Cuando la violencia obstétrica es un edificio en ruinas: los partos en Ourense son “inolvidables en el peor sentido”

Beatriz Muñoz

Santiago de Compostela —

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“La experiencia de traer una nueva vida en Ourense es del todo inolvidable en el peor sentido de la palabra”. Este es el resumen de una mujer que dio a luz el fin de semana del 17 de mayo en el Hospital Materno Infantil de la ciudad. Las quejas sobre el estado de este edificio, con cuatro décadas de historia, se acumulan desde hace años, pero se han intensificado en la actualidad, con el único espacio para partos naturales cerrado después de que se desprendiese el pasado diciembre el falso techo de una zona anexa y unas obras que están complicando los servicios. Las protestas se refieren a la falta de intimidad y también a riesgos para la salud.

La asociación de madres Arrolos de Teta, que se ha movilizado para reclamar soluciones, sostiene que lo que hay es una vulneración “de derecho de las mujeres a parir dignamente y, sobre todo, del derecho de los bebés a nacer dignamente”. “Si la situación se diese en otro servicio, no estaríamos siendo tan ignoradas. Esto forma parte de la violencia estructural hacia las mujeres; es violencia obstétrica”, aseguran. Son ellas las que facilitan el testimonio de la mujer que dio a luz hace 10 días en las instalaciones ourensanas y que habla de suciedad, problemas de mantenimiento y falta de medios en el paritorio. “No disponemos de alivio del dolor en la dilatación que no sea la epidural tradicional”, relata. Solo hay una ducha, de modo que si una mujer la necesita para aliviar los dolores y está ocupada, debe esperar. En las habitaciones, añade, se aprecia “el mismo abandono que el resto del Materno”.

Las instalaciones son antiguas y, de hecho, se está construyendo un nuevo edificio que va a remplazar al que está actualmente en uso. Pero no está previsto que vaya a acoger pacientes hasta 2026, dentro de al menos año y medio. La inversión, recalca el Gobierno gallego, es de 50 millones de euros para levantar un inmueble de 12 alturas. Entretanto, hay una intervención en marcha a raíz de la caída del falso techo que iba a estar resuelta en pocas semanas, pero que, según la Consellería de Sanidade, no va a estar finalizada hasta que acabe este mes, es decir, esta semana. Trabajadores de todas las categorías del Materno han elaborado un escrito describiendo las condiciones en las que tienen que desarrollar las tareas y atender a las pacientes y lo han presentado a la gerencia. La réplica de la Xunta es que las obras por la reparación de los techos se han retrasado para hacer una instalación de gases medicinales y que, en este tiempo, la actividad en el área de partos “discurrió con normalidad”. Sí admite que pudo haber “incomodidades”

Los sanitarios trasladan su “profundo malestar y desacuerdo” con la situación. Las “lamentables condiciones”, añaden, tienen un impacto negativo en su ánimo y en “la calidad de la asistencia”. Lo consideran un “agravio comparativo” con el resto de áreas sanitarias e incluso dentro del propio hospital de Ourense, en donde la mayor parte de la atención se presta en un edificio moderno cuyo estado contrasta con el del Materno, deteriorado por décadas de uso “sin tener un adecuado mantenimiento”. La gota que ha colmado el vaso son las obras de los últimos meses: el 30 de diciembre de 2023 se cayó parte del falso techo en la zona de trabajo del paritorio, en donde había pacientes. No hubo heridos, aunque “fácilmente podrían haber sucedido, ya que el incidente ocurrió en un pasillo de paso frecuente de personal y pacientes”, critican en el escrito. El riesgo se había avisado y el personal había comunicado al servicio de mantenimiento que en la zona se veían grietas y abombamientos.

Explican que la actividad siguió en la zona del derrumbe hasta mediados de febrero, cuando los responsables del hospital comunicaron que todo el techo del área de ese paritorio tenía riesgo de desplomarse y era necesaria una reparación íntegra. El plan fue hacer las obras en dos fases para que el resto de área de partos estuviese accesible. Pero esto provocó el cierre del acceso principal al paritorio y a parte de las instalaciones. Estos datos son relevantes porque tienen efectos sobre la forma en que se atiende a las mujeres y las zonas que se ven obligadas a compartir.

Los trabajadores denuncian que el acceso se hace por un pasillo sucio, que se usa también para llevar las comidas, la ropa y la basura. Ahí hay marcas del uso en las paredes y contenedores, camillas y sillas de ruedas acumuladas. “Favorecen unas condiciones totalmente insalubres, incluso con la aparición de ratas y cucarachas”, aseguran. Una foto muestra a un roedor en una zona que, según fuentes del hospital, es de paso.

Ese pasillo es el único acceso actual a la zona de urgencias obstétricas y al paritorio. Tienen que atravesarlo las mujeres con casos más graves, lo que supone, según los sanitarios, “una situación de alto riesgo totalmente inaceptable”. Funciona como “sala de espera” de pacientes y acompañantes que van a urgencias, pero también deben transitar por ahí las mujeres que bajan al paritorio o salen hacia planta tras un parto, que en algunas ocasiones tienen que cruzar con su bebé recién nacido un espacio lleno de gente.

Y “más grave todavía”, añaden, si se encuentra en el hospital una víctima de agresión sexual, que normalmente estará acompañada por agentes uniformados, se ve obligada a compartir también ese espacio con toda esa gente que espera o está en tránsito. Apuntan todavía otra circunstancia negativa: la demora en la gestión de las camas de hospitalización lleva a que mujeres que acaban de pasar por un aborto o una muerte fetal tengan que esperar el ingreso en la misma zona que las gestantes, “lo que les genera una situación de estrés todavía mayor”.

Una sala de urgencias sin privacidad

El escrito analiza también lo que ocurre en la propia sala de urgencias obstétricas, con problemas sobre todo de falta de intimidad. Si hay una mujer en el interior de la consulta, el triaje de otras que lleguen al servicio ha de hacerse en el pasillo ya descrito, “lo que atenta directamente contra la privacidad”. Ya dentro de la sala en la que las ve personal médico, la entrevista y la exploración se tiene que llevar a cabo en el mismo lugar y, si llega otra paciente o algún trabajador, “no queda otro remedio que abrir la puerta mientras que la mujer que está siendo atendida está desnuda, en posición ginecológica”. Además, las conversaciones se pueden escuchar desde el pasillo, añaden.

Las quejas de los profesionales prosiguen con el paritorio. Con las obras se cerraron varias salas, entre las que están dos de dilatación. Una de ellas es la de parto natural, que es la única que cuenta con baño propio y ventana. La falta de espacios, dicen, “compromete seriamente la seguridad y privacidad” de las pacientes. Se ha perdido un paritorio para destinarlo a sala de monitorización central de las matronas. Ese mismo espacio se usa como sala de estar, comedor durante la guardia, almacén de medicación y sala de pH fetal, lo que “genera un evidente malestar a la hora de desarrollar el trabajo”.

Espacios demasiado pequeños y con poca ventilación

Las salas de dilatación son insuficientes, según el personal, que señala que se ha dado la circunstancias de que dos mujeres hayan tenido que compartir una única estancia. Esto, protestan, obliga a redistribuir el trabajo y retrasar el inicio de inducciones o cesáreas programadas. Recuerdan que eso es un riesgo para el feto y para la madre. Otro problema de las salas de dilatación es su pequeño tamaño y la falta de ventilación adecuada o de control de la temperatura: en el trabajo del parto las mujeres pueden pasar muchas horas en una situación que es de estrés físico y mental. En estas habitaciones se alcanzan temperaturas elevadas “nada recomendables en gestantes”, agregan.

En planta también hay “falta de mantenimiento”, con “paredes desconchadas y sucias y ventanas deterioradas que filtran frío o calor”. Las habitaciones son pequeñas para que estén en ellas seis personas (dos recién nacidos con los progenitores). “Sumado a la mala climatización y ventilación, hace la estancia, además de incómoda, peligrosa. Esta situación puede predisponer entre otros efectos adversos a fiebres y aumento de la patología respiratoria en recién nacido y madre”. Tampoco contribuye a iniciar la lactancia materna, añaden. El espacio de los baños también es otra fuente de falta de privacidad: si una mujer necesita asistencia para ducharse, la puerta tiene que permanecer abierta.

Tras una reunión con la gerencia, que acaba de ser renovada, el personal ha decidido esperar a que finalice el mes para comprobar que se cumple la promesa del fin de las obras en la zona del paritorio. De lo contrario, avisan de que adoptarán “las medidas oportunas”.