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Las olas de calor, con elevadas temperaturas que se registran, junto al déficit de precipitaciones y la sequedad del suelo contribuyen, según los expertos, a provocar las condiciones adecuadas para que los incendios se propaguen más fácilmente en un verano que ha batido récords en los termómetros y augura mucho trabajo para los cuerpos de bomberos y equipos de lucha contra incendios.