Tres meses después de que el buque Toconao diese el aviso de que había perdido frente a las costas del norte de Portugal, cerca del límite con Galicia, varios de los contenedores con los que iba cargado, la llegada de pellets de plástico no ha parado, pero sí se ha reducido mucho con respecto a las peores semanas. Esta menor presencia es el criterio empleado por la Xunta para desactivar el 1 de marzo el plan de respuesta ante contaminación marina, el Camgal. Tratar de retirarlos ahora, aseguró la conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, causaría “más perjuicio que beneficio”. Pero, fuera del foco, varios de los problemas que la crisis puso de manifiesto permanecen: los efectos de la contaminación por plásticos y lo que varias asociaciones ecologistas califican de respuesta lenta de la administración y lecciones no aprendidas.
Con la desactivación del Camgal, el Gobierno gallego ha hecho balance: se han recogido 5 toneladas de pellets y el desembolso para el dispositivo de limpieza de la administración autonómica ha sido de 2,4 millones de euros. También ha retomado el enfrentamiento con el Gobierno central por la gestión de esta crisis que había quedado desactivado durante semanas, desde antes de las elecciones del 18F: la conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, anunció este miércoles que va a acudir a los tribunales para exigir que el Ejecutivo estatal inicie los trámites para reclamar a la armadora que pague el coste de la limpieza y ha lanzado acusaciones de falta de respuesta a sus cartas. Ese mismo día, el Ministerio para la Transición Ecológica le contestó que el proceso que pide la Xunta está ya en marcha y que se está encargando el Ministerio de Transportes.
La crisis de los pellets centró buena parte de la atención mediática en el arranque del año y llevó a que el 5 de enero la Xunta activase la alarma. Pero despareció posteriormente, al dejar de llegar los microplásticos en grandes cantidades, y apenas hubo menciones a lo ocurrido en la campaña electoral. La profesora de Ciencia Política en la Universidade de Santiago de Compostela (USC) Erika Jaraiz hace un análisis de por qué el tema estuvo ausente: el asunto “entró en la agenda mediática, pero no en la pública”. La docente considera que la catástrofe del Prestige actuó como una “vacuna” que hizo que los gallegos no le diesen tanta importancia a la llegada de pellets: “La comparación era imposible”.
En este contexto, los partidos políticos que “en algún momento pensaron en la posibilidad de usar los pellets como detonantes de acción política” terminaron dando “marcha atrás porque no encontraron acogida en la ciudadanía”. Los ciudadanos, insiste, “no aceptaban la comparación”, que por este motivo se convirtió en “un relato de hiperpolitización para el que lo usaba”. “Estaba en la agenda, sí, pero era una agenda excéntrica y los partidos que podían usar este relato, como el BNG, buscaban a los votantes de centro. La campaña del BNG no permitía el uso de temas excéntricos y, no teniendo cabida para el único actor que podía usarlo, no tenía cabida para nadie”, concluye, en respuesta a preguntas de este periódico.
Pero, junto con las cifras de los pellets recogidos, el Gobierno gallego ha agregado -lo hizo ya en sus notas diarias en enero- otro dato llamativo: la cantidad, mucho mayor, de plásticos de otro tipo retirados de los arenales gallegos. Con el dispositivo de limpieza ya concluido, la cuenta total asciende a 20,2 toneladas de plásticos comunes, “asimilables a residuos urbanos”, según Medio Ambiente. El coordinador de Greenpeace en Galicia, Manu Santos, critica que “la Xunta parece que se dio cuenta esos días de que hay muchos plásticos en la costa”. Y esa, dice, es una de las lecciones no aprendidas: “Deberían quitarse todo el año”.
Ana Freiría, portavoz de Ecoloxistas en Acción, coincide en que “sería maravilloso” que las administraciones se organizasen para contar con un dispositivo estable de retirada de plásticos. Cree que la tarea volverá a ser asumida por iniciativas de voluntarios y asociaciones. Y Belén Rodríguez, secretaria ejecutiva de la organización ecologista Adega, subraya que no disponen de recursos suficientes para hacer un programa todo el año.
Hay más lecciones no aprendidas: “Debería insistirse en qué va a pasara la próxima vez. Por qué el Camgal tardó en activarse es algo que nadie explicó”, expone Manu Santos y concluye que, pese a la existencia de normas que dictan cómo deben reaccionar las diferentes administraciones, “hubo problemas con la respuesta rápida”. Freiría, por su parte recalca que tras la catástrofe del Prestige se fijaron protocolos, pero “si en el momento en el que pasa algo no se utilizan, hay un problema”. “Menos mal que el vertido era menos grave”, dice.
Belén Rodríguez considera que lo que se puso de manifiesto fue “la falta de coordinación entre administraciones”, en especial cuando son de diferente color político, como ocurrió en este caso con Gobierno central y Xunta. También una actitud esquiva en la que “parece que nadie tiene la responsabilidad” y que cree que hizo evocar la catástrofe del Prestige. Además, al Gobierno gallego le critica que “no activó el Camgal hasta que se vio forzado por la presión social y por el hecho de que otras comunidades sí lo habían activado sus planes”. Y, ahora que lo ha desactivado, Rodríguez dice que “no está claro qué criterios se tienen en cuenta”. Censura lo que considera una falta de transparencia y un sistema en el que ve mucho espacio de mejora: “Reclamamos un portal de información accesible a todo el mundo para ver el tránsito en la costa y que, si hay un vertido, se suba en tiempo real y no enterarnos cuando ya está en la playa”.
Los pellets no han desaparecido
La presencia de pellets en las playas no empezó con el contenedor perdido por el Toconao. Tampoco han desparecido de los arenales gallegos ni es previsible que lo vayan a hacer pronto, aunque la alerta se haya desactivado. “Siempre hubo [granulados de plástico], desde hace décadas, en las playas”, expone Manu Santos. El vertido que afectó sobre todo a Galicia puso el foco sobre un problema ya familiar en otros puntos de la Península. La atención mediática decayó, señala el representante de Greenpeace, porque la llegada de estos microplásticos es ahora menos llamativa. Lo que ha pasado, dice, es que los temporales que se han ido registrando han contribuido a dispersar mucho en el mar estas pequeñas bolitas, que ya llegan muy aisladas a la costa. Pero llama la atención sobre todo lo que se desconoce del contenedor perdido: no se sabe su ubicación exacta ni si aún contiene sacos que podrían terminar saliendo o rompiéndose en el futuro. “Si no llega a la costa y se queda en el mar tampoco es bueno”, reflexiona.
Ana Freiría expone que Ecoloxistas en Accion tiene previsto hacer todavía nuevas actividades con voluntarios para recoger pellets en las playas gallegas. Pide aprovechar la oportunidad abierta por este episodio para que se regulen mejor este tipo de mercancías, un proceso que está en marcha en la Unión Europea. En el mismo sentido, Belén Rodríguez considera que las normas internacionales son todavía “demasiado flexibles” con el transporte marítimo de productos y sustancias que resultan peligrosas para el medio marino, una consideración que reclama que tengan ya los pellets de plástico.
Acumulados en un almacén a la espera de una “gestión adecuada”
Una última crítica se refiere a la falta de reacción inicial de la administración gallega para organizar la respuesta de los voluntarios. El Camgal, recalca, Manu Santos, prevé echar mano de personas que se ofrecen a ayudar desinteresadamente, pero “no pasó”, no estuvo “suficientemente implementado” y la gente “fue por su cuenta las dos primeras semanas”. Ahora, con la alerta desactivada, la Xunta ha retirado al personal que estaba destinando a limpieza y ya solo queda la labor de vigilancia que hará el Servizo de Gardacostas o los agentes ambientales al tiempo que sus tareas habituales.
La Consellería de Medio Ambiente justifica que en las últimas jornadas de limpieza se venía recogiendo menos de un kilo de pellets. Todas las cantiades retiradas hasta ahora esperan destino en un almacén, en donde la Xunta los conserva para “garantizar un control de las cantidades recuperadas” y una “gestión adecuada”, que no aclara en qué consistirá, de los residuos “cuando se estime oportuno”. Antes, agrega, “habrá que esperar a la resolución de distintas cuestiones, como el procedimiento abierto por la Fiscalía o posibles reclamaciones”.