“Hace 25 años se estrenó una serie llamada Las chicas Gilmore, y aparentemente secuestró el otoño”. Lo dejaba claro una de sus protagonistas, Lauren Graham (Lorelai) en la reunión de los Premios Emmy, coincidiendo con el 25 aniversario de la serie. Las chicas Gilmore se ha consolidado con el paso del tiempo como la serie de otoño por excelencia.
Aunque su primer episodio se emitió el 5 de octubre del año 2000, cada otoño parece que volvemos inevitablemente a Stars Hollow. La estética de la serie encaja de manera casi perfecta con esta estación: el paisaje del pequeño pueblo, los tonos cálidos —marrones, naranjas, dorados—, y la rutina de sus protagonistas, Lorelai y Rory Gilmore, envueltas en jerséis, con una taza de café entre las manos, pidiendo comida a domicilio mientras leen o ven una película bajo una manta. Muchos de sus capítulos transcurren precisamente en esta época del año, e incluso su introducción comienza con un paisaje otoñal de la zona.
“Se juntan muchas cosas”, explica Belén Prieto, periodista especializada en cine y televisión, para quien la trama también influye en que volvamos a ella en otoño. “Que el planteamiento de la serie se base en estar sentadas tomando un café hablando de lo que les preocupa nos da una sensación de calidez y hace que conectemos con las ganas de quedar con nuestras amigas para ponernos al día en una estación en la que el tiempo no acompaña”.
Para fans de Las chicas Gilmore como Elvira o Andrea, la elección de ver esta serie en otoño tiene mucho que ver con su estética, pero también con que sea una serie que ya conocen, que es capaz de crear una atmósfera acogedora que les hace sentir en “un lugar seguro”.
La búsqueda de este tipo de series en otoño tiene una explicación para Dalia Rodríguez, neuropsicóloga: “El otoño no solo cambia el paisaje; también envía al cerebro un ‘mensaje de ahorro de energía''. Al acortarse los días y bajar la temperatura, nuestro sistema nervioso interpreta el entorno como menos estimulante y más demandante de resguardo, por eso surge de forma natural la búsqueda de refugio emocional: cosas conocidas, cálidas y predecibles. Por eso, en otoño tendemos a buscar contención: rutinas, espacios cálidos, historias conocidas”.
La costumbre anual de revisitar Las chicas Gilmore se extiende a otras series y películas. Hace unas semanas, la cómica Lalachus lo comentaba en La Revuelta: “El otoño es increíble (...) Cae una gota de lluvia y ya estamos haciendo un maratón de Crepúsculo”.
Hacer cada año maratón de Crepúsculo o de Las chicas Gilmore cuando se acerca esta época del año es tan común como volver a ver la saga de Harry Potter cuando se acerca la Navidad, Mamma Mía en verano o Coraline y La novia cadáver cuando llega Halloween. Volver a ver películas y series que nos gustan es algo tan habitual —y que no siempre va ligado a una época del año concreta—, que el fenómeno tiene nombre: comfort watching [visionados de confort].
¿Qué es el comfort watching?
El comfort watching es volver a ver una serie o película conocida para sentir seguridad, calma o compañía. Así lo explica Adrián Quevedo, psicólogo y divulgador, que afirma que esta conducta puede ser “un refugio”. Para Prieto, experta en cine, podemos calificar como “de confort” aquel contenido “liviano” que “sabemos que no nos va a hacer pasar un mal rato ni causar tensión”.
Elvira, psicóloga y fan de Las chicas Gilmore, considera que la trama de las series o las películas es lo que hace que para ella sean “confort”: “Deben hablar de cosas ligeras que digerir, no ser muy trascendentales o filosóficas, aunque traten temas ‘serios’ de vez en cuando”.
Para otras amantes de las series, como María del Mar, de 63 años, las historias que puede volver a ver una y otra vez tienen algo en común: son policiacas o “de médicos”. Asegura que siempre le apetece ver algún capítulo de Mentes Criminales, todas las variantes de CSI, House o Anatomía de Grey, y añade: “De antaño mencionaría series como Urgencias, Hospital Central o Expediente X”, para ella, las series de confort han existido “toda la vida” y consumirlas no es algo exclusivamente de las nuevas generaciones.
¿Por qué volvemos a ver las mismas series y películas una y otra vez?
Selene, periodista y fan de Las chicas Gilmore o Los juegos del hambre, tiene claro qué le hace volver a ver sus películas o series favoritas: “Sé que me van a gustar y no me requiere esfuerzo mental, me las puedo poner de fondo mientras hago otras cosas”. María, de 27 años, se sabe los diálogos de Aquí no hay quien viva de memoria, pero eso no le impide volver a ver una y otra vez capítulos de la serie que tanto le hace reír y le ayuda a conciliar el sueño.
María del Mar sugiere que el motivo por el que muchos espectadores vuelven a ver sus series o películas favoritas es similar al que lleva a los niños a pedir que les lean el mismo cuento una y otra vez. Jaime, que ahora tiene 27 años, recuerda cómo cuando era pequeño, él y sus hermanos veían Peter Pan cada día al volver del colegio. Ahora comparte ese ritual con su novia, y ha cambiado Peter Pan por series como The Office o Modern Family.
Sé que me van a gustar y no me requiere esfuerzo mental, me las puedo poner de fondo mientras hago otras cosas
Cada persona tiene su momento ideal para recurrir a su película o serie favorita. Raquel, de 22 años, se decanta por su serie de confort por excelencia, La que se avecina, cuando está “cansada mentalmente”, cuando quiere ver algo pero no quiere decepcionarse y sentir que ha perdido el tiempo eligiendo un título que finalmente no le gusta. Andrea, graduada en Comunicación Audiovisual, está de acuerdo: “Diría que la razón principal es la economía del tiempo (...) Saber que vas a ‘invertir’ parte de tu tiempo en ver algo que te gusta o te hace sentir mejor es una apuesta segura y satisfactoria”.
Selene suele recurrir a ellas cuando está triste; Álvaro, declarado fan de The Office, también cuando está triste o cuando ha encadenado un par de series que no le han gustado; a Jorge, aficionado a la animación, le acompañan en las horas del desayuno, comida o cena; Jaime, por su parte, comparte películas de confort con su familia, y las eligen cuando no se ponen de acuerdo en qué ver.
Es probable que muchas de estas razones nos resulten familiares, o incluso que compartamos motivaciones similares. Pero lo interesante es que no se trata solo de sensaciones personales o una costumbre aislada: desde la ciencia y la psicología se ha explicado por qué nos resulta tan placentero y reconfortante repetir contenidos que ya conocemos.
La psicología detrás del comfort watching
“Cuando nos sentimos mal, ansiosos, estresados, enfadados o tristes, las personas experimentamos un estado de desregulación emocional, lo cual nos lleva a buscar conductas que nos ayuden a regular este estado. Y, una de esas conductas que regula nuestro estado emocional, es volver a ver una peli o serie que nos gustó en el pasado”. Así lo explica el psicólogo Adrián Quevedo, quien añade a elDiario.es: “Esto se debe al efecto del aprendizaje que tuvimos en el momento de ver la película. Cuando viste esa peli o serie que tanto te encanta, no es solo que te encantase, sino que te generaba sensaciones agradables y eso tu sistema lo recuerda”.
Desde la neuropsicología, expone Dalia Rodríguez, se explica que “lo familiar reduce la incertidumbre y la carga cognitiva: al conocer tramas y desenlaces, el cerebro comete menos ‘errores de predicción’, procesa más fácil lo que ve y eso se siente agradable y seguro”. Así, lo que procesamos con menos esfuerzo —un capítulo de Las chicas Gilmore que ya hemos visto muchas veces—, “gusta más y se percibe como más verdadero/seguro”. Lo conocido nos aleja del estado de alerta que puede provocar una serie o película que no hemos visto, donde no sabemos cuál será el desenlace y estamos constantemente tratando de adivinar qué va a pasar. En una serie que ya conocemos, sabemos qué va a ocurrir y eso genera tranquilidad: no hay sobresaltos ni incertidumbre, solo una secuencia que nos puede generar confort y tranquilidad, un “espacio seguro”.
Cuando viste esa peli o serie que tanto te encanta, no es solo que te encantase, sino que te generaba sensaciones agradables y eso tu sistema lo recuerda
En conversación con elDiario.es, Rodríguez explica cómo la novedad y la repetición activan placeres distintos en el cerebro. Lo nuevo genera una pequeña sorpresa que libera dopamina, “la señal de interés y recompensa”, y despierta la curiosidad. “Por eso lo nuevo nos engancha, nos mueve a explorar y rompe el tedio”.
Con la repetición, el mecanismo es casi opuesto. “Como ya sabemos lo que viene, el cerebro lo procesa con más facilidad y hay menos incertidumbre”, explica. En ese contexto, la amígdala —nuestro detector interno de amenaza— baja la guardia y se activa “el modo parasimpático del sistema nervioso”, ese estado corporal de descanso y restauración que estabiliza la respiración y el pulso. A ello se suma algo emocional: la sensación de pertenencia. “Los personajes, músicas o lugares familiares nos cobijan, nos devuelven una idea de hogar”, dice Rodríguez. En definitiva, la novedad exige energía y atención, mientras que la repetición ofrece descanso y seguridad, como si el cerebro se dejara llevar por un “piloto automático amable”.
“Conectar con una versión de ti que ya no existe”
La nostalgia también ocupa un papel importante a la hora de decidir volver a ver un título que ya conocemos. Para Carla Crespo, escritora y autora de novela romántica, “volver a leer un libro que ya has leído o volver a ver una serie o película que ya conoces es algo tan sencillo como volver a casa de tus padres cuando eres adulto, vuelves a ese lugar donde fuiste feliz y te sentías seguro (...) Volver a ver una serie como Las chicas Gilmore es alejarte de la realidad y vivir en una burbuja de felicidad, aunque sea un ratito”.
Prieto coincide en que revisitar nuestras series y películas de confianza “ya no es solamente una forma de sentirnos más seguras, sino que es también una forma de conectar con una versión de ti que ya no existe”, aquella que veía las películas de pequeña con su familia o estaba descubriendo su serie favorita en su adolescencia. En definitiva, la nostalgia es “una emoción social que aumenta conexión, significado, optimismo y regulación del ánimo”, y que puede estar detrás de esas tardes de maratón, según Rodríguez.
Esto de nuevo tiene explicación para el psicólogo Quevedo, quien señala cómo las últimas generaciones han crecido con la televisión desde pequeños, “hemos aprendido que también las pelis y series pueden ser elementos de regulación emocional y hemos tenido mucha mayor disponibilidad tecnológica que las generaciones anteriores”.
Revisionado como revolución
La vorágine de estrenos de series y películas —tanto en plataformas de streaming como en la gran pantalla— hace prácticamente imposible que estemos al día. Incluso para Prieto, que se dedica a ello, asegura que la avalancha de estrenos resulta imposible de abarcar. La especialista en cine está segura de que esta es otra de las razones por las que nos decantamos por lo conocido: “Es más cómodo volver a ver algo que ya conocemos, que sé que me va a hacer sentir a gusto, que me va a hacer desconectar un rato de nuestro frenesí diario” antes que enfrentarnos a la incertidumbre de lo nuevo.
Andrea Martínez, creadora de contenido y divulgadora cultural, está segura de que llegamos al otoño deseando cambiar las dinámicas de verano, y series como Las chicas Gilmore nos apetecen porque “nos permiten parar”. “Parece que todo hay que hacerlo por la estética (es un poco la dictadura de las redes sociales) y creo que en verano acabamos hartos de ver grandes viajes a través de la pantalla y de hacer muchos planes que, generalmente, son aspiracionales y que casi nadie se puede permitir. Esa estética confort es mucho más alcanzable y, al mismo tiempo, llena algo que necesitamos en la sociedad actual: crear un espacio de calma en el que no haya que hacer nada ni descubrir nada nuevo”, escribe.
Es más cómodo volver a ver algo que ya conocemos, que sé que me va a hacer sentir a gusto, que me va a hacer desconectar un rato de nuestro frenesí diario
Para Prieto, el comfort watching puede llegar a convertirse en un “refugio”, una manera de “parar”, “frenar” o incluso “escapar” de la rutina diaria que nos absorbe y nos presiona a ser constantemente productivos y estar ocupados continuamente con nuevas experiencias. Al encontrar un respiro en nuestro día a día —en forma de serie o película de confianza—, “nos aferramos a ella”.
Cuando la sociedad y el mundo laboral premian la productividad extrema, para Martínez, “consumir algo que ya has consumido es toda una revolución”. La divulgadora está segura de que “todo eso nos hace reencontrarnos con la calma, no necesitas leer o ver esa serie corriendo, nadie la está comentando ya, nadie la va a estropear”.
En un mundo que nos empuja a no parar nunca, volver a lo conocido se convierte en un gesto simple pero poderoso: elegir la quietud frente a la prisa. Quizá por eso, cada otoño, regresamos a Stars Hollow o a cualquier otro lugar donde ya sabemos lo que va a pasar, pero donde —por un rato— todo es tranquilo.