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Ángela Cervantes, Vicky Luengo y Anna Castillo, tres amigas que comparten los nervios de los Goya

Javier Zurro

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Los premios van asociados a la competitividad: enemigos luchando por ganar. Da igual que sea una carrera de relevos o un Goya, desde la infancia se inculcan valores como la rivalidad. La historia la cuentan los que ganan y nadie se acuerda de los que pierden. La cámara de los premios siempre se fija en ese rostro que no acepta bien la derrota, esa persona que contaba con ganar y que no puede esconder su decepción por no ser quien salga a dar el discurso que ha ensayado durante meses con el bote de champú en su casa.

Este año el cine español ha mostrado que hay una nueva generación que cuenta otras historias. Una generación de productores, de directoras y directores, pero también de intérpretes. Las nuevas miradas ya no quieren a las actrices de siempre, buscan otros rostros frescos que aporten nuevos registros a las películas. Una generación que se ve en las nominaciones interpretativas a los Goya, donde se encuentra ya mucha juventud. En la categoría de mejor actriz, ninguna nominada es uno de los clásicos rostros del cine español. Cuatro de ellas tienen menos de 40 años y tres nunca habían sido nominadas.

Una de ellas es Vicky Luengo. La actriz despuntó gracias a la serie Antidisturbios, pero ha logrado su primera nominación por su papel en Suro, debut en la dirección de Mikel Gurrea, donde interpreta a una joven burguesa que decide cambiar de vida, mudarse a una masía heredada y dedicarse a la recolección de corcho. Un papel complejo que le ha dado una merecida candidatura. El día de la lectura de las nominaciones, varios de los candidatos atienden a la prensa tras conocer las buenas nuevas. Una de las primeras en hacerlo fue Anna Castillo, que lograba su cuarta nominación —ya tiene un Goya por El olivo— con Girasoles silvestres. Sus primeras palabras fueron para Vicky Luengo. Estaba emocionada y reconocía que le hacía casi más ilusión que su amiga estuviera junto a ella este año que la propia nominación.

Aquel instante desenmascaraba la mentira de la competitividad y la rivalidad. Ahí había dos amigas que, en unos meses extenuantes de promoción y campaña por el Goya, vivirían en común la soledad que conlleva y los momentos más duros. Por si fuera poco, Vicky Luengo cuenta con un hombro más en el que apoyarse en esta ocasión: el de Ángela Cervantes, nominada por segundo año consecutivo. Si en 2022 optaba como Actriz revelación por Chavalas, este lo hace como actriz de reparto por La maternal. Luengo y Cervantes dejaron hace unas semanas una foto que vuelve a romper los prejuicios patriarcales sobre la amistad entre mujeres profesionales. Tras la ceremonia de entrega de los Gaudí, donde ambas ganaron en diferentes categorías, se encontraron en la alfombra roja. En cuanto se vieron, corrieron a abrazarse dejando una imagen para el recuerdo, que ilustra este reportaje.

Luengo recuerda el momento en el que se enteró de la nominación a los Goya. No se lo esperaba. Suro era una película pequeña y la lectura la pilló rodando. “Yo nunca llevo el móvil en los rodajes, lo dejo en el camerino. Subí un momento a cambiarme de ropa y tuve este acto involuntario de mirar el móvil un segundo. Descubrí que tenía 50 llamadas así que lo conecté, lo vi y me puse a gritar y llorar de la alegría. Lo estoy viviendo con muchísima ilusión. Me preguntan mucho si lo he asumido y digo que no lo sé, porque no sé muy bien cuál es la sensación de haber asumido estar nominada porque no lo puedo comparar con nada. Lo estoy intentando vivir todo con muchísimo detalle, porque es la primera vez”, cuenta.

Me alegro muchísimo cuando ellas consiguen un logro y creo que es lo que hay que hacer, porque la otra se basa en algo patriarcal que había enseñado a la mujer a competir por ser la mejor

Suro fue un proyecto especial. Llegó en un “momento delicado para ella” ya que acababa de fallecer su padre, por lo que ese rodaje siempre quedará vinculado a ella. También era especial el orgullo de estar en una película pequeña, de poco presupuesto, para la que nunca esperaron que tuviera esa repercusión. Ahora ha llegado la nominación y la comparte con dos amigas. Luengo, subraya la importancia de tener gente con la que caminar en una profesión donde solo un 8% de los intérpretes viven de su trabajo: “Me parece importantísimo, porque creo que la vulnerabilidad que genera este oficio muchas veces es muy poco entendible para personas que no se dedican a él. Por ejemplo, cuando rodamos Chavalas, Ángela no había hecho nunca ni un photocall ni estas entrevistas enormes. Me acuerdo de que ella estaba nerviosa y nos preguntaba. Yo le decía 'tranquila, esto va así o asá', o le decía como iba el photocall...”.

Ahora las tornas han cambiado, y es Ángela Cervantes la que le ayuda a ella: “El otro día nos cagábamos de risa porque volvimos de los Gaudí, las dos con un premio en la mano y le dije: 'Ángela, ahora me tienes que ayudar tú a mí, porque yo nunca he ido a las Goya en mi vida y estoy cagada de miedo. No sé cómo es ese photocall, no sé qué jaleo va a haber ahí'. Y entonces Ángela me estuvo contando, tranquilizándome y diciendo que no me preocupara. Tener esos anclajes es superimportante porque me ayudan a sostenerme y a relajarme. También me ayudan a sentirme fuerte y a quitarle importancia, porque creo que todo el mundo, no solo los actores sino en general, cuando tenemos un miedo, pasa a ser lo más importante que hay para nosotros en la vida, pero cuando tienes una persona al lado que te diga ‘está bien, a mí ya me ha pasado, tranquila’, le quitas importancia y lo vives con más ligereza. Es necesario en todo este jaleo”.

A pesar de la seguridad de aquel momento, Ángela Cervantes está “más nerviosa este año que el anterior”. Es más consciente, pero a pesar de los nervios también lo está disfrutando más porque tiene más información y porque quiere “acompañar como se merece” a La maternal, una película a la que tiene un amor especial. En la vorágine de entrevistas, jornadas promocionales y actos, uno de los momentos donde toma tierra es cuando ve a una amiga: “Hemos tenido momentos de no parar de entrevistas y alfombras, y cuando me la encontraba ahí era un subidón tremendo. Piensas que merece la pena todo ese ajetreo”.

Desde que coincidieron en el rodaje de Chavalas, se formó una amistad que es un ejemplo de una generación que rompe prejuicios. Caminar hacia el Goya de la mano de Vicky Luengo le aporta tranquilidad. “Poder estar en estos momentos hablando con alguien, mirarle a los ojos y decir, ‘¿estás bien?, venga, seguimos’, eso ayuda mucho”, asegura. Cuando escuchó la nominación de su amiga, pegó “un grito”. “Es difícil de explicar, pero genera algo como mucha felicidad. Y yo lo estaba escuchando con mi hermano —el también actor Álvaro Cervantes—, lo estábamos viendo y también él es muy amigo de Vicky, y hemos visto a esa persona trabajar muchísimo para llegar hasta ahí y entonces te alegras mucho porque al final los logros son de todos, de las amigas y de los compañeros, y eso al final también se contagia. Hay algo como de comunidad que hace muy feliz”, explica.

De esta temporada de premios, destaca esa foto con Vicky Luengo tras ganar las dos el Gaudí, una imagen que pone de relieve a esa generación que lejos de competir, disfruta viendo a sus amigos. De hecho, para Ángela Cervantes fue fundamental para lanzarse a actuar ver que la profesión no estaba ligada a esos valores tan negativos, algo que hizo hace poco: “Creo que yo también empecé a trabajar cuando hice ese clic de pasar de verlo como una competencia a verlo como un compartir y un alegrarte por el otro. A mí me ayudó mucho, pero sí que es verdad que en esta profesión hay algo que parece que te lleve a eso, a la parte más negativa, a la competencia, porque al final es muy difícil trabajar, pero estos momentos también ayudan a ver que que no, que cuanto más amor haya, mejor para todos”. Ángela Cervantes señala también a su hermano como apoyo fundamental que la acompaña “desde el minuto uno”. “Me lo ha dado todo”, dice Cervantes que se califica como “muy privilegiada”. 

Mientras que Vicky Luengo y Ángela Cervantes se conocieron hace unos cuantos años, la relación de Luengo con Anna Castillo viene de lejos. “Anna tenía 12 y yo 15. Yo creo que hace 16 años que la conozco. Anna y yo íbamos a una escuela de teatro musical juntas, hicimos un grupo de música que se llamaba SP3, y entonces grabábamos discos e íbamos dando vueltas por Cataluña, íbamos cantando las canciones del Club Super3, el grupo del programa de niños de TV3, como el Megatrix. Era mítico, porque Anna y yo éramos enanas y yo tengo cartas de Anna, de cuando yo tenía 16 años y ella 13 diciendo, ‘¿Hola, cómo estás? Te voy a echar mucho de menos’. Era superbonito”, recuerda Luengo.

Poder estar en estos momentos hablando con alguien, mirarle a los ojos y preguntarle si está bien ayuda mucho

En 2017, cuando Anna Castillo fue nominada por primera vez, Vicky Luengo realizó una publicación en Instagram dándole la enhorabuena a ella y a otro de sus grandes apoyos en esta industria, el actor Ricardo Gómez que ese año lograba su primera nominación por Los últimos de Filipinas. Son todos parte de una generación que se han hecho amigos y en donde Luengo también nombra a actrices como Susana Abaitua, gente con la que comparte las alegrías y los sinsabores de esta profesión.

“La alegría que me dio la nominación de Anna aquel año fue algo muy genuino. La quiero muchísimo. Me parece una de las mejores actrices que tenemos de esta generación en este país. Estoy contentísima de que todo le vaya bien y de compartir mi primera nominación con ella al lado. Es precioso poder vivirlo con una amiga. A ella le dije: 'Me vas a tener que ayudar porque yo no he visto esto nunca y tú ya llevas cuatro nominaciones, perra'. Es muy bonito estar acompañada de gente”, cuenta Vicky Luengo.

Sus palabras rompen estereotipos machistas que siempre han apuntado a las relaciones entre mujeres como llenas de envidia y celos. Vicky Luengo recuerda una columna de Lucía Lijtmaer que leyó hace poco en El País que habla sobre “La mujer única”: “Hablaba de esta tendencia, o manía, de coger un comportamiento de una mujer y atribuirlo a todas las mujeres, como si tuviera que ser representativo de todas, como si todos tuviéramos que responder por ella. En este grupo en el que están Ángela, Carolina Yuste, Susana Beitia, o cantidad de amigas, siento que no hay nada eso. Yo siento genuinamente que es gente que se alegra muchísimo cuando a mí me va bien. Yo me alegro muchísimo cuando ellas consiguen un logro y creo que es la única manera de hacerlo, porque la otra está basada en una cosa patriarcal que habían enseñado a la mujer a competir por ser objeto de deseo, tener que ser la mejor, la más talentosa. Se está produciendo un cambio interesante que ojalá consigamos ensanchar y que siga ocurriendo”.

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