Bilbao, estación intermedia para los migrantes que sueñan con pisar Francia

Abdel y Yaya (nombres ficticios) habían llegado a su hora a Termibus, la estación de autocares de Bilbao. Los dos muchachos, naturales de Costa de Marfil, se han gastado buena parte de sus ahorros en un billete a Irún, donde esperan cruzar caminando a Francia para seguir su ruta hasta una 'banlieue' de París en la que les esperan familiares y amigos. Sólo les acompaña una pequeña mochila y una botellita de agua. No tienen ni tarjeta SIM para el móvil y se comunican e informan cuando pueden hacerse con una 'wifi' abierta. 

Llegaron a España a primeros de agosto en una zodiac en la que se hacinaron con otras 85 personas tras haber pagado una fortuna cuyo destinatario no se atreven a describir. En Marruecos, a más de 4.500 kilómetros de Costa de Marfil, hay casos de pagos de hasta 3.000 euros a personas llamadas 'chamanes' y que son los que, a través de intermediarios, organizan la ruta entre África y Europa. La suya fue una travesía nocturna milagrosa por el Estrecho –describen con gesto de terror el frío y el poco hueco para viajar– hasta que arribaron a Málaga. Recuerdan cómo tuvieron que esquivar alguna embarcación marroquí hasta que un equipo del Salvamento Marítimo español los rescató. De Málaga fueron enviados a una instalación de la Cruz Roja en Chiclana de la Frontera.y desde allí, en autocar, subieron hasta Bilbao.

“No saben cuándo van a pasar. Cuando están durmiendo, en medio de la noche, les despiertan, les meten en un 'taxi-mafia' y les llevan a los sitios donde salen las pateras”, explica una persona que trabaja en Euskadi con las personas que llegan de África. Relata como ejemplo el caso de una migrante que vio cómo había seis personas para ayudarles a subir a la precaria embarcación y que dos de ellas eran policías marroquíes. Les indicaron incluso que hicieran una señal lumínica muy concreta para comunicarse con patrulleras marroquíes conocedoras de los planes del 'chamán'.

Tras haber repuesto fuerzas, comido y bebido en las instalaciones de la Cruz Roja el máximo de días posibles para migrantes en tránsito (cinco), Abdel y Yaya se sentían ya con fuerzas para la siguiente etapa, la de cruzar el muro invisible que separa en Irún-Hendaya España de Francia y en la que los controles y las devoluciones en caliente de las fuerzas de seguridad francesas han sido y son una constante. Ahora se le suma el añadido del incremento notabilísimo de la seguridad con motivo de la cumbre internacional del G7 que se celebrará en la comarca, en Biarritz, y que atraerá a los principales dirigentes mundiales. “Trump, cumbre internacional, muy muy difícil”, asumen los jóvenes cuando se les pregunta si son conscientes del riesgo de no poder entrar al Hexágono.

Sin ayuda y en medio del tráfago de autocares y viajeros que buscan fiestas en los pueblos o un retiro estival, han perdido el Alsa a Irún, el penúltimo de la noche. Los periodistas encuentran a Abdel y Yaya en la taquilla, intentando cambiar el billete. Queda otra conexión a la ciudad fronteriza pero el autocar va lleno. No sólo tienen que pagar unos euros más sino que tendrán que pasar la noche a la intemperie para poder montarse en el primer bus de la mañana siguiente. Lo aceptan con resignación.

Mientras, en Irún-Hendaya, la cercanía del G7 ha hecho que crezcan los controles en todos los pasos. En el puente de Santiago, una patrulla de la Policía Nacional francesa está cruzada para revisar todo el tránsito. Lo mismo en Behobia, Biriatou y hasta en el Topo, el cercanías de Euskotren que acaba al otro lado de la muga y que directamente dejará de pasar la frontera en los días previos a la cumbre. Abdel y Yaya son conscientes del problema del calendario. También sienten que han agotado su estancia en Cruz Roja y que si Francia les impide la entrada se verán abocados a la calle hasta que surja la oportunidad. Esperar hasta el 26 de agosto se les antoja hercúleo. 

En Irún hay grupos ciudadanos que ayudan a los migrantes en tránsito desde la crisis del año pasado, en que terminaron por tener que dormir bajo un cobertizo para motocicletas en la estación de trenes y autobuses. Todas las noches un grupo de personas de Irungo Harrera Sarea hacen un 'gautxori' e informan a las personas que llegan desorientadas. Desde allí, se alerta del “tapón” policial y de que el problema irá a más conforme se acerque el G7, programado para el próximo fin de semana. Las instituciones –denuncian– siguen sin hacer frente a un drama humanitario muy real y las organizaciones sociales de otros puntos de España –entienden– deberían informar de que el paso de Irún-Hendaya es realmente complicado en estos momentos. Según sus datos, la noche del 15 de agosto siete personas tuvieron que dormir en un local no acondicionado para ello por estar completos los recursos habilitados.

En paralelo a estas dificultades para los migrantes, crecen las ansias de negocio de algunas personas más o menos organizadas y que las entidades sociales no dudan en calificar de “mafias”. Funcionan en Irún, pero también en Bilbao. Allí otras personas de origen africano no van a perder el Alsa como Abdel y Yaya. Y no lo van a perder porque vienen 'acompañadas'. Un varón que pasa horas en Termibus consultando dos teléfonos móviles a la vez y sin subir a ninguna ruta se encarga de pasar lista antes de cada partida y de entregarles a cada uno de sus 'clientes' el resguardo para poder montar. No le detiene la presencia regular de la Ertzaintza o de la Policía Local en la zona. En una ocasión le acompañaba un preadolescente.

Un jueves subió a cinco en el último autocar del día a Irún, un martes a cuatro más y, mientras los de Costa de Marfil aguardan al primer bus de la mañana, otros reciben su billete de manos de estos 'pasantes', aunque sus servicios no garantizan, ni mucho menos, el éxito de la entrada a Francia. El personal de seguridad le pone cara al hombre de los dos móviles. Es gente conocida y cualquier observador los podría identificar con rapidez. “Pero no podemos hacer nada. Nosotros no vemos que haya intercambio de dinero ni nada, así que pueden decir que están ayudando a unos amigos. Tendría que ser cosa de la Policía”, cuenta un trabajador de Termibus.

Un chófer que cubre la línea que se inicia en Asturias y acaba en la frontera confirma que esta práctica es diaria. “Sí que hay un incremento de personas de ese perfil que compran billetes, sobre todo a Irún. Intuyo que con la intención de cruzar la frontera. En mi turno he llegado a ver que compran hasta siete para un mismo viaje”, explica una taquillera de la estación de Bilbao. ¿Por qué Irún si hay conexiones a París, Biarritz o Hendaya? “Para comprar billetes a Irún no se necesita ninguna documentación, pero para los otros sí pedimos el pasaporte”, explica.

El trabajo de los 'pasantes' no acaba ahí. También reciben gente hasta que les llegue su turno de embarcar hacia la anhelada Francia. Una de las noches, el hombre de los dos teléfonos aguardó unos 20 minutos después de montar a cinco jóvenes en el Alsa hasta que se le acercaron otros cuatro muchachos con su equipaje. Mediaron pocas palabras y caminaron juntos hasta un coche de una marca francesa que toma dirección Zabalburu. La rutina se repite en otras ocasiones, sólo que a veces con una furgoneta de reparto española, con un utilitario italiano y hasta otro automóvil recién matriculado. La gama de vehículos es amplia.

Conforme avanza la noche, el bullicio de la estación de Bilbao se va apagando. Ya no suenan los cláxones y los bares cercanos bajan la persiana. Incluso cae alguna gota de lluvia. Abdel y Yaya se van quedando solos en el banco metálico esperando su oportunidad. A su estado de Whastapp le acompaña una bandera de Costa de Marfil y otra de España a que les sigue una tercera, la de Francia. “Sólo Dios tiene la última palabra”.