruecos, es muy manejable, especialmente el área de la Medina, cuya arteria principal es la Rue des Consuls, y de la Kasbah de los Udayas, con sus casitas blancas y azules y un café con vistas a la playa que atestan los oriundos, y a La Marina, a donde puedes cruzar en barquito desde Rabat.

En las afueras de la muralla encuentras la paz en la Necrópolis de Chellah, y dando un paseo llegas al Mausoleo de Mohamed V, la tumba del “padre de la Independencia marroquí”, justo detrás de la Torre Hasán, un minarete precioso aunque inacabado.

También merece la pena pasear por la Ville Nouvelle, construida en 1912 por los franceses; la avenida Mohammed V, donde están la estación de tren, el Parlamento de Marruecos o la destacable Oficina de Correos; y visitar el Museo Mohamed VI de Arte Contemporáneo. Piérdete también por sus jardines, un soplo de aire fresco entre tanto bullicio. Otro rincón tranquilo es el restaurante marroquí Dar El Medina, pero si te entra el mono de beberte una botellita de vino, en Casa Jose tienen decenas de marcas marroquíes y españolas. También está en Casablanca, donde al menos tienes que parar para alucinar con la mezquita de Hassan II frente al Atlántico.

Marrakech

Marrakech se ha convertido en una belleza que mezcla el color terracota de los edificios con el verde de sus espectaculares jardines (genial el Majorelle) y avenidas ‘refrescadas’ por palmeras. Cosmopolita como ninguna, oferta una inabarcable variedad de bares, algunos de precios normales como Le Bistrot Marrakech, y restaurantes auténticos como el espectacular Palais Chahramane, que conserva la decoración tradicional como escenario para sus espectáculos nocturnos con cena. ¡Prueba el tajine de cordero con ciruelas y el pescado fresquísimo con un buen vino!

Además de la famosa Yaama el Fna, hay visitas imprescindibles como el Palais El Badi y el de la Bahía. Y puesto que del calor no te salva nadie, refúgiate en un oasis con piscinas como el Hotel Riad Ennakhil & Spa.

Agadir

Toda la costa de alrededor se está construyendo para acoger al turista y darle placer. Y por eso aquí puedes encontrar bares y restaurantes y tiendas destinadas a gustar al cliente internacional. Nada malo en ello, porque conserva la cultura marroquí, por ejemplo, en los puestos de pescado fresco del puerto, mucho más populares entre los locales y baratos que La Marina o la Corniche; o en los del Zouk el Had, las mejores sardinas de tu vida por 1 €.

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