“Somos la última generación que puede frenar los impactos del cambio climático”

El investigador de Basque Centre for Climate Change, Ibon Galarraga, no se despega del conocido como Informe Stern, realizado por el economista Sir Nicholas Stern ,para explicar en toda su dimensión el problema de los impactos que provoca el cambio climático y el calentamiento global sobre la economía y otros ámbitos. Este documento de cabecera para muchos científicos calcula que los costes anuales de la estabilización de las emisiones en 500-550 ppm* de CO serían de aproximadamente del 1% el PIB para el 2050, un nivel significativo pero viable. El documento concluye que los beneficios de una acción firme y pronta en materia de mitigación de emisiones superan con creces los costes.

Esa es la línea de trabajo por la que apuesta Galarraga, que tiene, como otros tantos investigadores del área, puestas sus esperanzas en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de París de finales de año. Hace un llamamiento para aunar esfuerzos que desemboquen en un acuerdo unánime y destaca que Euskadi, al igual que el resto de los Gobiernos regionales, juegan un papel fundamental a la hora de convencer a otros estamentos de mayor nivel. “El compromiso será de todos, o no será. Si China e India no entran, el escenario al que nos enfrentamos es de incertidumbre total”.

Galarraga advierte que ahora no es más complicado que antes pero el tiempo juega en contra. Disponemos de un tiempo limitado. Han de hacerse los cambios necesarios en los próximos 20 años. “Somos una generación plenamente consciente de la problemática del cambio climático y la última que puede frenar los efectos del cambio climático. Cuánto más tardemos en actuar, mucho más difícil va a resultar mitigar los efectos. O lo hacemos en el plazo marcado por los expertos o realmente va a ser prácticamente imposible que lo logremos”, insiste Galarraga.

Crecimiento económico sostenido

Las próximos dos décadas son claves. Hay dos cambios fundamentales pendientes, un cambio estructural de la economía y una transformación a una economía baja en carbón.  Pero para Galarraga el crecimiento económico y el medio ambiente no son cuestiones contrapuestas, deben confluir e integrarse la una en la otra. “Según el informe Stern , el 70% de la población mundial va a vivir en las ciudades y le demanda energética, por mucho que nos esforcemos en eficiencia energética y que queramos cambiar el modelo, es previsible que siga creciendo e incluso aumente de forma drástica. También va a existir una mayor presión sobre el uso del suelo, el agua y los bosques. El cambio climático no es solo una cuestión sobre cuánto emitimos a la atmósfera sino que se trata de cómo tratamos el planeta y cómo el planeta puede gestionar las emisiones. Ante todas estas previsiones el informe establece una conclusión- según interpreta Galarraga-y es que hay una posibilidad de lograr crecimiento económico sostenido a la vez que se lucha contra el cambio climático. Y este estudio lo avalan un montón de agencias que no son precisamente sospechosas por su carácter ambientalista”.

Sobre las políticas de mitigación para estabilizar las emisiones, apunta que “no es una cuestión sobre la que no sepamos qué hacer, cuándo y cuánto cuesta. Eso se sabe. Tenemos la tecnología, el conocimiento, los datos, toda la información necesaria. Ahora es una cuestión de decisión política, de ser capaces de llegar a acuerdos entre países muy distintos e intereses muy distintos pero que deben unirse para caminar juntos en ese objetivo común, la mitigación de los efectos del cambio climático”.

Diplomacia ambiental

Galarraga habla de una auténtica prueba de diplomacia ambiental. “Se trata de convencer a los chinos, brasileños o a los indios, los que más están vertiendo ahora a nivel mundial.  Muchos de los costes que tenemos que hacer frente hoy, evitarán daños mañana. ¿Estamos dispuestos a asumirlos? ¿Entre quiénes? Estamos hablando de justicia intergeneracional que muchos países no están dispuestos a contemplar. Ahí entra en juego lo que se conoce como tasas de descuento, cuánto valor le asignamos al futuro. Hablamos de unas generaciones que ni siquiera hoy están representadas en el mercado. En función de esta variable, cada país decide si le compensan o no las inversiones actuales o si le parece sensato hacerlas. Llegados a este punto, el componente ético, a mi parecer, juega un papel clave a la hora de tomar las decisiones”.

Lo que no oculta este investigador es que el mundo debe abordar ya una transformación brutal del modelo energético. En esa transición del modelo imperante hacia al aconsejable a futuro, no tienen cabida una producción sustentada en los combustibles fósiles. “Más de la mitad de los combustibles fósiles que existen deberían quedarse bajo tierra si queremos lograr escenarios de cambio. Hay una serie de combustibles fósiles que son peores y otros que no son tan malos, alternativas que se pueden utilizar. Solo se contempla la posibilidad de utilizar gas- menos contaminante- en los próximos cincuenta años pero de forma transitoria”, aclara.

Sobre los métodos de extracción tan cuestionados como el 'fracking', Galarraga no ofrece respuestas certeras. “No tengo una respuesta clara al respecto. Si se hace bien, si puedes garantizar que no se te escapa nada de gas, de cara al consumo, el 'fracking' tiene menos emisiones. Si se hace mal, puede ser un auténtico desastre”.