El problema no es la gramática, sino tu machismo

El Grupo Parlamentario Socialista tomó la determinación de no participar en las votaciones de las propuestas llevadas a Pleno por personas que no representan a ningún grupo político elegido legítimamente por la ciudadanía, como es el caso de los diputados y diputadas expulsadas de VOX o los tránsfugas de Cs. Por ello, no participamos en la votación de su moción sobre el lenguaje inclusivo. Tomamos el uso de la palabra, fijamos nuestra posición respecto a la iniciativa presentada, pero no participamos en la votación. Consideramos que el hecho de votar sus iniciativas, por muy controvertidas que estas sean, como es el caso, y fuera cual fuera el sentido del voto, sería una forma de legitimarlas y, por tanto, de legitimar también a quienes las presentan; personas que no representan a ningún ideario más allá del que ellos mismos van decidiendo improvisar, semana tras semana, para crear estos polémicos debates y generar su propia propaganda política más nociva.

Fue una socialista, nuestra compañera y ex vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, quien pidió a la Real Academia Española la admisión del lenguaje inclusivo; y ha sido el Partido Socialista, y no otro, el que lleva años y años reclamando su uso en las instituciones y en cualquier ámbito de la vida como un paso más para el reconocimiento expreso de la igualdad entre hombres y mujeres. Quien no lo entienda, o no quiera entender que las mujeres no nos podemos sentir identificadas si se nos llama o se nos nombra en masculino, es simplemente porque no quiere entenderlo. No estamos hablando de un lujo cultural ni una moda progre que nos hemos inventado las feministas, como pretende vendernos la ultraderecha y quienes les compran sus discursos de odio, es tan solo una oportunidad de visibilizar a las mujeres. Porque lo que no se nombra, y así lo demuestra la historia, no existe.

A las mujeres se nos ha borrado de todos los ámbitos, sociales y profesionales, a lo largo de la historia. No existíamos porque no convenía que existiéramos y nuestra función debía ser otra. Pintoras, inventoras o escritoras sobresalientes que no fueron reconocidas, que parecen no haber existido nunca y que no han sido reflejadas en los libros porque, sencillamente, se las borraba.

Querer que cuando se dirijan a nosotras se haga utilizando el femenino es de justicia. Conocemos las reglas ortográficas y el significado del masculino genérico, pero igual que se avanza y se incorporan palabras y nuevas normas a nuestra lengua constantemente, me pregunto por qué tanto ruido mediático e impedimentos por introducir otro tipo de cambios justos y que repercuten sobre la mitad de la población de este país. Es un no porque no. Por cuestión de mentalidad y por ese machismo que sigue imperando claramente en nuestra sociedad. No es otra cosa y los que lo compran son los mismos de siempre.

De todo el espectáculo generado por la moción presentada por los expulsados de VOX resalto con mucha tristeza el hecho de que la consejera de Mujer y vicepresidenta de nuestra Región, la señora Isabel Franco, fuese una de las personas que levantó la mano para votar a favor de la iniciativa y en contra de la visibilización de las mujeres. Después de este gesto poco más podemos esperar de la Consejería que encabeza, y que se supone que está ahí para defendernos. Una vez más comprobamos que quienes están dispuestos a pactar con la ultraderecha, con quienes niegan las violencias machistas o a las víctimas de ellas, no merecen nuestro respeto como gestores públicos ni tampoco deberían hablar en nombre del feminismo, porque no están defendiendo la igualdad y ensucian el significado de la palabra.

Por último, la consejera de Cultura y Educación ha afirmado que va a eliminar el lenguaje inclusivo de las aulas de la Región. Seguimos para bingo.

Ella, expulsada también de VOX, defensora de pines o vetos parentales, negacionista, sin vacunar -afirmado públicamente por ella misma- y dirigiendo la Consejería de Educación y Cultura de rebote, porque había que seguir gobernando esta Región fuese como fuese, sigue ahí, sin moverse de su sitio y dejando bien claro lo que defiende y lo que, claramente, no.

Ella, que fue una de las que llevó a Pleno esta vergonzosa iniciativa, pretende que se borre a las mujeres de los libros que estudian nuestros hijos e hijas. Y, ante esto, solo se puede sentir vergüenza, mucha vergüenza, y también pena por estar en manos de quienes estamos, porque seamos un espectáculo mediático para el resto del país y siempre por este tipo de noticias. Pena por los niños, niñas y jóvenes de nuestra Región y, por supuesto, por todo el sector cultural y educativo que no se merece estar dirigido por intransigentes de mentalidades arcaicas que demuestran cada día su poco respeto por el bien común, la cultura, la educación, la diversidad, los colectivos más plurales y los derechos de las mujeres. Y sirva como ejemplo lo ocurrido esta semana.

Tener un lenguaje respetuoso con ambos géneros se corresponde con una democracia desarrollada con los derechos plenos de la mujer, y que defiende la igualdad. Somos feministas porque creemos en la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y, por lo tanto, defenderemos siempre el lenguaje inclusivo. Es muy sencillo de entender, pero para quien quiera hacerlo. Los demás pueden seguir poniendo excusas mientras parece no importarles que nuestro diccionario recoja palabras tan curiosas y ‘necesarias para el bien común’ como ‘almondiga’, ‘asín’, ‘descambiar’, ‘toballa’ o ‘güisqui’. Está claro que tiene que haber de todo. Fuera y dentro de la RAE.

Como escribió Loreto Arenillas en Twitter, cuando te molestan palabras como concejala o presidenta, pero no Infanta, sirvienta o asistenta, tu problema no es la gramática, sino el machismo”.

Amén.