¿Sabes la relación entre el sueño y la diabetes?
La rutina de dormir pocas horas tiene efectos obvios e inmediatos, como el cansancio o un menor rendimiento mental, pero también tiene consecuencias negativas para la salud que son menos evidentes. Por ejemplo, incrementa el riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2. Así lo indica un estudio publicado este año por investigadores estadounidenses tras analizar los resultados de experimentos llevados a cabo con voluntarios.
La diabetes es una enfermedad que provoca que el cuerpo no regule lo bastante bien los niveles de glucosa (azúcar) en sangre, por lo que tiende a acumularse o mantenerse elevada. En el caso de la diabetes de tipo 2, el problema es que el cuerpo no produce la cantidad suficiente de insulina o no la utiliza de forma adecuada. La insulina es la hormona que se encarga de transportar el azúcar a las células para que lo utilicen como combustible.
¿Qué tiene que ver la cantidad y calidad del sueño?
La de tipo 2 es la variante de la enfermedad que afecta a la mayoría de los más de 420 millones de personas que la padecen en todo el mundo. Según alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS), la proporción de personas adultas con diabetes no deja de aumentar y casi se ha duplicado en las últimas cuatro décadas. Es un hecho preocupante porque la diabetes puede dañar los riñones, los nervios o los ojos y, a su vez, incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o cerebrovasculares, como es el caso del ictus. Pero ¿cuáles son las causas de la diabetes de tipo 2 y qué tiene que ver la cantidad y la calidad del sueño?
Se sabe que la genética influye en la tendencia a desarrollar diabetes de tipo 2, pero también se sabe que la vida sedentaria, así como el sobrepeso y, sobre todo, la obesidad, tienen mucho que ver. Y ahora, también, las horas de sueño: “Como indica el estudio, tenemos muchos datos que nos dicen que las personas a las que se ha privado de dormir en condiciones experimentales desarrollan resistencia a la insulina”, explican los expertos.
“La insulina es como una llave que abre la cerradura de las células para hacer entrar el azúcar. En la resistencia a la insulina, que se produce cuando tenemos niveles demasiado altos de esta hormona de forma persistente, la llave deja de encajar perfectamente en la cerradura, no entra suficiente glucosa en las células y estas se quejan y piden más”, detalla Marta Massip-Salcedo, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.
Para compensarlo, el páncreas, el órgano que fabrica la insulina, secreta más «para que puedan abrirse más puertas, aunque sea de forma parcial, y acabe entrando la glucosa necesaria en las células», continúa la experta. «Pero el efecto es que el páncreas, en estas condiciones, acaba perdiendo la capacidad de secretar insulina de forma adecuada y, por lo tanto, los niveles de azúcar en sangre se mantienen altos. Es, en definitiva, la antesala de la diabetes», concluye.
La falta de sueño favorece la obesidad y la obesidad causa diabetes
De hecho, la resistencia a la insulina también es uno de los motivos por los que la obesidad causa diabetes. Y, a su vez, la falta de sueño favorece la obesidad. Todo está muy ligado, pero, como subraya Redolar, todavía no se conoce exactamente por qué la falta de horas de sueño fomenta la resistencia a la insulina. Lo que sí se sabe, remarca, es que hay una parte del cerebro que es protagonista: “Cuando una persona no duerme, se activan los circuitos neuronales de la vigilia. Entre estos circuitos está el hipotálamo lateral, que tiene un grupo de neuronas, llamadas orexinérgicas, que cuando se activan promueven no solo la vigilia sino también la ingesta, al tiempo que ralentizan el metabolismo”, aseguran los expertos.
“La explicación adaptativa sería que cuando tenemos hambre no podemos dormirnos porque tenemos que buscar comida, y al mismo tiempo ralentizamos el metabolismo para gastar poco; esto también explicaría que cuando dormimos poco nos apetezcan más alimentos con alto contenido calórico”, añade. Además, se investiga el papel que tienen hormonas como la cortisona (que interviene en la regulación de los procesos metabólicos que conducen al consumo de energía almacenada, por lo que incrementa los niveles de glucosa en la sangre), la leptina (responsable de la sensación de saciedad) o la grelina (que estimula el apetito).
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