Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Y si nos vamos defendiendo?
Es difícil hablar de las políticas de defensa y no sentirse un piernas que se mete sin permiso en el jardín de los mayores, que son los únicos que saben de verdad de qué va esta fiesta: la que organizan los genocidas y canallas de distinto pelaje que gobiernan un mundo convertido en pasto de sus muy lucrativos intereses privados; y donde se acaba sin saber quién es el enemigo del que hay que defenderse.
Porque los enemigos cambian a cada golpe de respiración de Donald Trump, que un día mantiene un vis a vis de alta intensidad con Putin y al día siguiente le echa la bronca; para, al siguiente, privar de apoyo militar a Ucrania, después de haberle garantizado a Zelenski que le seguiría apoyando; que fue después de que le echara un chorreo al presidente ucraniano en el Despacho Oval; que un día decide que los países europeos tienen que defenderse por su cuenta; y que luego, en un gesto magnánimo de señor feudal, se muestra benévolo para ingresarlos en su club ... Y así sucesivamente.
Uno, al final, no sabe bien a qué enemigo quedarse para combatirlo a fondo. ¿Se trata de Putin, que amenaza con invadir a Europa después de merendarse a Ucrania? ¿Se trata del Gran Dictador americano cuando se enrolla con el ruso para destruir la Unión Europea y sus valores democráticos? ¿De quién se tiene que defender Europa? ¿De Putin o de Trump? ¿O de la alianza frecuente del autócrata ruso y el norteamericano?
Me temo que los enemigos que nos acechan son variados y a cual más peligroso. Sobre todo, si son, como quien dice, “de los nuestros”. Tenemos en Estados Unidos a un Trump que se limpia el culo con la Constitución de su país, desatornillando todo tipo de controles democráticos, como el que venían ejerciendo los jueces federales para impedir los desmanes del poder contra los inmigrantes; consiguiendo incluso privar de la ciudadanía americana a los hijos de inmigrantes nacidos en los Estados Unidos, con la colaboración de una mayoría de jueces reaccionarios del Tribunal Supremo.
Aquí mismo, en la Unión Europea, tenemos a un Orban, tan cabezón como Trump, al que los valores democráticos de la Europa comunitaria le vienen demasiado grandes. Un señor que, en su turno semestral de presidente de la Unión hizo cosas tan extrañas como reunirse con el enemigo número uno de la Europa democrática, el invasor de Ucrania, Vladimir Putin. Y en política interna, un autócrata que restringe del derecho a manifestarse por las calles, en función de ideas que el poder no comparte.
Y tenemos el Estado de Israel, perpetrando un genocidio sistemático y sostenido contra el pueblo palestino. Que, además, nos llega diariamente en una especie de rutina televisiva, cuyo efecto final no es otro que el del insensibilizar a las sociedades humanas ante el horror ; y fomentar la insufrible chulería de Netanyahu, niño consentido de la comunidad internacional, que extiende la agresión, la guerra y el hambre contra todo un pueblo sin contención alguna, porque no hay nadie que sea capaz de contenerle.
Entre otras razones, porque goza del favor del inquilino de la Casa Blanca, que es el que decide cuándo y dónde y para qué hacer la guerra a cualquier país (Irán, por ejemplo), de acuerdo con sus estados de humor. El que determinó hacer de Gaza un complejo turístico para uso de los ricachones del planeta. Y el que, en consecuencia, respalda a Netanyahu en la demolición sistemática de la franja; que, a su vez, incluye controlar las colas del hambre para poder matar a los palestinos con mayor comodidad.
Y, para financiar sus guerras, o sus incursiones bélicas, este sujeto es el que ha impuesto a los países europeos un aumento presupuestario del 5% en gastos de defensa, con el fin de que los aún aliados de su empresa -OTAN, S.A.- compren armas a Estados Unidos, para, así, aliviar su déficit comercial. Con el consentimiento servil de una Europa que (excepción hecha de España) le presta vasallaje y parece haberse olvidado de su específica política europea de defensa que anunció en un día nada lejano.
Sin olvidarnos de la salsa que liga toda esta deriva alocada y sangrienta de un mundo sin normas sometido al poder de la fuerza: el auge constante, y generosamente sufragado, de una internacional reaccionaria (PP y VOX en España) que desea acabar con todo lo que huela a derechos sociales de la gente. La internacional de los ultrarricos, fomentando su descarada lucha de clases contra las inmensas mayorías empobrecidas, que les ha entrado la tontería de ser iguales a quienes se han esforzado tanto para ser distintos.
¡Con todo lo que cansa, y sobre todo lo que cuesta, eludir impuestos, agenciarse paraísos fiscales, robar a manos llenas y contratar carísimos equipos jurídicos que defiendan y blanqueen tus ganancias … para que, al final, te digan que tienes que pagar para ser rico, sometiéndote a un “infierno fiscal” y dando tu dinero a quienes no tienen la más mínima capacidad de invertir en cosas productivas, porque les basta con comer!
Aunque, entre tanta desolación, surgen bocanadas de aire fresco. Por ejemplo, las fuertes protestas sociales en Los Ángeles contras las redadas de inmigrantes, extendidas a otras ciudades de los Estados Unidos evidenciarían que la rebelión de la ciudadanía frente al neofascismo descontrolado del trumpismo aún es posible. Como ha sido posible que la sociedad húngara, con el aliento, institucional y social, de Europa pudiera celebrar masivamente en Budapest la manifestación por el Día del Orgullo, que Orban había declarado ilegal y amenazado con disolver.
Son precedentes esperanzadores en la defensa activa de lo que viene siendo amenazando por el fascismo de nuestros días: las libertades públicas, la democracia, la igualdad social y el respeto a las leyes (y también a la legalidad internacional). En un mundo tan inseguro y peligroso como es el actual, sería ingenuo querer prescindir de políticas de defensa integrales, basadas en una evaluación racional de riesgos. Eso parece claro. Tan claro como debería ser la idea complementaria de que al fascismo se le vence plantándole cara, y no contemporizando con él.
Hoy como ayer, sigue teniendo plena vigencia la proclama de Chaplin, interpretando al Hitler equivocado en “El gran dictador”: “La miseria que ahora nos aflige no es más que el peso de la avaricia, la amargura de los hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que tomaron del pueblo volverá al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá”.