Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
Bueno, a pesar de que el subtítulo parece un chiste —iban un griego, un italiano, un armenio, un español y un malasañés…—, este establecimiento ha conseguido, con el paso del tiempo, representar el alma del barrio como pocos, por ello he decidido volver a hablar de él. Aquí tenéis el artículo anterior escrito allá por el lejanísimo año 2014, cuando todavía era joven y bella, bueno, es un decir. Escribo de nuevo sobre el Greek (C/ Corredera Alta de San Pablo 9) porque representa perfectamente al barrio y porque ya es un clásico, pocos son los establecimientos que duran 10 años (los cumplirán en abril de este año) en Malasaña, y porque me caen bien sus gentes y me apetecía empezar bien el año.
¿Y por qué digo que es una representación clara del alma del barrio? Pues, en primer lugar, por su oferta gastronómica, donde destacan las pitas, como principal gancho gastronómico por su excelente relación calidad-precio, pero en la que caben bocatas, piadine, gofres con Nutella (que se salen algo de la tendencia Mediterránea del establecimiento, pero que se adaptan a lo que demanda la clientela), croissants (nada ortodoxos pero buenísimos), chocolate caliente estupendísimo y ¡lo que se te ocurra!, una oferta gastronómica tan internacional y variadita como el propio barrio; un trocito del Mediterráneo y otras zonas del mundo en plena Corredera Alta. En segundo lugar, porque en este establecimiento, todos son bienvenidos tanto a nivel de personal como de clientela, en este último caso también animales no humanos, es un local abierto y tolerante, y eso es muy del barrio. Y, en tercer lugar, porque es muy neoyorkino y, por ello, muy de barrio. Nueva York es una gran ciudad donde si vas tres veces a comer al mismo sitio ya te conocen, en el Greek and Shop sucede lo mismo y eso es muy de barrio, porque Nueva York es un gran barrio (o manzana) y Malasaña también, bueno, más pequeño/a. Y lo grande cabe en lo pequeño y lo pequeño cabe en lo grande (soy Rajoy), es una pijada, pero cuando hablamos de Nueva York parece que hablamos de algo sofisticado e inalcanzable y, al final, al igual que Malasaña y su modernez, es un mundo de barrio o de barrios. Y a veces el barrio te puede disgustar porque llega la enésima franquicia a la zona o porque se ve invadido por hordas de visitantes, pero, la mayoría de las veces, el barrio es barrio y tan pronto te saludan los del Greek como nadie se fija si vas en pijama a comprar pan o te llevas una viga de tres metros que has encontrado por ahí para tu casa porque has decidido adoptarla para convertirte en una Log Lady castiza. Y eso es lo bueno de este barrio, y de Nueva York.
Bueno, un poco de música para la ocasión… lo de «We are sentimental animals, We are undercover criminals» también describe un poco al barrio, sí, y al mundo en general, pues el barrio es un reflejo del mundo, es un mundo pequeño. La parte con corazoncitos del vídeo va dedicada específicamente al 2023, para que sea un año bucólico pastoril, a ver si lo conseguimos, sería bonito.
A mi modo de ver, el Greek and Shop hace más barrio, y por lo tanto une más a la gente, que todas las políticas de integración en la sociedad que se puedan inventar. Lo privado, muchas veces, suplanta a lo público y en muchas ocasiones lo hace mejor que este último, por desgracia. Durante el confinamiento fueron uno de los pocos establecimientos que permanecieron más tiempo abiertos, para regocijo de los vecinos del barrio y de personas sin recursos (y también apoyaron a Casa 28 en sus menús para los más necesitados), todos los cuales se lo agradecieron, muchos convirtiéndose en clientes asiduos. Excepto algún ser al que no les gustaba que trabajaran en aquella época aciaga y les gritó, todo tapadito para que no le vieran, «espaldas mojadas», tal vez en alusión al origen italiano, armenio o malagueño de los socios y al confusionismo, a saber. Bueno, seguimos con lo bonito: recogen los paquetes, llaves y de todo de los vecinos del edificio en el que se encuentran, no en colaboración con empresas de mensajería, sino motu proprio, y a dichos vecinos les regalan todos los años una cestita de Navidad con sus productos, chí, son bastante encantadores.
Y, en estas fechas tan señaladas, también decoran sus escaparates con bonitas escenas navideñas, costumbristas o lo que se tercie, realizadas por artistas a los que, supongo, les irá bien el trabajo; en este último año Jorge, un artista venezolano, es el encargado y también se ocupará de renovar las cartas y los menús.
Otra cuestión importante es que parte de sus proveedores son externos (griegos, italianos… ¡hasta moldavos!), pero más o menos la mitad de los productos básicos de su cocina proviene del propio barrio, así que… el Greek and Shop es todo un invento, ¡un buen invento! Un invento amigable, cercano, que cohesiona el barrio, también participando en la asociación Vive Malasaña, que promueve un montón de actividades en la zona.
Todos hemos hablado de gentrificación, pero tal vez no hemos pensado que, en ciertos aspectos, no ha ido tan mal la cosa. Es decir, los alquileres están imposibles, en Malasaña y en todo Madrid, pero nuestro barrio ha mejorado bastaaaante. En este local, sito en Corredera Alta de San Pablo 9, se encontraba antes Aguirre, una bonita tienda de textiles, donde destacaban especialmente las mantas del Atlético de Madrid y luego, una tienda, creo vasca, 1808 y, una temporada corta, estuvo un sitio de mochilas de diseño nórdico, para, finalmente, en abril de 2013, cuando el barrio estaba bastante desolado a nivel comercial, aterrizar el Greek. Los vecinos temíamos la llegada de un bonito «Todo a 100» chino y respiramos aliviados ante la agradable decoración del local. Ay, que ha dicho que los todos a cienes chinos no están bien, ay, qué maaal. Pues no, no están bien, tienen una estética espeluznante que no aporta nada al barrio, así como sus productos tampoco aportan nada al mundo en general, especialmente por la explotación que conllevan, tampoco es que den trabajo en la zona y no cumplen ninguna normativa urbanística, ni sanitaria, claramente gracias a una «buena relación» con las entidades encargadas de la supervisión de dichos aspectos en la ciudad, así que bien no están, no. Hay gente a la que le encantan los todos a cienes y me alegro por ellos, pero que tú tengas tus perversiones y te gusten los pasillos estrechos, las estanterías hasta arriba de cosas de calidad dudosa y las luces de neón no significa que sean algo loable, ni práctico, ni agradable, ni sostenible, como tampoco lo son las fruterías con cucarachas Ninja, o los sitios de manicura con final feliz, igual que mi pasión por ciertas guarreridas dulces a nivel gastronómico no es un ejemplo. En resumen, llegó el Greek and Shop y nos alegró profundamente.
El local es muy agradable y luminoso y siempre está sufriendo mejoras, pues, como sus propios dueños dicen «el local es la niña de sus ojos» o «la niña de Rajoy de sus ojos», y ha ido creciendo totalmente mimada por sus papis. También la oferta varía, intentando adaptarla a los gustos de la gente que lo frecuenta, por ello recientemente han introducido, por ejemplo, gofres con Nutella (uhm). El público que acude al local es variopinto y ha cambiado bastante con los años, especialmente tras la pandemia, cada vez hay más gente del barrio, al haber sido fidelizados en la época coronavírica, aproximadamente un 70 % del público es de Malasaña. Aunque ser de Malasaña también significa estar tres meses teletrabajando aquí y yendo a desayunar al Greek todos los días.
Señalar que «el Greek» es como denomina el local la gente de la zona más avezada en temas lingüísticos internacionales, pues parece ser que la denominación es objeto de confusiones varias: el Grinancho, el Grin and show, el Greenshow y otros bonitos nombres etruscos.
También hay gente mayor que no se salta su cafelito, cada mañana. Eso no quita que los turistas también sean una parte importante del público, a los que se tratan igual que a los seres del lugar, nada de turistadas. Pero la gente, no solo se puede tomar algo también se puede llevar cositas para su casa, gracias a una pequeña zona de venta de productos, que incluye pastas, galletas, dulces varios y también neveras con tápers con moussaka, típicamente griega, y platos combinados con lechuga, cebolla, kofte y otros muchos platos variados, así como yogures griegos, zumos y un poco de todo.
Y luego una amplia área donde tomarse algo, que está compuesta por mesas altas de madera con taburetes y bajas de mármol con sillas pero que, con el tiempo pueden cambiar, pues la niña de Rajoy de los del Greek es inquieta.
Como colores predomina el blanco y el azul de la bandera griega, también en unos bonitos azulejos hidráulicos que separan la zona de sentarse de la de atención al público.
Y en la parte donde recoger lo que uno pida para llevarse a la mesa o a su casa, con grandes lámparas industriales, la propuesta alimentaria dibujada y la material comparten espacio para una perfecta comprensión de la oferta gastronómica del lugar.
Ya he probado medio Greek and Shop o el greenshow completo, pero bueno, hoy simplemente hago una breve descripción de unas cositas que degustamos la última vez.
Pedimos una pita al gusto (6,50 €) que llevaba, según mi gusto, pues te dan muchas opciones para elegir, pollo al curry, lechuga, tomate, cebolla roja, pepino y 2 salsas (que puedas añadir), en este caso, tzatziki y humus, que no es una salsa, pero bueno, como si lo fuera. Una pita realmente sabrosa, donde todo crea un conjunto entre fresco —verduras y tzatziki—, e intenso —humus y curry—, caliente y delicadamente crujiente, ¡muy bien!
También tomamos un bocadillo denominado Nostimaki (5,60 €), de cuya foto no quiero acordarme, pues me quedó fatal y directamente no la voy a poner. Llevaba pepino, kofte (esa especie de albóndigas aplastadas con especias turcas) y tzatziki, con pan de cereales, muy crujiente y saciante.
Y, finalmente, escogimos un wrap de ternera (6,25 €) con salsa picante, consistente en carne picada junto a varias verduras bañada con un suave y fluido aderezo picante y envuelta en una tortilla (de harina). Un rollo contundente de sabor agradablemente fuertecito.
Con una de estas pitas, wraps o bocatas ya estás listo para dormir la siesta.
Bueno, pues nada, el Greek and Shop además de ser un ejemplo, en todos los sentidos, por lo cual sirve de inspiración a otros locales del barrio, ofrece una propuesta gastronómica saciante, sabrosa y muy propia del barrio por su carácter internacional. El Greek está estupendo para desayunar, comer, merendar, llevarte cositas para casa, ¡tiene de todo y para todos los gustos! Y, sí, ya es un clásico del barrio.
P.S. Trabajan también con varias plataformas de envío a domicilio e, igualmente, se encargan de caterings y esas cositas.
Bueno, a pesar de que el subtítulo parece un chiste —iban un griego, un italiano, un armenio, un español y un malasañés…—, este establecimiento ha conseguido, con el paso del tiempo, representar el alma del barrio como pocos, por ello he decidido volver a hablar de él. Aquí tenéis el artículo anterior escrito allá por el lejanísimo año 2014, cuando todavía era joven y bella, bueno, es un decir. Escribo de nuevo sobre el Greek (C/ Corredera Alta de San Pablo 9) porque representa perfectamente al barrio y porque ya es un clásico, pocos son los establecimientos que duran 10 años (los cumplirán en abril de este año) en Malasaña, y porque me caen bien sus gentes y me apetecía empezar bien el año.
¿Y por qué digo que es una representación clara del alma del barrio? Pues, en primer lugar, por su oferta gastronómica, donde destacan las pitas, como principal gancho gastronómico por su excelente relación calidad-precio, pero en la que caben bocatas, piadine, gofres con Nutella (que se salen algo de la tendencia Mediterránea del establecimiento, pero que se adaptan a lo que demanda la clientela), croissants (nada ortodoxos pero buenísimos), chocolate caliente estupendísimo y ¡lo que se te ocurra!, una oferta gastronómica tan internacional y variadita como el propio barrio; un trocito del Mediterráneo y otras zonas del mundo en plena Corredera Alta. En segundo lugar, porque en este establecimiento, todos son bienvenidos tanto a nivel de personal como de clientela, en este último caso también animales no humanos, es un local abierto y tolerante, y eso es muy del barrio. Y, en tercer lugar, porque es muy neoyorkino y, por ello, muy de barrio. Nueva York es una gran ciudad donde si vas tres veces a comer al mismo sitio ya te conocen, en el Greek and Shop sucede lo mismo y eso es muy de barrio, porque Nueva York es un gran barrio (o manzana) y Malasaña también, bueno, más pequeño/a. Y lo grande cabe en lo pequeño y lo pequeño cabe en lo grande (soy Rajoy), es una pijada, pero cuando hablamos de Nueva York parece que hablamos de algo sofisticado e inalcanzable y, al final, al igual que Malasaña y su modernez, es un mundo de barrio o de barrios. Y a veces el barrio te puede disgustar porque llega la enésima franquicia a la zona o porque se ve invadido por hordas de visitantes, pero, la mayoría de las veces, el barrio es barrio y tan pronto te saludan los del Greek como nadie se fija si vas en pijama a comprar pan o te llevas una viga de tres metros que has encontrado por ahí para tu casa porque has decidido adoptarla para convertirte en una Log Lady castiza. Y eso es lo bueno de este barrio, y de Nueva York.