El cierre del primer Vips de Madrid resucita el recuerdo de sus tiendas y librerías abiertas hasta la madrugada

“Tenía la ventaja de que sus horarios eran muy amplios, además de que era una tienda muy variada y práctica. Uno de los pocos lugares en los que podías comprar la prensa del día a última hora, cuando los kioskos estaban ya cerrados”. Así recuerda Mario su experiencia en los establecimientos del Grupo Vips cuando estos eran otra cosa.

Vecino de Madrid y asiduo al Vips de la plaza de los Cubos (oficialmente en la calle Princesa) o al de la glorieta de Quevedo, atiende a Somos Madrid unas semanas después de que la cadena española de origen mexicano anuncie el cierre de su primer local en la capital. El de la calle Julían Romea, en Chamberí, supuso en 1969 el pistoletazo de salido a una marca que supo integrase con la idiosincrasia madrileña.

“Perdonen las molestias por no volver a servir tortitas en este local”, rezaba el cartel colgado en el escaparate del espacio el pasado 27 de julio, cuando bajo la persiana de forma sorpresiva. Un papel que recordaba a los clientes habituales la posibilidad de acudir a otras sucursales cercanas de la franquicia: en la calle Arapiles de Hita, en Bravo Murillo o el ya mencionado en Quevedo.

En todos ellos, eso sí, permanece una ausencia que los que eran habituales de Vips desde los setenta, ochenta, noventa o los dos mil no dejan de percibir. Una nostalgia que golpea de nuevo con esta clausura: la de las zonas de estos locales dedicadas a tienda y librería, que complementaban a unos servicos de restauración que acabaron comiéndose todo. Así lo exponía la propia empresa en X (por entonces Twiiter) al anunciar la remodelación de la sede de Julián Romea.

La compañía puso fin a su actividad como tienda de conveniencia en 2018. Por aquel entonces todavía bregaba con las consecuencias de la crisis económica. El banco estadounidense Goldman Sachs compró un importante paquete de acciones en 2006, poco antes del colapso del sector bancario, por lo que Vips se vio abocada a la reestructuración del modelo de negocio para reducir costes.

Se despedieron así las áreas dedicadas a la venta de libros, prensa, regalos y tecnología. El Vips de la céntrica calle Fuencarral fue el último de Madrid que clausuró estas zonas, después de una importante reforma para expandir su restaurante. Solo tres años después cerró sus puertas definitivamente. Le sucedió un Lidl, que se convirtió por entonces en uno de los mayores supermercados por dimensiones de todo el país.

Libros, regalos y paradas nocturnas

“Más que a comprar, ibas a echar un vistazo, pero sin duda acudía mucho más a la tienda que a la parte de restaurante”, rememora Mario. Vivió en Madrid de 2004 a 2006 y luego se instaló definitivamente en 2008, por lo que conoció la época de esplendor de estas tiendas y su posterior declive hasta el desmantelamiento. “Como librería tenía una selección aceptable, bastante mejor que la de cualquier librería de estación de tren, por ejemplo, y con un interesante hueco dedicado a libros de saldo”, destaca. También lo recuerda como “un sitio particularmente interesante para regalos de última hora”.

“Era un lugar de paso habitual cuando había que hacer tiempo”, apunta también Mario. Porque en los Vips eso, el tiempo, se regía por unas leyes diferentes hasta dilatarse eternamente. Locales como el de Fuencarral o el de Gran Vía abrían hasta las 3.00 de la madrugada. El primero de ellos heredó además el espíritu del no menos añorado Drugstore, que ocupó el local hasta que la marca que propagó la estética dinner en nuestro país le sucedió en 1978. Aquel Drugstore Madrid era un negocio abierto 24 horas donde era posible adquirir revistas y alcohol o acudir al cine casi a cualquier hora.

Los Vips no llegaron a tanto, pero se convirtieron en el epicentro (o al menos el epílogo) de muchas correrías madrileñas a lo largo de 40 años. Los estertores de la Transición, el complaciente delirio de la Movida, el milagro económico con trampa de los noventa o la crisis de nunca acabar iniciada en 2008 escribían algunos de sus episodios madrileños dentro de sus locales. De hecho, quizá también su propia historia es paralela a la de todos esos eventos que han construído o derruído un país y una ciudad durante las últimas décadas.