Ante las presiones de los Estados Unidos, la OTAN, sin ninguna explicación convincente, ha decidido que sus estados miembros gasten en defensa lo que le ha parecido bien a Donald Trump. Esto ha resultado ser el 5% del PIB, que es, por cierto, bastante más de lo que se gasta EE. UU. en defensa (poco más del 3%). El acuerdo conlleva un plazo largo de adaptación (hasta 2035) y está abierto a ampliar de forma muy genérica el concepto de defensa. Puede que el acuerdo sea una estrategia a la espera de que lleguen tiempos mejores en la presidencia de los EE. UU. y que todo quede en un aumento limitado del gasto. Aunque, dado el entusiasmo de algunos, puede que al final el gasto en defensa aumente significativamente. Pero, sea cual fuere el final, es bueno establecer el coste y los beneficios de aumentar el gasto en defensa al 5%.
Lo primero que sorprende de este acuerdo es la casi ausencia de oposición dentro de la Unión Europea a plegarse a lo que exigía Trump, cediendo a cambio de nada a una presión que supondrá un gran negocio para las empresas de armamento de los EE. UU. El negocio de las empresas de defensa americanas se ha formalizado en un pacto arancelario vergonzante. Este pacto, por un lado, sube los aranceles americanos a casi todos los productos europeos sin nada a cambio, salvo una posible bajada de aranceles a los coches europeos (que, por cierto, son una de las principales exportaciones alemanas). Por otro lado, el pacto compromete a Europa a realizar inversiones de 600 millardos de euros en los EE. UU. y a comprar una cantidad sustancial de material militar americano.
No es menos sorprendente el entusiasmo del secretario de la OTAN, Mark Rutten. Ha pasado de ser un “frugal” que, como presidente de los Países Bajos, ofendía a los países del Sur de Europa por gastar, según él, demasiado en medio de una crisis, a ser un secretario general de la OTAN que se pliega servilmente y con entusiasmo a las órdenes de gastar más de un presidente de los EE. UU. que solo busca negocio para su sector de armas y al que no puede importarle menos el bienestar de Europa. Ciertamente, estos comportamientos no refuerzan el peso de Europa como agente político global.
¿Cuál es el coste de oportunidad de gastar el 5% del PIB en defensa? Dado que, según las cifras de la OTAN, en 2024 España gastaba en defensa anualmente en torno a un 1,3% del PIB, el aumento promedio anual del gasto hasta el 2050 sería de casi el 3% (el 5% solo se alcanzaría a partir del 2035). Para poner en perspectiva esta cifra, conviene recordar que con tres puntos anuales de PIB se puede pagar ampliamente el aumento del coste de las pensiones (según la AIREF, el aumento promedio anual de las pensiones hasta el 2050 será del 1,4% del PIB), más el de la sanidad (según la Comisión Europea, el aumento anual promedio de aquí al 2050 será del 0,55% del PIB), más, probablemente, el de los servicios sociales. Es decir, el coste del aumento del gasto en defensa bastaría para financiar casi todos los efectos presentes y futuros del envejecimiento en España.
Se puede argumentar que se podrían subir los impuestos o el endeudamiento para financiar ambas cosas, defensa y envejecimiento. Pero esto no es realista porque, tras subir un promedio de tres puntos la presión fiscal o tres puntos anuales el endeudamiento para pagar defensa, no va a quedar mucho margen para obtener los ingresos necesarios para financiar el Estado del Bienestar. Además, la Comisión Europea ya ha advertido que, si bien en el corto plazo habrá cierta flexibilidad presupuestaria, en el medio y largo plazo la financiación del gasto en defensa debe hacerse “re-priorizando los presupuestos nacionales para garantizar la sostenibilidad fiscal”. No es aventurado, por tanto, decir que el precio de subir el gasto en defensa como quiere la OTAN es una reducción sustancial del Estado del bienestar. De momento, el gasto en defensa de España ha aumentado ya 0,7 puntos del PIB de 2024 a 2025, lo que equivale al 50% del aumento anual promedio estimado del gasto en pensiones en España de aquí al 2050.
Una cuestión sorprendente es el entusiasmo con el que algunos políticos, medios de comunicación y analistas económicos han acogido el aumento del gasto en defensa. Los mismos que consideran inaceptable y un despropósito que España dedique a financiar las pensiones la mitad de lo que supone el gasto adicional en defensa, alaban y se felicitan por el aumento del gasto en defensa.
Frente a este coste en bienestar, ¿cuáles son los beneficios del aumento de gasto en defensa? De entrada, sorprende la magnitud del gasto pactado sin explicación técnica que lo justifique. Es verdad que la situación geopolítica es complicada y, dada la nueva actitud de EE. UU., Europa debe empezar a hacerse cargo de su defensa y gastar más. Lo que no se entiende es en qué se basa ese 5% de gasto y por qué Europa en general y España en particular van a tener que gastar en defensa un porcentaje del PIB casi un 60% superior al de los EE. UU. En realidad, la única base para esa cifra parece ser la voluntad de Trump (y del conglomerado de intereses que defiende). Ciertamente, se debe gastar más, pero dentro de un marco presupuestario coherente con los objetivos globales del país.
Hay quien argumenta que gastar menos de lo acordado por los demás países puede perjudicar a España en futuras negociaciones en la UE, excluir a España de participar en desarrollos tecnológicos importantes e impedir que se amplíe la industria militar. Estos argumentos son tan genéricos como cuestionables. Y no está nada claro que merezcan gastar en defensa casi cuatro puntos más del PIB. Habrá que ver, por ejemplo, qué parte del gasto adicional en defensa se dedica a desarrollar una tecnología militar europea y qué parte de esto le correspondería a España. Por otro lado, las decisiones de la UE raramente se basan en la solidaridad desinteresada. Y gastar más en defensa no va a cambiar esto.
En todo caso, desde un punto de vista económico, no cabe esperar grandes aumentos en el PIB como resultado de aumentar el gasto en defensa. La mayoría de los estudios empíricos sobre el gasto en defensa coinciden en tres cosas. Primero, que su impacto sobre el crecimiento del PIB es bajo, puede que incluso cero o negativo, especialmente cuando una parte importante del armamento se importa. Segundo, que, incluso cuando el impacto es positivo, es menor que el del gasto público en otras actividades económicas. Tercero, que el efecto expansivo del gasto es mayor en las recesiones que en las expansiones. Las estimaciones iniciales de la Comisión Europea confirman esto. Según estas estimaciones, aumentar el gasto en defensa en 1,5 puntos de PIB, financiándolo inicialmente con deuda y luego con impuestos, tendrá un impacto muy pequeño sobre el PIB. En torno a 0,5 puntos del PIB en el corto plazo (mientras se financia con deuda) y aún menor, 0,3 puntos, en el medio y largo plazo (cuando la financiación con impuestos vaya sustituyendo a la financiación con deuda). De esta forma, un gasto adicional en defensa del 1,5 del PIB desplazaría un punto, incluso más en el medio y largo plazo, de actividad privada. Es decir, que cada euro gastado en defensa aumenta el PIB en 30 céntimos, o menos. Si una parte sustancial del aumento se dedica a importar armas, o si la capacidad de producir armas fuera limitada, puede que el aumento fuera incluso menor.
En suma, aunque puede que sea necesario cierto aumento del gasto en defensa, las propuestas de la OTAN a orden de Trump ponen en riesgo el Estado del Bienestar sin ganancias económicas significativas. De esta forma, en la elección entre cañones y Estado del Bienestar, parte de los políticos españoles y de los analistas económicos del país han tomado una elección clara. Los cañones.