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Cinco días en prisión demuestran que los titiriteros tenían razón

Si los titiriteros querían denunciar que el poder utiliza el espantajo del terrorismo como excusa para aplastar cualquier disidencia e imponer su modelo de sociedad, sin duda lo han conseguido. Los cinco días y cinco noches que han pasado estos dos jóvenes entre rejas han convertido su parodia en realidad, el trapo de sus muñecos en su propia carne. En su obra de ficción, un policía colocaba una pancarta con el “Gora Alka-ETA” a otro de los títeres para incriminarle. En el mundo real, un juez y una fiscalía han hecho exactamente lo mismo: encarcelar a dos titiriteros por un delito de ficción, endosándoles el cartel que portaba uno de sus muñecos.

Como escribe Juan Diego Botto en este artículo imprescindible, criminalizar la ficción es propio de las peores dictaduras. Violar a una marioneta, o ahorcarla, o matarla a porrazos no es un delito. Tampoco es un delito asesinar a garrotazos a cinco bebés de trapo recién nacidos; si fuese un crimen, el culpable sería Federico García Lorca porque exactamente eso sucede en el 'Don Cristóbal' que escribió para su teatro de marionetas. Ahorcar a un títere vestido de juez es una imagen chocante, pero no menos que pasar a un títere policía por una picadora de carne para hacer salchichas, como sucede en el clásico británico de los títeres, 'Punch y Judy'.

¿Era ofensiva esta representación? Depende, ofenderse es una libertad individual. A mí me ofenden mucho más las mentiras sobre estos títeres, la manipulación con la que se ha vestido este muñeco en tantos medios de comunicación, el discurso del odio que propagan quienes utilizan el dolor provocado por el terrorismo para criminalizar a sus rivales políticos y dividir a la sociedad. Me indigna, e indigna a cualquier definición de la palabra justicia, que la reacción de la Fiscalía y la Audiencia Nacional no sea ni parecida cuando un locutor de radio lamenta no tener un arma para disparar a varios diputados. Pero que los ofendidos puedan no solo censurar una obra de ficción sino también encarcelar a sus autores demuestra que la España de la ley mordaza deriva peligrosamente hacia la Hungría de Orbán o la Turquía de Erdogan.

El 'todo es ETA' sigue siendo el garrote con el que la derecha golpea todo aquello que le viene mal, desde las protestas contra los recortes hasta aquellos pactos de Gobierno que mandan al PP a la oposición. Todo es ETA, sin grises, y por eso a los titiriteros les aplicaron en prisión el mismo protocolo de presos extremadamente peligrosos que recibe cualquier terrorista; como si en vez de muñecos de trapo les hubiesen incautado media tonelada de explosivos y unos cuantos kalashnikov.

Dirigir 'El hundimiento' no es apología del nazismo. Protagonizar 'Ocho apellidos vascos' no es tampoco apología del terrorismo. La única apología que hasta ahora se ha demostrado es la del disparate: encarcelar a dos titiriteros en prisión sin fianza por un episodio así, cuando no existía riesgo de destrucción de pruebas ni de reincidencia ni de fuga; como si los dos titiriteros se fuesen a escapar con el resto de los 'alkaetarras' a Siria o Afganistán. Esto ha pasado en España, en la Unión Europea, en el año 2016, y la rectificación parcial del juez y la fiscalía no le quita a este episodio toda su gravedad: los titiriteros están al menos en libertad, pero los gravísimos cargos contra ellos continúan.

La obra de los dos titiriteros no era apta para menores, así lo asumían los propios artistas en su web. Representarla para niños es un error que el Ayuntamiento está obligado a depurar: alguien dijo una cosa en el programa –que era para todos los públicos– y la contraria en Facebook –que era solo para adultos–. Alguien ocultó información o no hizo bien su trabajo. Pero es un error político, no un delito de terrorismo.

Los titiriteros aún se enfrentan a penas de cárcel extremadamente duras y tendrán que firmar cada día en el juzgado. Mientras tanto, en este teatro del absurdo llamado España, Jordi Pujol sigue en libertad sin fianza y el PP blinda a Rita Barberá como aforada en el Senado. No miren las marionetas, sino a quien mueve los hilos.

Si los titiriteros querían denunciar que el poder utiliza el espantajo del terrorismo como excusa para aplastar cualquier disidencia e imponer su modelo de sociedad, sin duda lo han conseguido. Los cinco días y cinco noches que han pasado estos dos jóvenes entre rejas han convertido su parodia en realidad, el trapo de sus muñecos en su propia carne. En su obra de ficción, un policía colocaba una pancarta con el “Gora Alka-ETA” a otro de los títeres para incriminarle. En el mundo real, un juez y una fiscalía han hecho exactamente lo mismo: encarcelar a dos titiriteros por un delito de ficción, endosándoles el cartel que portaba uno de sus muñecos.