20 años de los Goya del 'No a la guerra', la gala “histórica” que convirtió al PP en “el peor enemigo del cine español”

Javier Zurro

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1 de febrero de 2003. El Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones de Madrid se encontraba abarrotado para celebrar la 17 edición de los Premios Goya. Un año en el que el morbo parecía estar en ver si Fernando León de Aranoa y su drama sobre el paro en España, Los lunes al sol, vencería a Almodóvar y su Hable con ella, que acabaría propulsada hacia el Oscar al Mejor guion original. Sin embargo, aquel año no fue un año normal. Días antes, José María Aznar había mostrado de forma abierta su apoyo a George Bush en su intención de invadir Irak. Una invasión que iba en contra de la posición común tomada por el resto de países y que no contaba con el apoyo de la Unión Europea, pero que Aznar rubricó posteriormente en la foto de las Azores.

El clamor contra una posible guerra ya circulaba por todo el mundo, pero en nuestro país se convertía en un punto caliente, ya que de la noche a la mañana España se veía en el centro de un conflicto cuyo argumento eran unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron. Fue la mecha que encendió una indignación que se mostró de forma explícita en una gala de los Goya que pasaría a la historia y de la que se cumplen 20 años. Los responsables de aquella ceremonia fueron los integrantes del grupo de teatro Animalario, con Alberto San Juan y Willy Toledo a la cabeza como presentadores. Ambos se encontraban en la cresta de su popularidad por el éxito de El otro lado de la cama, la comedia musical por la que ambos optaban ese mismo año a los galardones como Actor de reparto y Actor revelación respectivamente (ambos perdieron).

Poco tardó la ceremonia en descubrir esa indignación, que nació de forma improvisada. Si bien se repartieron pegatinas con el lema “No a la guerra”, no hubo ninguna petición a los asistentes para que sus discursos fueran políticos ni activistas, pero casi todos los que subieron aprovecharon su minuto de gloria para pedir que se evitara aquel conflicto bélico. Hasta la presidenta de la Academia, Marisa Paredes, aprovechó su discurso institucional para ello.

“Esta no es una noche tensa, sino libre. No hay que tener miedo a la cultura ni al entretenimiento, ni a la libertad de expresión, ni mucho menos a la sátira, al humor. Hay que tener miedo a la ignorancia y al dogmatismo. Hay que tener miedo a la guerra”, dijo ante un público que aplaudió a rabiar cada intervención. Bardem, Tosar, León de Aranoa… pocos no se unieron al grito común. Lo que se vivió en aquella gala se materializó dos semanas después en las calles de toda España. Millones de personas salieron a la calle para pedir lo mismo. Sin embargo, el PP tomó aquella ceremonia como un ataque frontal del mundo del cine y les declaró también la guerra a ellos.

Aznar y el cine español

El Gobierno de Aznar se sintió traicionado. Para entender esa traición hay que viajar a su primera legislatura, cuando el presidente se empeñó en tener al sector cultural de su lado y romper un enfrentamiento clásico. Aznar organizó veladas culturales en la Moncloa y se ganó, al menos, el silencio de la industria. Lo cuenta Enrique González Macho en sus memorias, Mi vida en V. O. (Editorial Atticus). Macho, que posteriormente fue presidente de la Academia, era en aquellos momentos uno de los productores españoles más importantes y uno de los interlocutores de la industria con los políticos. 

“Resulta paradójico que el Gobierno de Aznar, abanderado de ese ultraliberalismo que tanto nos asustaba a los distintos sectores del cine, mantuviera al principio una actitud especialmente positiva hacia el cine español. Ello se debía a la propia intervención del presidente José María Aznar. Él fue el que promovió y asistió personalmente a varias reuniones en Moncloa con los diferentes sectores del cine español, desde los directores y actores, pasando por los productores, hasta los distribuidores y exhibidores, tuvimos acceso directo a los altos cargos de Hacienda y Economía, incluidos los ministros del ramo, lo que sin duda era síntoma de cierto interés por parte del Gobierno, por mucho que haya quienes no lo quieran reconocer”, dice en su libro.

Aquella paz se rompió con aquella gala. Aquel 1 de febrero. “¿Qué ocurrió para que el Partido Popular dejara de ser aliado del cine español y se convirtiera en su peor enemigo en los tiempos de la nueva democracia? Los premios Goya del 'No a la guerra'. Allí se rompió, se frustró todo de forma grotesca y comenzó otra guerra, y esa era y sigue siendo, desgraciadamente, más personal e ideológica que ninguna de las que ha vivido antes el cine”, añade Macho, que deja claro que en ese momento “el Partido Popular declaró la guerra abierta al cine español”.

Las consecuencias para el cine español se vivieron desde el día después. El presidente de la Asociación de Productores, Eduardo Campoy, pidió públicamente la destitución de Marisa Paredes, algo a lo que el sector se opuso radicalmente. Los políticos del PP y los medios de derechas comenzaron un hostigamiento para cambiar la opinión popular y crear en el imaginario un falso mito que consiguió calar: aquellos que habían gritado “No a la guerra” eran “los rojos subvencionados del cine”.

¿Qué ocurrió para que el Partido Popular dejara de ser aliado del cine español y se convirtiera en su peor enemigo en los tiempos de la nueva democracia? Los premios Goya del 'No a la guerra'

“Si algo hay que reconocerles es su eficacia propagandística, tan eficiente que llevaron a convencer a una buena parte de los españoles de que los profesionales del sector éramos unos aprovechados que chupábamos del bote del Estado y que vivíamos a costa de las subvenciones. Que éramos casi el único sector de este país que recibía ayudas públicas”, explica González Macho en sus memorias.

Una gala “histórica”

La prensa se cebó contra los actores, pero quienes más lo vivieron fueron aquellos que representaban aquella gala, Alberto San Juan y Willy Toledo. Al revisar la gala, uno se sorprende al descubrir que los presentadores fueron los más calmados y que, excepto en su intervención final, cuando sacaron aquellas míticas camisetas con las palabras “No más sangre por petróleo”, se habían mantenido bastante contenidos. Pero ellos tenían otro motivo para ser atacados, ya que apenas diez días después de aquella gala estrenarían Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del Presidente, obra satírica sobre el enlace de la hija del presidente Aznar en El Escorial.

A pesar de todo, Alberto San Juan mantiene 20 años después “un recuerdo maravilloso de aquella gala por las intervenciones espontáneas de los premiados”. Su definición de lo que ocurrió en aquella ceremonia es clara: “Fue un ejercicio de libertad”. Su adjetivo para aquella edición es tajante: “histórica”. “No por la labor de Animalario de dirección y presentación de la gala, eso fue anecdótico. Lo histórico fue el uso libre y político de la palabra que hicieron las premiadas y premiados. Yo asistí como espectador a lo histórico de aquella gala y fue realmente emocionante”, cuenta.

La decisión de que la gala fuera política no fue unánime dentro de la propia compañía. San Juan reconoce que “hubo una discusión previa en Animalario”. “Parte del colectivo quería hacer una gala política, contra la guerra, de principio a fin, y parte pensaba que no podíamos posicionar al conjunto de la profesión, al que ha de representar la gala, sin saber previamente su opinión, cosa que no era posible. Así que, finalmente, lo único que había de posicionamiento político por parte de Animalario eran las camisetas, que estaban preparadas de antemano. Las intervenciones contra la guerra de Eduard Fernández y Rosa María Sardà, que entregaban premios, fueron aportaciones suyas”, matiza.

Recuerda claramente las palabras de la entonces ministra de Educación y Cultura del PP, Pilar del Castillo, que vivió la gala desde el patio de butacas. “Dijo que la gente del cine éramos el brazo armado de la oposición al Gobierno. Le contestó Willy Toledo diciendo que las únicas armas que había en este asunto eran las bombas que se lanzarían sobre Irak”. Su compañero al frente del evento declararía posteriormente que presentar aquella gala hizo que se le vetara de muchos sitios. “A los que más sacamos la cabeza se nos marca con una cruz, porque existen las listas negras, y no solo en las instituciones, sino también en las productoras. Hubo un acoso y derribo hacia mi persona. Fui el chivo expiatorio. En la gala de los Goya me marcaron la estrella judía en el pecho. Este ya está señalado. Y se decía a los demás: señores actores y actrices, aquí tenéis el ejemplo vivo de lo que ocurrirá si continuáis así, mirad lo que le ha pasado a Willy”, recordaba en una entrevista.

Si la respuesta fue ‘habrá consecuencias’, ¿eso es motivo para dejar de desobedecer? Creo que no. Hay que seguir desobedeciendo y permanecer unidos después para resistir las consecuencias

Alberto San Juan no sabe si presentar en aquella gala tuvo una consecuencia directa sobre su carrera, pero sí cree que el PP mandaba un mensaje a las generaciones posteriores: si os manifestáis políticamente seréis señalados y habrá consecuencias pero, aun así, cree que ese no es motivo para dejar de hacerlo. “Si la respuesta fue ‘habrá consecuencias, el que desobedezca será castigado’, ¿eso es motivo para dejar de desobedecer? Creo que no. Hay que seguir desobedeciendo y permanecer unidos después para resistir las consecuencias”. Por eso cree que lo peor que le puede pasar al cine es caer en “la autocensura, asumir el papel de policía y reprimirse él mismo”. Sin embargo, es optimista y cree que el mensaje que se mandó fue claro y conciso: “Estamos vivos y despiertos, pensamos por nosotros mismos y podemos intervenir políticamente”.

La venganza política

Tras más de siete años de calma tensa (especialmente por el canon digital) con el Gobierno de Zapatero, el cine español viviría las consecuencias reales de aquella gala con la llegada al poder de Mariano Rajoy y, al Ministerio de Educación y Cultura, José Ignacio Wert. La crisis fue la excusa para materializar su ataque al cine español. “La represión que vive el cine español desde entonces no ha cedido y ha provocado males atroces”, escribe González Macho. Los recortes en los presupuestos afectaron de forma frontal al cine español. En los presupuestos de 2012 se recortó un 36,2% del dinero dedicado al cine. Las deducciones fiscales, que se habían prometido al sector en un 30%, se quedaron en un 18%, y por si fuera poco el IVA cultural subió del 8% al 21%. Ante todo ello, la directora del ICAA, Susana de la Sierra, dimitió al no poder llevar a cabo las medidas que tenía en su agenda.

El IVA cultural fue la estocada final. España se convirtió en el país con el IVA más alto de toda Europa. En Francia fue de un 5,5%; en Alemania se aplicó un 7%; en Holanda, un 6%; en Grecia, un 6,5%; en Finlandia, un 10%; en Irlanda, un 9%; en Italia, un 10%; en Portugal, un 13% y en Noruega se mantuvo al 0%.

Todas las industrias culturales se manifestaron en contra. La Unión de Asociaciones Empresariales de la Industria Cultural Española realizó un informe alertando de las consecuencias que fue ignorado: 4.226 puestos de trabajo perdidos, cierre de 20% de empresas, pérdidas de 533 millones de euros de ingresos y 43 millones de espectadores menos. A cambio solo recaudarían unos pocos millones más de euros de los que recibirían si el IVA solo hubiera subido al 10%. Solo en el primer año de implantación se vio una pérdida de público del 30%, un 16,33% menos de recaudación bruta y un 22% menos de recaudación neta. 

El Gobierno recaudó con el IVA cultural 90 millones de euros en 2013, más de todo el dinero que aportaba a través de los presupuestos del Estado, que tampoco subieron gracias a la recaudación extra a base del impuesto. Ese mismo año se vivieron dos de los desplantes más grandes que se han hecho al cine español. Por primera vez en la historia no acudió el ministro de Cultura a la gala de los Goya; y meses después, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, declararía que “los problemas del cine no tienen que ver solo con las subvenciones… tienen que ver también con la calidad de las películas que se hacen”, una declaración que fue respondida de forma tajante por la Academia de Cine, que le recordó al ministro que tenía “fecha de caducidad”, pero que “la creatividad, no”.

La situación se tensó todavía más cuando el IVA se fue retirando de diferentes sectores culturales, pero se mantuvo para el cine hasta el último minuto. Primero fueron las transacciones de obras de arte, en 2014; y en marzo de 2017 se anunció la bajada del IVA para todo el sector… menos para el cine. El PP se fue del Gobierno sin bajar el IVA al cine español y con las ayudas al sector congeladas a 30 millones de euros. Aunque su anuncio fue realizado por el ministro cultural Íñigo Méndez de Vigo, fue el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez tras la moción de censura de 2018 quien defendió las cuentas anteriores y eliminaría la medida que cerraba el ciclo que comenzó en una gala de los Goya de 2003, cuando todo un sector alzó su voz contra la guerra.